Estreno de cine

'El rapto', la historia del niño judío de seis años secuestrado por el Papa Pío IX

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Una escena de 'El rapto' de Bellocchio, que se estrena este viernes.

Una escena de 'El rapto' de Bellocchio, que se estrena este viernes. / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

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La noche del 23 de junio de 1858, en Bolonia, un niño de seis años llamado Edgardo Mortara fue secuestrado en la casa de sus padres, comerciantes judíos, ante la mirada impotente de estos. Los captores no exigieron un rescate ni amenazaron con hacer daño al crío; lo que pretendían, en realidad, era salvarlo. ¿De qué? Cuando tenía solo 2 años, Edgardo había caído gravemente enfermo y la sirvienta de la familia, católica, lo había hecho bautizar en secreto creyendo que iba a morir y que, de no ser convertido al cristianismo, su alma nunca descansaría en paz. Y, dado que según la ley de la Iglesia un niño cristiano no podía ser criado por judíos, el papa Pío IX -líder de los Estados Pontificios, de los que por entonces formaba parte casi todo el centro de la penínula itálica-, ordenó que el pequeño Mortara fuera separado de sus progenitores y enviado a Roma para ser educado como Dios manda. 

Considerando la magnitud de las consecuencias sociales y políticas derivadas de aquel suceso, no sorprende que Steven Spielberg estuviera a punto de llevarlo al cine. “Poco después de interesarme por la historia de Edgardo me enteré de que él ya estaba preparando una película sobre ello, así que inicialmente abandoné mi proyecto”, nos explica Marco Bellocchio acerca de su nuevo largometraje, ‘El rapto’, que este viernes se estrena en España y que por el momento es la única recreación cinematográfica que existe del caso Mortara. “Para mí fue una suerte que Spielberg no siguiera adelante con el suyo; yo creo que comprendió que se trata de una historia completamente italiana, y que solo se le puede hacer justicia si es contada en italiano, por italianos”.

Existieron al menos dos planes para liberar a Edgardo y devolverlo al lado de sus padres, uno de ellos aprobado por el gran héroe de la liberación de Italia, Giuseppe Garibaldi. 

Como cuenta la película, una vez en Roma Edgardo se convirtió en protegido del pontífice, que llegó a considerarlo como algo parecido a un hijo. Entretanto, los padres del pequeño recibieron un ultimátum: si querían reunirse con su hijo, ellos también deberían convertirse. “Para mí lo más llamativo de lo ocurrido no es la actitud de la iglesia, que al fin y al cabo estuvo de acuerdo con las leyes de los Estados Pontificios”, opina Bellocchio. “Lo que a mí me resulta incomprensible es que Edgardo no se rebelara en cuanto tuvo ocasión ni regresara con su familia, y que cuando fue ordenado sacerdote incluso se agregara el nombre Pío en honor al hombre que lo había mandado secuestrar”.

Una escena de 'El rapto' de Bellocchio.

Una escena de 'El rapto' de Bellocchio. / EPC

Clérigo desde los 21 años, Mortara se dedicó a difundir por toda Europa la fe que le habían impuesto hasta que murió en marzo de 1940, justo a tiempo de evitar la persecución nazi. Antes de eso ejerció de fraile durante un tiempo en el País Vasco. En uno e los ensayos recopilados en su libro ‘Contra esto y aquello’, Miguel de Unamuno cuenta que le oyó "un sermón predicado en vascuence en Guernica", y también lo retrata recogiendo donativos en el balneario de Cestona (Guipúzcoa).

A mediados del siglo pasado, las conversiones forzosas de judíos al catolicismo ya llevaban tiempo siendo comunes en Europa, muchas de ellas basadas en un artículo de la Ley Canónica -todavía vigente en la actualidad, aunque el Vaticano ha renunciado oficialmente a su ejecución- según el que “un niño de padres católicos o no católicos puede ser bautizado legalmente si está en peligro de muerte incluso en contra de la voluntad de sus padres”. Sin embargo, a diferencia de tantos casos similares previos, el secuestro de Edgardo provocó un escándalo internacional y una ola de protestas en todo Occidente a causa tanto de la resistencia cada vez más generalizada al poder político del Pontífice como a la influencia creciente de la prensa; se sabe, además, que existieron al menos dos planes para liberar a Edgardo y devolverlo al lado de sus padres, uno de ellos aprobado por el gran héroe de la liberación de Italia, Giuseppe Garibaldi. 

El papa Pío IX ordenó que el pequeño Edgardo Mortara fuera separado de sus progenitores y enviado a Roma.

El papa Pío IX ordenó que el pequeño Edgardo Mortara fuera separado de sus progenitores y enviado a Roma. / EPC

Nada de eso logró torcerle el brazo a Pío IX, que había accedido al papado gracias a su reputación de liberal pero que, tras los movimientos revolucionarios que sacudieron Europa en 1848, se había revelado como un líder absolutista y reaccionario. “Y, a pesar de todo, fue beatificado por Juan Pablo II”, recuerda Bellocchio. “Otra prueba más de las dificultades que la Iglesia siempre ha tenido a la hora de corregir sus errores”. Irónicamente, el caso Mortara contribuyó a acelerar el fin de los Estados Pontificios puesto que, en parte a causa de la reacción internacional generada por él, el emperador Napoleón III rompió la alianza que Francia mantenía con el Papa y dio su apoyo a los nacionalistas italianos, cuya toma de Roma culminó el proceso de unificación de Italia.

Bellocchio: "Todas las religiones son intolerantes, porque imponen a los creyentes una serie de dogmas de los que es imposible desviarse. Esa actitud abre la puerta a las tragedias"

Bellocchio tiene 83 años y lleva 60 usando sus películas para airear las vergüenzas de la sociedad italiana, ya sea hablando de la familia -en ‘Las manos en los bolsillos’ (1965)-, la burguesía -La balia (1999)-, el fascismo -Vincere’ (2009)-, el terrorismo -’Buenos días, noche’ (2003)-, la mafia -‘El traidor’ (2019)- o, por supuesto, el peso de la religión. En ‘En el nombre del padre’ (1972), por ejemplo, el cineasta saldó cuentas con la educación católica que había recibido de niño. “Mi rechazo de la Iglesia y mi pérdida de la fe tienen sus raíces en las estrictas reglas que la religión me impuso y que iban asociadas a la amenaza de la condena eterna”, comenta. “Me parece horrible que, todavía en la actualidad, haya niños de 7 u 8 años a quienes se inculque el miedo a acabar ardiendo en el infierno”.

El estreno de ‘El rapto’ en Italia provocó la ira de sectores tradicionalistas católicos, que llegaron a tacharla de propaganda anticrisitana. “No he hecho la película para exponer un punto de vista político ni para posicionarme contra el Vaticano en particular”, asegura Bellocchio al respecto. “Pero creo que siempre es importante recordar que todas las religiones son intolerantes, porque imponen a los creyentes una serie de dogmas de los que es imposible desviarse. Esa actitud abre la puerta a las tragedias”.

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