GALARDÓN
La "implacable" Silvia Hidalgo gana el Premio Tusquets de novela
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Elena Hevia
Periodista
Silvia Hidalgo (Sevilla, 1978), que ya despertó mucho interés por su novela ‘Yo, mentira’ publicada en el pequeño sello Tránsito, ha saltado ahora a las ligas mayores gracias al Premio Tusquets que ha galardonado su novela ‘Nada que decir’ que se publicará en octubre. Como aquella y como la anterior, esta podría cerrar una trilogía existencial y generacional de las mujeres de hoy en la franja que va de los 30 a los 50. Aquí la protagonista en la cuarentena está atrapada en una vida aparentemente confortable en un matrimonio que se deshace internamente, una hija que la ata a los cuidados y una ambición profesional que la lleva a una gran autoexigencia. En esta novela, explica el editor Juan Cerezo, “hay una mujer que quiere hacer las paces consigo misma mientras intenta salir del atollero de su separación sin autocompasión y con una valentía tremenda reconociendo que quiere descubrir su deseo con una gran veracidad”.
Esta bomba de relojería de insatisfacciones y nuevos caminos estalla a un ritmo vertiginoso, el marcado por la autora en una prosa que es puro hueso esencial. Definido por el jurado formado por Antonio Orejudo, Bárbara Blasco, Eva Cosculluela, Cristina Araujo y el editor de Tusquets, Juan Cerezo, el libro es en palabra de estos “un deslumbrante retrato psicológico de una mujer enfrentada a sus contradicciones y a la vorágine de la vida moderna, una historia veraz y lacerante sobre la vivencia del deseo”.
Mujeres desquiciadas
Comparada por su nueva editorial a Marguerite Duras a causa de las escenas turbadoras que plantea y un estilo “que deja zarpazos” y que Antonio Orejudo ha definido como “implacable”, la autora asegura tener en su altar particular a escritoras que denomina “desquiciadas” y que, entre otras cosas, se muestran muy poco compasivas con sus personajes. “Son Elfriede Jelinek, Olga Tokarczuk, Ariana Harwicz o María Fernanda Ampuero, escritoras que, como en otros casos no son objeto de la violencia, sino que tienen que bregar con su propia violencia interior”.
Establece Hidalgo que esta novela nace de sentimientos muy carnales, muy de piel, con los que nunca nos sentimos cómodos: “Son sentimientos que nos hacen sentir vulnerables como el despecho, la ira o incluso la envidia. La protagonista tiene una historia de desarraigo y de desamor, no solo romántico, sino de desamor en general por la vida y eso le provoca un gran enfado dirigido hacia el mundo”. Enfado, ira, indignación que ponen al personaje en el camino para descubrirse a sí misma -y finalmente perdonarse- a costa de abordar incluso una relación extramarital con un hombre tóxico que ella llega a denominar ‘hombre tumor’.
El título arrastra un voluntario sentido ambiguo porque, realmente, la protagonista sí que tiene mucho que decir. “Ella no habla para protegerse, para que no le hagan daño y además ese título encierra una reflexión sobre la resignificación de las palabras que ya no se interpretan de la misma manera que antes. ¿Porque qué significa cuando alguien te dice cariño, que le gustas o que te echa de menos? ¿Qué te está diciendo de verdad?”
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