La cita de Sant Boi de Llobregat

Festival Altaveu: de la voz liberadora de Mariola Membrives a la juerga rumbera de Peret Reyes

La aventurera cantante cordobesa y el que fuera palmero de Peret rubricaron conciertos sustanciosos en la 34ª edición de la muestra, que acogió también el folk del emergente grupo barcelonés River Omelet

Actuación de Peret Reyes en el festival Altaveu de Sant Boi

Actuación de Peret Reyes en el festival Altaveu de Sant Boi / Jordi Otix

Jordi Bianciotto

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El venerable Altaveu de Sant Boi, con 34 ediciones a sus espaldas, se las ingenió para armar un cartel con mucha miga este fin de semana, ajeno al tam-tam promocional de la temporada, con amplios perfiles estilísticos y un denominador común en la atención hacia la raíz. Muestras vistosas las tuvimos el sábado en la cohabitación del flamenco vanguardista de Mariola Membrives con el folk de River Omelet y, reinando en la plaza del Ajuntament, el palmero de palmeros Peret Reyes, en la fogosa ‘Nit de rumba catalana’.

A Peret Reyes, el oficio, y la gracia natural, se le advirtieron nada más salir a escena, sentándose frente a una mesa que convirtió en instrumento de percusión, agarrando luego la guitarra y ‘ventilando’ a discreción. Recital de antología, con novedades, hitos y reliquias, como esos tanguillos de los años 30 y 40 (“así nació la rumba, en nuestras juergas”), que enlazó con ‘Caballero soy’, número de 1967 de Peret, a quien Reyes acompañó, recordó, durante 38 años. Suspiró por esa candidatura de la rumba catalana a la Unesco. “Però jo, amb que sigui patrimoni català ja estic content, eh?”.

De Peret al Pescaílla

Peret Reyes indicó que, para tocar la “rumba de verdad”, siempre ha bastado con una voz, un guitarra y unas palmas, pero, aunque él empezó así la actuación, pronto se le sumó una guitarra más, y el bajo eléctrico, el piano, la batería, y una bailaora. Tremenda parada para rendir cuenta de los Gipsy Kings (‘Djobi djoba’, el tuneado ‘Volare’) y hacer compatible a Peret (‘Una lágrima’, ‘El muerto vivo’) con Antonio González, ‘El Pescaílla’ (‘Sarandonga’).

A su gran familia, de Gràcia y de la calle de la Cera, se le sumó su hijo Candeli en ‘Marcha’ (el tema de su hermano Ramonet, que grabó Rosario), y un fichaje heterodoxo, el urbano Sie777e, con quien recreó el flamante ‘Embrujo’, a caballo de la rumba y el reguetón. Peret Reyes no pierde comba.

La vida y el arte

En contraste con la fiesta, Cal Ninyo nos brindó una sesión de alto voltaje anímico y estético, grave y poético, con Mariola Membrives, presentando, por fin, ‘La Babilonia’, año y medio después de su edición. La cantante cordobesa ha pasado tiempos difíciles, depresión de por medio. Mucha intensidad, la que se adivina en su vida y en su arte, que seguramente son lo mismo. Sentada primero en un sillón de estilo Luis XIV, alzándose y arrodillándose, tensando la figura y la garganta, y sirviendo al cante con el mayor de los rigores, sugirió una relación se diría que sagrada con su misión, a cuenta del relato justiciero que plantea el álbum.

Piezas que nos hablan del abuso de género y del peso de antiguos códigos de civilización, y que Membrives recorrió erizándonos la piel con su filigrana vocal, su gesto y el sustento de la guitarra aventurada, rica en distorsiones ‘free’, de Davo García, y algunas bases electrónicas. De la procesión insurrecta de ‘Las guardianas’ a Santa Teresa de Jesús, recalando en Hammurabi, la memoria sefardí, el onírico ‘Moonchild’, de King Crimson, y la conclusión de ‘Me mandaron a la tierra’. Ojalá encuentre Membrives el camino de salida de su laberinto.

Flotó ahí una pureza de espíritu que, a su manera, también envolvió el pase de River Omelet, trío de Gràcia que salió victorioso del concurso Altaveu Frontera en la torturada edición de 2020 y que hace camino con su folk a la americana, de refinadas armonías vocales, con ángel y poso. Y suministrador de adorables audacias, como esa fusión de su tema ‘Spring, goodbye’, con ‘Viure sense tu’, de Antònia Font.