Estreno de cine

Crítica de 'Pobres criaturas': Bella se come el mundo

Yorgos Lanthimos: “Me asusta el puritanismo del cine, el sexo es prácticamente inexistente en el ‘mainstream’ actual"

Emma Stone en 'Pobres criaturas'.

Emma Stone en 'Pobres criaturas'. / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

POBRES CRIATURAS

Puntuación: ★★★★★

Director: Yorgos Lanthimos

Reparto: Emma Stone, Mark Ruffalo, Willem Dafoe, Ramy Youssef

Año: 2023

Estreno: 26 de enero de 2024

Bella Baxter es, literalmente, un cerebro de bebé metido en el cuerpo de su madre, el gran logro quirúrgico de un científico loco también responsable de dar vida a un pollo con cabeza de bulldog, entre otras aberraciones animales. Y, mientras la acompaña en su viaje de autodescubrimiento, la nueva película de Yorgos Lanthimos -ambientada en un mundo y un pasado que no existieron pero anclada en el aquí y el ahora- convierte todo el subtexto feminista que Mary Shelley insufló a ‘Frankenstein’ en puro texto.

Bella, en efecto, es una metáfora andante de la necesidad que el hombre tiene de poseer a la mujer infantilizándola, sexualizándola y moldeándola a su gusto. Pero la protagonista de ‘Pobres criaturas’ es demasiado compleja, y fascinante, e hilarante, y humana como para ser entendida como un mero símbolo de empoderamiento.

A lo largo de su periplo, Bella va dejando de tambalearse para andar a pasos firmes, mejora velozmente su capacidad para el lenguaje y, empujada por su inagotable curiosidad y su apetito carnal, decide escapar hacia el mundo exterior. Lo que viene después puede describirse como una comedia sexual, pero la mayor parte de la eficacia cómica de ‘Pobres criaturas’ surge de la naturalidad con la que la joven ningunea el protocolo de la agarrotada sociedad decimonónica.

También asistimos al despertar de su conciencia social, su hambre de conocimiento y la transformación en un ser racional que experimenta mientras transita entre hoteles lisboetas, cruceros de lujo y burdeles parisinos -y entretanto descubre los ‘pastéis de Betlém’, el baile, las ostras, la literatura, el alcohol, el socialismo, la maldad, la filosofía y la profesión más antigua del mundo- son lo que proporciona a la película su estrafalaria, grotesca y rotunda belleza.

Bella se libera de su jaula y empieza a consumir el mundo hasta que se lo hace suyo, con la misma voracidad, la energía y la alegría de las que ‘Pobres criaturas’ hace gala mientras la contempla. Cuanto más aprende ella, más luminoso, colorido y exhuberante se vuelve su entorno, y para ilustrar el proceso Lanthimos exhibe una imaginación desbordante.

La película incluye cielos eléctricos, océanos imposiblemente hiperreales y ciudades barrocamente retrofuturistas, que la cámara captura mientras se retuerce, se distorsiona y da vueltas sin descanso; nos ofrece tantos estímulos visuales y sonoros que tras verla uno se siente algo ebrio. Sin embargo, ninguno de ellos hace sombra a la actriz Emma Stone, que a lo largo de dos horas de metraje recorre con asombrosa convicción el largo camino entre la asilvestrada infancia y la sabia madurez, mapeando meticulosamente esa evolución escena a escena a través del lenguaje verbal y corporal.

Bella es la heroína ideal para un director como Lanthimos, que a lo largo de su filmografía -en películas como ‘Canino’ (2009), ‘Langosta’ (2015) y ‘La favorita’ (2018)– se ha empeñado en cuestionar los sistemas que nos regulan y estructuran. En todo caso, ‘Pobres criaturas’ parece señalar un nuevo camino en su carrera.

Tras enfrentarse a sus personajes desde la indiferencia, el desprecio y la burla en todo su cine previo, aquí el griego evidencia un afecto ferviente por Bella, y no solo por ella. Mientras la contempla conquistar su autonomía, a nosotros nos invita sinceramente a celebrar que tenemos un cuerpo y una mente, y un mundo enorne alrededor en el que explorar las inmensas posibilidades que esos atributros nos ofrecen.