Crónica

La magia de Zubin Mehta en el Palau de la Música Catalana

El maestro indio, de 87 años, regresó a Barcelona con dos sinfonías de Brahms demostrando sabiduría, sensibilidad y gran vitalidad

Z. Mehta & Münchner Philharmoniker  // BCN Clàssics

Z. Mehta & Münchner Philharmoniker // BCN Clàssics

Pablo Meléndez-Haddad

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Los Münchner Philharmoniker regresaron a Barcelona invitados por BCN Clàssics y capitaneados por su director honorífico, el legendario Zubin Mehta, con todas las entradas agotadas. El maestro indio –ovacionado en su entrada– el curso pasado se vio obligado a cancelar algunos de sus compromisos por problemas de salud; en octubre se difundió una ‘fake news’ que lo daba por muerto, pero en este esperado regreso dejó muy claro sobre el podio que a sus 87 años goza de gran vitalidad y que sigue dictando cátedra con su prodigiosa batuta.

Efectivamente, el mítico Mehta aportó un gesto siempre claro y preciso, más sutil que amplio, pero sin dudas en perfecta comunión con los filarmónicos bávaros, con quienes desde el pasado 9 de enero está revisando un par de programas centrados en la obra de Johannes Brahms en diversas actuaciones en Múnich antes de saltar a esta cita en Barcelona. Pero Mehta no para: mañana mismo actúa en Zaragoza y después viaja a Madrid antes de volar a Nueva York, siempre con la orquesta muniquesa y llevando en la maleta obras del compositor romántico alemán. Y, como es habitual en él, su agenda no da tregua, ya que en febrero dirigirá ‘Il trovatore’ de Verdi en Israel antes de iniciar en marzo una nueva gira europea, entonces al mando de los filarmónicos vieneses, y de regresar al Maggio Musicale Fiorentino para dirigir ‘Turandot’ de Puccini. Sí, prodigioso.

 En su parada en un Palau abarrotado el público vibró con dos de las cuatro sinfonías brahmsianas ante una orquesta en absoluto estado de gracia y muy bien distribuida en el escenario, consiguiendo un sonido compacto y amalgamado. La Filarmónica de Múnich vuelve a confirmarse como uno de los conjuntos más flexibles y virtuosos del panorama musical internacional, con unos solistas impecables y una sección de cuerdas todo terciopelo. En la ‘Sinfonía Nº. 2 en Re mayor, op. 73’ llovieron contrastes como tejido de un trabajo detallado en las medias tintas, con un ‘Allegro non troppo’ tan delicado como contenido y una gran actuación de las trompas (con un solista maravilloso, también en el 'Adagio’). Mehta hizo magia desde un sillón alto y, como hace habitualmente, dirigiendo de memoria.

 Tras la pausa llegó la ‘Sinfonía Nº 4 en Mi menor, op. 98’, tan inmensa como melancólica, en la que el maestro apostó nuevamente por amplios contrastes, con abiertos juegos de agógica y ante unos músicos que parecía que respiraban al unísono. El triunfo se refrendó con una propina, más Brahms, la festiva ‘Danza húngara Nº5’.

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