Un documental de nueve horas

La Filmoteca de Catalunya proyecta por primera vez ‘Shoah’, el testimonio implacable del Holocausto de Claude Lanzmann

Una imagen de 'Shoah', de Claude Lanzmann.

Una imagen de 'Shoah', de Claude Lanzmann. / EPC

Quim Casas

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La cruda realidad de los campos de exterminio nazi y del Holocausto judío ha sido mostrada por el cine de forma directa tanto en películas documentales como de ficción. Uno de los primeros filmes fue el corto ‘Noche y niebla’ (1956), en el que Alain Resnais combinó imágenes de archivo del horror en el campo de Auschwitz con las que filmó en color 11 años después de la liberación. Aparecerían más materiales, como los mostrados en ‘Falkenau, visión de l’impossible’ (1988) de Emil Weiss, que contiene las imágenes rodadas en 16 mm y sin sonido por el futuro cineasta Sam Fuller cuando entró con su unidad de combate en el campo de concentración checo de Falkenau, y ‘Memory of the champs’, un documento archivado durante siete décadas en el que Alfred Hitchcock supervisó el montaje de escenas registradas por los operadores de los ejércitos británico, soviético y estadounidense durante la liberación de los de exterminio.

En cuanto al cine de ficción, el tema ha sido tratado de muchas maneras, del tono de fantasía y comedia dramática impuesto por Roberto Benigni en la popular ‘La vida es bella’ (1997) a la crudeza cámara a mano de ‘El hijo de Saúl’ (2015) del húngaro László Nemés, pasando por ‘El niño con el pijama de rayas’ (2008) de Mark Herman y la reciente ‘La zona de interés’ de Jonathan Glazer, un verdadero tratado sobre la abyección humana.

 Pero es ‘Shoah’ (1985), la magna obra del francés Claude Lanzmann, la película que de una forma más amplia y testimonial ha reflejado el horror de los campos nazis y del genocidio perpetrado sobre el pueblo judío. Lanzmann, fallecido en 2018, dedicó más de una década a elaborar esta película de nueve horas y media de duración que la Filmoteca de Catalunya proyectará, dividida en dos partes, los próximos días 25 y 26 de noviembre, dentro de la retrospectiva dedicada al cineasta y organizada a medias con la Mostra de Cinema Espiritual de Catalunya. 

 El ciclo, que comienza este miércoles con una mesa redonda sobre Lanzmann, incluye otros títulos fundamentales suyos sobre la misma temática, a veces realizados con materiales que no utilizó en ‘Shoah’ (al parecer prescindió de 200 horas de metraje filmado), caso de ‘El informe Karski’ (2010), así como su primera película, ‘Pourquoi Isräel’ (1973), sobre la creación del Estado de Israel, y otra de las más definitorias, ‘Sobibór, 14 octobre, 1943, 16 heures’ (2001), entrevista con el líder de la insurrección de presos judíos que tuvo lugar ese día a esa hora en el campo de exterminio de Sobibór, en Polonia.

 Quizá porque el mundo ya había visto imágenes suficientes de la barbarie desde que se celebraron los juicios de Nuremberg, quizá porque debe mostrarse el horror de manera distinta otorgando relevancia a los supervivientes, Lanzmann decidió que en ‘Shoah’ no aparecerían imágenes de archivo de los campos de concentración. Su dispositivo resultó muy innovador y ha proseguido en documentalistas que han explorado genocidios perpetrados en otras latitudes: filmar el testimonio de las personas que vivieron aquellas tragedias, tanto las víctimas como los verdugos, sin ningún tipo de falsa reconstrucción ni subrayado musical.

El cineasta Claude Lanzmann, en una imagen tomada en 2016.

El cineasta Claude Lanzmann, en una imagen tomada en 2016. / AFP

La cámara de Lanzmann acompaña a algunas de estas personas a los lugares donde ocurrieron los hechos y fija en celuloide sus recuerdos en un brillante ejercicio de memoria histórica y oral. Solo de esta forma creía Lanzmann que podía transmitirse en pantalla la verdad, por muy doloroso que fuera el proceso por el que hizo pasar a las personas entrevistadas.

 Como escribió Simone de Beauvoir, es una película de rostros, voces y lugares y como estos últimos expresan tanto como las voces grabadas y los rostros filmados. El proyecto fue madurando a lo largo de esos casi 12 años desde que un alto cargo del Ministerio de Exteriores de Israel, y amigo personal de Lanzmann, le pidió que realizará no una película sobre la shoá, sino “una película que sea la shoá”.

Había algo de autobiográfico en la propuesta, ya que Lanzmann era judío, pudo ser deportado en cualquier momento a un campo de concentración y fue miembro de la Resistencia y del maquis. “El tema de mi película será la muerte misma, la muerte y no la supervivencia” escribió el cineasta. Shoá quiere decir catástrofe en hebreo y es el término utilizado para hablar del holocausto. Hoy, cuando el conflicto en Oriente Medio alcanza cotas de violencia inimaginables, ver completa la película de Lanzmann por primera vez en la sala de la Filmoteca en Barcelona es una experiencia necesaria y reveladora.n