La Pedrera y la Casa Batlló, dos joyas de Gaudí

La Casa Batlló abrirá al público la tercera planta, donde hasta ahora residía la última descendiente

Gary Gautier y Elena Colomé Rakosnik en la Casa Batlló.

Gary Gautier y Elena Colomé Rakosnik en la Casa Batlló. / Ferran Nadeu

Leticia Blanco

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El 79,2% de los visitantes que viene a Barcelona a pasar unos días incluye una visita cultural en su plan, dicen las encuestas. En el bicentenario y frecuentadísimo Passeig de Gràcia, entre la avalancha de tiendas de lujo y ‘fast fashion’, hoteles, bares y restaurantes, la cultura resiste en un puñado de números: ahí están los Cines Yelmo Comedia (que abrieron como teatro en 1941 y se transformaron en cine en 1961), la Casa del Llibre (desde 1999), el Palau Robert, el nuevo museo inmersivo dedicado al modernismo en la Casa Amatller inaugurado el pasado mayo y, con rango de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, las dos joyas arquitectónicas que Antoni Gaudí diseñó a principios del siglo XX para dos familias ricas de Barcelona: la Casa Batlló y La Pedrera.

A por el millón y medio de visitantes

La Pedrera y la Casa Batlló reciben alrededor de un millón de visitantes cada año. Ambas tratan de encontrar el ansiado equilibrio entre el turista y el barcelonés, la asignatura más difícil de aprobar. La entrada a la Casa Batlló cuesta 29 euros, la de La Pedrera algo menos, 25. Tras al parón pandémico, la recuperación de público está siendo espectacular en la Casa Batlló, que este 2023 cerrará un año histórico con más de 1,5 millones de visitantes, lo que supone un incremento de más del 50% respecto a 2022 según su responsable, Gary Gautier. Las claves, explica, son varias: la subida del público local, una nueva propuesta expositiva (una experiencia inmersiva, como no podía ser de otro modo) y el despertar, lento pero seguro, del turismo proveniente de China y Estados Unidos.

Gary Gautier y Elena Rakosnik en la terraza de la Pedrera.

Gary Gautier y Elena Rakosnik en la terraza de la Pedrera. / Ferran Nadeu

Desde la pandemia, la Casa Batlló ha triplicado el número de locales que se animan a visitarla. “Es lo más difícil de conseguir porque como está siempre ahí, es complicado que el barcelonés se anime a venir a vernos. Necesitas una palanca de interés extra que vaya más allá del ‘must visit’. Precisamente por eso es la visita que más ilusión nos hace”, confiesa Gautier. Solo el 11% de los visitantes de la Casa Batlló son barceloneses.

En La Pedrera, que prevé cerrar este 2023 con alrededor de 1,2 millones de visitantes, los locales son el 25% de los que visitan el edificio, explica la responsable de actividades y visitas al edificio, Elena Colomé Rakosnik. En las estadísticas de los que pagan por ver la exposición, el porcentaje se invierte: la gran mayoría, más de un 75%, son nacionales. “Nosotros abrimos algunas franjas horarias solo para residentes y les ofrecemos un precio especial. El pack 2x1 post-covid nos funcionó muy bien”, apunta Gautier.

Cómo seducir al barcelonés

La Pedrera se ha ido reconciliando en los últimos años con el visitante local gracias a una firme apuesta por artistas vivos conocidos y admirados por el gran público. El aterrizaje de Jaume Plensa dio muchísimo que hablar: sus esculturas fueron subidas por grúas a la terraza del edificio y Flora, la que se instaló temporalmente en la entrada, se convirtió durante meses en fondo de ‘selfie’ casi obligado.

Con la exposición actual, la de Antonio López, se salda una deuda histórica de Barcelona con el pintor de Tomelloso, uno de los grandes maestros del arte figurativo español que nunca había protagonizado una exposición en la ciudad. Y el próximo mes de marzo aterrizarán en La Pedrera las cerámicas de Miquel Barceló, el artista español vivo más cotizado junto a Plensa.

Elena Colomé Rakosnik, responsable de La Pedrera, en la terraza del edificio.

Elena Colomé Rakosnik, responsable de La Pedrera, en la terraza del edificio. / Ferran Nadeu

El tercer piso de la Casa Batlló, por descubrir

En La Pedrera conviven oficinas de la Fundación, otras empresas y vecinos. En la Casa Batlló también residía hasta hace cuatro años la última descendiente de los Batlló. Tenía 94 años y residía en la tercera planta, que se está restaurando desde hace dos semanas y que Gautier describe entusiasmado como “una mina de sorpresas”. “Toda la planta estaba de origen y ahora estamos recuperado estucados originales, descubriendo capas y capas que hacen florecer registros nuevos. Nos está haciendo replantear por completo aspectos del resto del edificio”, señala.

También se están restaurando toda la fachada posterior de la Casa Batlló (balconeras y patio incluidos) y un pasillo de la planta baja. “De aquí a junio nos queda guerra”, bromea Gautier sobre unas obras meticulosas que implican a nueve gremios distintos.

¿Qué pasará con el tercer piso de la Casa Batlló? “Lo abriremos al público. Aunque todavía no sabemos de qué manera. Quiero huir de los modelos actuales, me gustaría hacer algo nuevo. No queremos incluirlo como una cosa más en la visita actual ni alquilarlo para eventos, que son caros, lentos y aburridos. Me parece un enfoque muy carca. Estamos viendo de qué manera podríamos abrirlo de manera más fácil, accesible y cercana, para la gente de aquí también”, confiesa.

Gary Gautier, CEO de la Casa Batlló.

Gary Gautier, CEO de la Casa Batlló. / Ferran Nadeu

Neurodivergente

Un hecho poco conocido de la Casa Batlló es que en ella trabajan unas 70 personas neurodivergentes, la mayoría con autismo. “Lo hacemos porque podíamos hacerlo. ¿Por qué no? Entras y te reciben cada día con una sonrisa enorme. Te cambia la vida la relación diaria con ellos”, cuenta Gautier. “A los que no nos ha costado encontrar un trabajo nos es más difícil ponerlo en valor, pero en general, tener un trabajo dignifica mucho la vida”, reflexiona. “Tenemos un equipo de cuatro psicólogos que les dan asesoramiento puntual porque a veces se estresan. Pero es muy enriquecedor trabajar con ellos”, añade.

Los Milà y Chupa Chups

La Casa Batlló fue construida en 1877 por Emilio Sala. En 1903 compró el edificio el industrial textil Josep Batlló, que encargó a Gaudí una remodelación que se efectuó entre 1904 y 1908 y que dio como fruto la espectacular fachada ondulante y colorista, inspirada en la naturaleza. El edificio es hoy propiedad de los hijos de Enric Bernat, el inventor del Chupa Chups, que la adquirió en 1993, en pleno auge turístico postolímpico.

En 2006, tres años después de que el empresario falleciese, los Bernat vendieron el fabricante del caramelo con palito a la multinacional italiana Perfetti Van Melle y se centraron en su explotación. Las visitas al edificio modernista, que abrió al público en 2001, superaron por primera vez en 2016 el millón de personas. En 2017 emprendieron unas ambiciosas obras de restauración y rehabilitación que finalizaron en 2021.

Flora, la escultura de Plensa que estuvo delante de La Pedrera mientras duró la exposición del artista.

Flora, la escultura de Plensa que estuvo delante de La Pedrera mientras duró la exposición del artista. / Jordi Cotrina

Antoni Gaudí solo hizo 3 edificios de viviendas: el primero fue la Casa Calvet de la calle Caspe (el único que no está abierto al público), luego la Casa Batlló y por último la Casa Milà, que acabó mal por discrepancias con el ayuntamiento, los vecinos y la familia Milà. Gaudí quería, entre otras cosas, coronar el edificio con una escultura de la Virgen María.

La Pedrera fue la primera casa de Passeig de Gràcia con parking subterráneo para los carruajes y es de los pocos edificios de gran envergadura sin un solo muro de carga, construido a base de columnas y espacios abiertos, por eso tiene tanta luz. Durante la guerra fue ocupada por el PSUC mientras los Milà veraneaban en Blanes. Desde el año 2013, es propiedad de la Fundació Catalunya-La Pedrera, que es la encargada de organizar exposiciones, actividades y visitas.

Gaudí es el primer motor turístico de Barcelona y Catalunya. Según el Observatori del Turisme, el Park Güell fue visitado en 2022 por 4.660.467 personas; la Basílica de la Sagrada Família por 3.781.845, la La Casa Batlló por 932.851 y La Pedrera, por 677.663. Cuatro de los seis espacios de interés arquitectónico más visitados en Catalunya llevan la firma de Gaudí.

Una turista en la Casa Batlló.

Una turista en la Casa Batlló. / Jordi Cotrina

Convivir con la densidad

El Passeig de Gràcia tiene una densidad de visitas comparable a la de Picadilly, los Campos Elíseos o la Quinta Avenida. Pero no todas esas avenidas tan comerciales conviven con instituciones culturales, señalan Gautier y Colomé, que son conscientes de la “densidad” y aplauden los esfuerzos hechos desde el ayuntamiento para diluirla, como la reforma que unificó la acera con el carril lateral o la pacificación de Consell de Cent.

“Todos buscamos estrategias para impactar lo menos posible en el espacio público y no molestar con nuestras colas. Creo que hemos de estar contentos por la vuelta del turismo. La cuestión es que sea de calidad y no masivo”, apunta Colomé. Para Gautier, “Barcelona en los últimos años ha mejorado su modelo de ciudad. Hay cosas que se pueden mejorar, como la seguridad, pero creo que estamos muchísimo mejor que donde estábamos hace cinco o diez años”. 

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