Estreno de cine
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Nando Salvà
El largometraje que lo dio a conocer, ‘Canino’ (2009), incluía relaciones sexuales incestuosas y asesinatos de gatos, en ‘Langosta’ (2015) imaginó un futuro en el que las personas solteras deben buscar pareja para evitar ser convertidas en animales, y en ‘El sacrificio de un ciervo sagrado’ (2017) mostró a un padre que dispara con un rifle a sus propios hijos; su cine, dicho de otro modo, está lleno del tipo de conductas que parecen buscar activamente el rechazo del espectador.
Y curiosamente, sin necesidad de cambiar de método, el griego se ha ido convirtiendo en el tipo de cineasta cuyas películas se hinchan a ganar premios. La última de ellas, ‘Pobres Criaturas’, ya ha obtenido el León de Oro en la Mostra de Venecia, dos de los Globos de Oro más codiciados y un puñado más de galardones importantes más, y es candidata al Oscar en 11 categorías, entre ellas casi todas las principales.
También es, quizás, su obra más radical, extraña y transgresora hasta la fecha, a la vez relectura feminista del mito de ‘Frankenstein’, comedia negra atiborrada de sexo y trufada de 'slapstick', exhibición de barroquismo retrofuturista y surtido de imágenes -la de un perro con cabeza de pato, por ejemplo- capaces de dejar sin habla.
Usted decidió que quería dirigir esta película hace unos 12 años. ¿Por qué ha tardado tanto tiempo en hacerla realidad?
Porque durante mucho tiempo no encontré a ningún productor que quisiera apoyarme. Les parecía una película demasiado extraña, demasiado bizarra. Y es curioso, porque eran las mismas personas que poco antes me habían llamado para decirme que ‘Canino’ les había parecido increíble, precisamente porque era extraña y bizarra, y que querían trabajar conmigo. Finalmente, cuando el éxito de ‘La favorita’ me permitió tener carta blanca a la hora de elegir qué película hacer después, decidí hacer ‘Pobres criaturas’.
Hacer cine me genera una ansiedad tremenda, cada vez que finalizo una película me prometo que será la última
Y, de haber existido hace 12 años, ¿sería ‘Pobres criaturas’ la misma película que es ahora?
Es posible, pero casi seguro que no habría tenido tanta repercusión. Hasta hace relativamente poco, mucha gente pensaba que no era apropiado contar la historia de una mujer que vive su sexualidad con total libertad, y que no se preocupa lo más mínimo por lo que los demás piensen de ella; afortunadamente, las cosas han cambiado en ese sentido. Así que, quizás, haber tardado tanto en hacerla ha sido algo positivo, después de todo, porque ahora el público es más proclive a participar en la discusión que propone sobre la incapacidad del hombre para aceptar a la mujer como es.
Casi todo su cine habla de personajes enfrentados a reglas y estructuras sociales rígidas que deben cumplir y de las que tratan de liberarse. ¿Por qué?
Siempre me ha sorprendido la docilidad con la que aceptamos las normas y las leyes que determinan lo que consideramos correcto o apropiado en la sociedad, incluso aunque veamos que no funcionan. Obviamente, lo que mis películas pretenden es cuestionar esas convenciones. Y lo que distingue ‘Pobres criaturas’ de las demás es que, aunque es consciente del dolor y sufrimiento que le acarreará su odisea en busca de la libertad y el conocimiento, su protagonista sigue adelante. Creo que es mi película más positiva, la más llena de esperanza.
Todas las escenas de sexo de la película son necesarias; de haber sido más recatada, habría sido una traición a su protagonista
También está llena de escenas de sexo. ¿Le sorprende lo mucho que se ha estado hablando de ellas desde que la película vio la luz?
A decir verdad, no mucho. El sexo es prácticamente inexistente en las películas ‘mainstream’ actuales. Y ese puritanismo imperante en el mundo del cine y en el del arte en general me asusta un poco, y me resulta incomprensible especialmente teniendo en cuenta la falta de reparos generalizada a la hora de representar violencia explícita en pantalla. Todas esas escenas de sexo son necesarias. De haber sido más recatada, la película habría sido una traición a su protagonista.
Además de ‘Pobres criaturas’ y ‘La favorita’ (2019), usted y Emma Stone han rodado juntos el corto ‘Vlihi’ (2022) y un nuevo largometraje, titulado ‘Kind of Kindness’ y aún no estrenado. Está claro que forman un buen equipo.
Emma es capaz de cualquier cosa, y eso la convierte en la actriz perfecta. Y sí, nos entendemos de maravilla. Para mí ella es como un espejo. Yo le hago propuestas y solo necesito contemplar cómo su rostro reacciona ante ellas para saber a ciencia cierta qué debo corregir.
En buena medida gracias a ella, la película lleva meses cosechando éxitos. Cuando empezó a hacer cine en Grecia, ¿tenía el objetivo de conquistar Hollywood?
No, claro que no. Ni siquiera confiaba en llegar a ganarme la vida haciendo películas. Por entonces en mi país no había industria cinematográfica, y era casi imposible conseguir financiación. Un día nos preguntamos, “¿por qué no hacemos una película por nuestra cuenta? Consigamos una cámara, compremos película, paguemos a unos actores y encontremos una localización. No puede ser tan difícil”. Desde entonces siempre solo he contado historias que me apetece contar, y nunca me ha importado el éxito. Y si el cine que hago con actores famosos deja de tenerlo, volveré a rodar películas de bajo presupuesto en Grecia y, si eso tampoco funciona, no me importará dedicarme a otra cosa.
¿Por qué dejó su país en primer lugar?
Porque, después de mis primeras películas, rodar allí se volvió cada vez más difícil. No había dinero, y no me quedaba más remedio que pedir favores o esperar que la gente trabajara gratis. Londres me pareció un buen lugar al que mudarme, porque entonces Gran Bretaña seguía siendo parte de la Unión Europea. Pero luego llegaron el Brexit y la pandemia, y últimamente paso mucho más tiempo en Atenas. Quizá vuelva a casa.
¿Ha cambiado en algo su forma de trabajar a medida que sus películas se hacían más grandes?
He ido aprendiendo a dejar de querer controlarlo absolutamente todo y a confiar más en la gente con la que trabajo, en buena medida porque son personas a las que admiro y con las que, por tanto, intento trabajar a menudo. Gracias a ellas, el proceso de creación de una película me resulta más soportable.
¿Más soportable, dice?
Sí, en general hacer cine me genera una ansiedad tremenda. Cada vez que finalizo una película me prometo que será la última, que no voy a someterme de nuevo a ese tipo de sufrimiento, pero al cabo de un tiempo se me olvida y vuelven las ganas de ponerme a desarrollar un nuevo proyecto. Parte del problema es que me cuesta mucho sentirme convencido con mi trabajo. Aunque, pensándolo bien, un exceso de convicción sería mucho más problemático. Los artistas que no tienen dudas sobre lo que hacne me dan un poco de miedo.
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