CRÍTICA DE LIBROS

'La conejera', de Tess Gunty: todo a la vez y en todas partes

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tess gunty a

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Sergi Sánchez

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A veces las primeras novelas se escriben como si fueran las últimas: como si no hubiera un después, como si todas las ideas y los aprendizajes debieran encontrar un solo espacio de expresión. En 'La conejera', flamante ganadora del National Book Award en 2022, Tess Gunty encuentra en esa urgencia, en ese desbordamiento, la razón de ser de su estilo. En un primer impulso, parece que los capítulos del libro corresponderán a los distintos pisos de un destartalado bloque de apartamentos de la no menos destartalada ciudad del Medio Oeste Vacca Vale, pero Gunty no sucumbirá a la lógica cartesiana de '13, Rue del Percebe', porque los personajes escogidos -desde una madre que teme la mirada incendiada de su bebé hasta dos septuagenarios resentidos, pasando por una solterona que escribe obituarios en una página web- aparecerán y desaparecerán como disparos al aire, y sus trayectorias abrirán líneas narrativas que podrán alimentar o no lo que ocurre en el piso principal, ocupado por una chica, bella y mística, Blandine Watkins, la auténtica protagonista de la novela, y tres jóvenes apóstoles de moral ambigua, los cuatro iniciándose en la vida adulta después de haber crecido en familias de acogida. Desprendiéndose, pues, de las convenciones estructurales de la arquitectura de este edificio en ruinas, nos damos cuenta de que cada capítulo puede leerse como un relato independiente, pero tampoco, porque gradualmente, de forma digresiva e imprevisible, sabremos que todos los caminos, por muy tortuosos que sean, confluyen en Blandine. Advertiremos que cada capítulo es una exhibición expresiva que, a veces, trasciende lo novelesco, porque aquí también hay cabida para la necrológica, la poesía o la ilustración. Así las cosas, 'La conejera' es todo a la vez y en todas partes, una metáfora del solipsismo huracanado que amenaza al ser humano cuando el apocalipsis le parece poco, una idea antigua. 

Quizás demos la impresión de que esta es una novela caótica, cuando sus registros polifónicos siempre apuntan a una sola dirección, que es la voz de esa chica de 18 años que abandona su cuerpo al empezar el texto. Una voz culta y desencantada que inicia un viaje astral hacia atrás, rebobinando el lenguaje, en una lucha múltiple -contra el abuso sexual, pero también contra la precariedad, la soledad, la falta de conexión con el mundo y la devastación ecológica- que linda en la locura. En la primera conversación que Blandine tiene con una vecina en la lavandería, el lector puede sospechar que a Gunty se le ha ido la mano a la hora de trabajar el registro de esa voz, que se filtra como lluvia en tierra sedienta a lo largo de toda la novela y que parece levitar por encima de lo humano, pero lo cierto es que ella, Blandine (o su alma), es la narradora secreta, transfigurada, de todo lo que ocurre en el texto. Su absoluto protagonismo se define en el mejor capítulo del libro, 'Variables', cuando aún no es Blandine sino Tiffany, una prueba espectacular de la capacidad de Gunty para convertir la complejidad emocional de la relación clandestina entre un profesor de instituto cuarentón con una menor en un ejercicio de altos vuelos literarios, que no desentonaría como relato estrella en una colección de Lorrie Moore o David Foster Wallace. 

'La conejera' / 'La conillera'

Autor:

Tess Gunty.

Traducción:

Ce Santiago / Alba Dedeu

Editorial:

Sexto Piso / Edicions de 1984

425 páginas. 24,90 euros