Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Otro aburrido 12 de octubre hasta que…

leonor

leonor / david castro

Los reyes llegaron al desfile militar del 12 de octubre como Victoria Beckham lo hacía cuando su padre la acompañaba al cole: en Rolls Royce. Pedro Sánchez había llegado solo unos minutos antes y aunque esta vez la ministra de Defensa tuvo sumo cuidado en alejar al público asistente de la tribuna de autoridades; los gritos e insultos al presidente del Gobierno en funciones se escucharon igual. A diferencia de otras ocasiones, esta vez el socialista se mostró algo afectado. Cabizbajo (intentando pasar inadvertido como tratan de hacer los altos) y masajeándose el entrecejo para intentar tranquilizarse (porque aquello no había hecho más que empezar). "Que te vote Txapote", gritaba con fuerza parte del púbico. No será porque las víctimas del terrorismo no hayan pedido expresa y reiteradamente que no se vocifere tal lema; ¿pero qué es la fiesta nacional sino el día que se practica bullying contra el jefe del Ejecutivo de turno? El himno de España los silenció por un momento (y en estas, hasta un rojo separatista se hubiera alegrado de tal descanso auditivo…).

La princesa de Asturias acudió por primera vez a la cita ataviada con un uniforme de gala. El escogido fue el del Ejército de Tierra (su padre, el rey, lucía el del Aire) y no se lo quitó ni siquiera para la posterior recepción en el Palacio Real (en cambio, Felipe VI sí pasó a vestirse de civil). Aunque existe la versión con falda, Leonor prefirió el pantalón. Advertidos los incomprensibles vestidos que le ponían a la chiquilla hasta la fecha, lo cierto es que la vestimenta militar la favorece enormemente.

Sin embargo, se la detectaba novata en el manejo de tales galas. No paraba de recolocarse la chaqueta y el cinturón, y al acabar de saludar a las autoridades se le cayó un guante. Ávida y veloz, Leonor lo recogió. No sé si porque la princesa se rige por la regla de los cinco segundos (esa que no opera para los escrupulosos, pero sí para al mundo en general cuando cae un objeto al suelo) o porque una mirada de reproche de Letizia puede ser letal (más que las bacterias para un misófobo). La reina volvió a demostrar su carácter perfeccionista cuando unos segundos antes de empezar el besamanos se aseguró de que el uniforme de la niña (¡que va a cumplir ya 18 años!) estuviera en su sitio...

Besamanos interrumpido

Había que saludar a dos mil personas por lo que el besamanos tenía que ser ágil. Sin embargo, se interrumpió hasta en tres ocasiones. Primero porque Letizia se detuvo con Ione Belarra. No sabemos si el comentario se refirió al 'look' de la secretaria de Podemos, pero esta vestía un chal negro con bordados artesanales palestinos (así como en su día la reina se significó luciendo una blusa artesanal ucraniana ante la invasión rusa...). El rey, por su parte, lo hizo para transmitir el pésame y condolencias a la embajadora de Israel.

Pero el verdadero tapón se ocasionó tras estrechar la mano de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Uno de los siete padres de la Constitución -madre no hay ni una, así salió la cosa...- advertía con bastón en mano que sus piernas no le permitían ir más deprisa. El monarca le respondía con un gesto de "paciencia, no se preocupe". A fin de cuentas, las cosas de Palacio… Sin embargo, dos pasos después, Felipe VI cayó en la cuenta que también podía moverse él. Así que se acercó y la reina y la princesa le siguieron. "Sabes quién es, no?", le preguntó el rey a su hija. Leonor afirmó y sonrió (cómo para no saberlo, en dos semanas se examina de ello...). Tras saludarlo, la familia real regresó de nuevo a su posición inicial mientras aquel pobre hombre seguía luchando por avanzar.

Nadie de los que le seguían en la fila habría osado avanzar a un anciano, pero alguien de protocolo le indicó al siguiente que tuviera la amabilidad de adelantar a Herrero de Miñón y así se activó el paso momentáneamente (aunque también alguien podía haberle prestado un brazo o ayuda al anciano). Pero seguramente jamás se podrá escenificar mejor por qué es necesario reformar, mejorar y avanzar con la Constitución de 1978. No es falta de respeto, es supervivencia generacional.

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