Premio Formentor

Pascal Quignard: "Hay algo salvaje en la escritura que requiere un aislamiento”

Pascal Quignard: "Me importan más las obras que los creadores"

El escritor francés Pascal Quignard, Premio Formentor 2023.

El escritor francés Pascal Quignard, Premio Formentor 2023. / Begoña Rivas

Leticia Blanco

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En 1994 Pascal Quignard decidió dejarlo todo y retirarse de la vida pública para dedicarse a la literatura. “Llevaba 25 años como editor en Gallimard, había trabajado con tres generaciones, Claude, Antoine y Gaston. Tenía dos opciones: dedicarle otros 25 años más o dejarlo todo. Escogí lo segundo, aunque tuve miedo”, reconoce el autor del superventas ‘Todas las mañanas del mundo’.

La novela, llevada al cine por Alain Corneau y protagonizada por Gérard Depardieu, se convirtió en un fenómeno a principios de los 90 (diez millones de espectadores solo en Francia) y selló su amistad para siempre con Jordi Savall, autor de la banda sonora y culpable, junto a Quignard, de la recuperación popular de la música del barroco, protagonista en la novela y la película.

Quignard confiesa hoy, tres décadas después, que aquella decisión le costó dinero y todas sus amistades. “A los amigos les gusta compartir valores y detestan que les pongas en entredicho”, desliza. Pero asegura que cortar lazos con la escena literaria y los círculos intelectuales parisinos le ha hecho “cada vez más feliz” y le ha permitido entregarse a la escritura como quien se ordena sacerdote.

Lo dice sosegado y sonriente en el hotel Canfranc Estación, en Huesca, a pocos kilómetros de la frontera francesa, la estación de tren que fue testigo en el pasado de un trajín bélico formado por nazis, espías y fugitivos judíos, hoy convertida en hotel que este fin de semana acoge las Conversaciones Literarias de Formentor, en las que el escritor francés es homenajeado. 

Vuelve Sainte-Colombe

Galaxia Gutenberg acaba de reeditar ‘Todas las mañanas del mundo’ y publica su última novela, ‘El amor el mar’, ambas unidas por el hilo de un personaje real, Monsieur de Sainte-Colombe, el compositor y violagambista francés del siglo XVII del que apenas se conocen datos biográficos y que reaparece como personaje. “No sabemos muchas cosas de él, pero tenemos su música. Y eso nos permite comprender sus emociones. Yo toco su partituras cada noche al piano para mimetizarme con su universo. Y cada año, desde hace 30, me reúno con mi amigo Jordi Savall para un concierto en el que le recordamos. Podría decirse que tengo una amistad especial con él”, afirma el escritor y músico, un feliz ermitaño que se mantiene orgullosamente al margen del ecosistema literario, aunque nunca ha parado de ganar premios.

Pascal Quignard, Premio Formentor.

Pascal Quignard, Premio Formentor. / Begoña Rivas

"La literatura es algo vertical"

“La profesión de editor ha cambiado. Cuando yo estaba en el comité de lectura de Gallimard no podíamos ver a los autores. Fue André Gide quien tuvo esa idea, no quería que hubiese contacto para que no existiera una influencia entre el autor, el lector y el editor”, recuerda. “Luego eso cambió y empezamos a acompañar a los autores porque lo necesitaban. Para mi la literatura es algo vertical, algo que existe entre uno mismo. La crítica, la publicación, lo que aparece en los diarios… todo eso no pertenece al que escribe. Hay algo salvaje en la escritura que requiere un aislamiento. En el fondo, el que escribe siempre es un poco prisionero”, apunta el autor de ‘Villa Amalia’ y ‘Las sombras errantes’, con la que ganó el Goncourt en 2002.

¿Dónde queda entonces el lector en esa ecuación? “Estamos aquí, en Canfranc, rodeados de imponentes montañas y bosques, en un sitio precioso donde los ciervos tienen, seguro, sus disputas. Pienso que, de la misma manera que la naturaleza no tiene público, lo mismo sucede con la literatura. En realidad, no hay un público objetivo”.

Contra el puritanismo

Para Quignard, el hombre que decide apartarse de la sociedad ha existido siempre. “Es algo que está en el taoísmo, el budismo y el cristianismo, no es tan raro. No sé por qué a nuestra sociedad le gusta tanto la integración. Siempre ha habido individuos que deciden separarse del grupo, igual que sucede en las sociedades animales”, reflexiona un autor que se confiesa barroco, más preocupado por la intensidad que por la perfección, del que el jurado ha alabado su “deslumbrante erudición” y “la destreza con que se sustrae a la banalidad textual” y al que le gustaría que le recordaran en una categoría similar a la de Colette.

“La literatura que más he disfrutado es la de los sentidos. Me gusta escribir de las experiencias sensuales con admiración. He escrito tres ensayos sobre el sexo y me entristece ver el puritanismo y la censura, sobre todo en las películas americanas", opina Quignard. "La transformación del deseo femenino ha perdido en el camino la idea tan rica y revolucionarioa de Freud respecto al sexo y el amor. Han vuelto los roles a la disputa sexual”.