Luto en el punk barcelonés

Muere Morfi Grei, cantante del lado salvaje y del desgarro social, y precursor del punk español con la Banda Trapera del Río

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Jordi Bianciotto

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Su canto desgarrado, con un carisma chulesco no exento de humor siniestro y cafre, al frente de la Banda Trapera del Río, fue una bofetada con la mano abierta al imaginario cultural y social catalán de la Transición. Nadie como él cantó con tal realismo y aspereza a la realidad suburbana de un enclave como la Ciudad Satélite de Cornellà: el paisaje de “barro hasta el pantalón” y “ratas al exterior”, expuesto al “pánico de la noche, el terror y la violación”, retratado en el tema ‘Venid a las cloacas’. Versos ácidos en la voz chirriante de Morfi Grei, figura de choque, punk de primerísima hora (sin ser plenamente consciente de lo que esa etiqueta significaba), que nos dejó la madrugada de este viernes a los 64 años, al no superar las complicaciones derivadas del trasplante de hígado al que se sometió en 2022.

Apenas tenía 17 cuando comenzó a dar la cara al frente de la Banda Trapera del Río, en 1976, en tiempos de convulsiones posfranquistas. Nacido en Melilla (1959), Miguel Ángel Sánchez, Morfi Grei, se vio ubicado, con 13 años, junto a su familia en el barrio de Sant Ildefons, periferia pura y dura en la que pronto comenzó a tramar conspiraciones a golpe de rock’n’roll. La Banda Trapera del Río, bautizada en honor a las ropas que pillaban de los vertederos, y al cercano Llobregat, se abrió paso manejando en modo descarnado una ideología obrera que la situó pronto en la órbita de las izquierdas: conciertos en mítines del PSUC y de otros partidos de corte comunista, también en las Jornades Llibertàries del Park Güell (1977). Morfi compaginó durante un tiempo esa actividad con un empleo en la fábrica de componentes automovilísticos Harry Walker.

Contra el orden layetano

Aunque el punk arreciaba entonces en el Reino Unido, ellos no estaban tan al día. Su sintonía con los tiempos era intuitiva, mezclando sus textos ariscos con ‘riffs’ de rock’n’roll básicos, embestidas hard rock sin florituras y espasmos rebotados del ‘Funhouse’, de The Stooges, viéndose como antídotos frontales del orden escénico catalán de cantautores, ‘jazzeros’ layetanos y rockeros progresivos. A ellos, y a sus teóricos, les dedicaron ‘Eunucos mentales’ (“sois hez de mi mente”). Tomaron parte en el festival punk de L’Aliança de Poble Nou (1977, encabezado por una figura, Ramoncín, que veían claudicante y comercial) y en el Canet Rock de 1978, el de Blondie y Nico. 

Decir que aquel primer álbum de la Trapera, publicado por Belter, iba a contracorriente era quedarse corto. Estridente textura rockera, el canto y los berridos tenebrosos de Morfi (declamando con un aire teatral decadente), y esos textos salidos de la desesperación, que eran un toque de alerta hacia una realidad social ocultada, con perlas líricas como ‘Curriqui de barri’ o ‘Nacido del polvo de un borracho y del coño de una puta’. Y ‘La regla’, canción vetada en diversas radios, RNE entre ellas (y que, explicaba Morfi años después, apuntaba a la necesidad de informar a las adolescentes acerca de la sexualidad y de los entonces frecuentes embarazos de penalti). Repertorio con un tema en catalán, ‘Ciutat podrida’, con texto de la poeta Esther Vallès (hubo algunos más: ‘Dona’, ‘Els 600 – Tina els Dits’).

Poco impresionables

Por supuesto, la gracia era que no se sometían a norma, sugerencia o recomendación alguna para llegar a un público más amplio, si bien es posible afirmar que la Trapera no perdió ninguna oportunidad de perder una oportunidad, incluyendo desencuentros con ‘majors’ como CBS, que les propusieron suavizar su sonido. El grupo estableció una alineación troncal con las guitarras de Tío Modes (solista) y Rockhita (rítmica), y la batería de Juan ‘Raf’ Pulido, a los que se sumaron sucesivos bajistas: ‘Rayban’, ‘El Montoya’ y el definitivo, Jordi Pujadas, ‘El Subidas’. En 1979 telonearon a Ian Gillan, excantante de Deep Purple, en el Palau d’Esports. 

Singladura con constantes brotes de caos, la suya, entre conciertos de los que podían llegar a salir escoltados por la Guardia Civil, reyertas a pie de escenario y el creciente flujo de sustancias cada vez más peligrosas. En 1982 grabaron un segundo álbum, ‘Guante de guillotina’, más poético, un poco menos lacerante, que se encalló en los despachos discográficos y no vio la luz hasta una década después. A estas alturas, las adicciones duras campaban en la banda, y con ellas, un deterioro de las relaciones personales. Disuelta la Trapera, Morfi Grei se lanzó en solitario con un notable epé, ‘Aliento de noches’ (1984), en el que tomó parte Tío Modes. En paralelo, Emilio Hita, Rockhita, se hizo policía nacional y se vio enseñando a tocar la guitarra a David y José Muñoz, futuros Estopa, en el bar de la familia, ‘La Española’, al que estos acudían al salir del colegio.

Una nueva generación

Pero la estela de la Banda Trapera del Río fue creciéndose y cobrando formas mitológicas, como un ejemplo de rock insobornable, fascinante para rockeros urbanos, bandas del rock radical vasco y garajeros, y ejerciendo un influjo en la escena alternativa de los 90. Tras la reedición del primer álbum, en 1992, Morfi volvió a armar el grupo (con Tío Modes, Pulido y Pujadas). Dos años y medio de gira exultante en la que se vieron las caras con una nueva generación de público, también en la industria independiente: del reencuentro salió un disco en vivo, ‘Directo a los cojones’ (1994), y otro de estudio con temas nuevos, ‘Mentemblanco’ (1995), ambos publicados por sus jóvenes admiradores de Munster Records. 

Morfi Grei dejó atrás el descontrol existencial de otros tiempos y emprendió una nueva vida como señor casado y de vida ordenada, trabajando en la empresa de turrones de la familia de su esposa. El culto a la Trapera seguía en alza, como reflejó el libro ‘Escupidos por la boca de Dios’ (Munster Books, 2007), de Jaime Gonzalo, crítico musical que se vinculó también como guionista del filme ‘Venid a las cloacas’, de Daniel Arasanz (2010, premio In-Edit al Mejor Documental Musical), mientras la Trapera iba perdiendo a varios de sus miembros clave: fallecieron Tío Modes y Rockhita (ambos en 2004) y ‘Raf’ Pulido (2010). La llamada del rock’n’roll volvió a hacer de las suyas y la Trapera tuvo otros dos ciclos de vida con recambios en sus filas, en 2009-10 y de nuevo a partir de 2016. Años en los que Morfi sufrió graves crisis de salud, con una depresión y un ingreso por trastorno bipolar. Y, pese a ello, nuevos proyectos musicales: Electroputas, Subtrabelios (con miembros de Decibelios y Subterranean Kids), La Ley de Morfi. 

En mayo de 2022, Morfi Grei despedía a La Banda Trapera del Río con un concierto en la sala Wolf, en vísperas de un trasplante de hígado. Decía entonces a este diario que su situación clínica no era la causa del final del grupo, que se había decidido un tiempo antes, en 2019, cuando vio la luz su último álbum, ‘Quemando el futuro’. “La Trapera es como un mito, pero ya no tiene sentido seguir arrastrándola por los escenarios”, decía a este diario, situando con todo a la música en el centro de su paisaje emocional. “El rock’n’roll arruinó mi vida una vez más, y de nuevo la salvó”, cavilaba, dejando claro que, aun sin la Trapera, no pensaba tirar la toalla. “A mí me sacan de los escenarios nada más que con las botas por delante”.

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