Crítica de 'La última reina': un fresco histórico y reivindicativo

El director franco-argelino Damien Ounori y la actriz argelina Adila Bendimerad escribieron juntos el mediometraje ‘Kindil’ (2016), ambientado en una playa en la que todos los bañistas aparecen muertos. Él la dirigió y ella la interpretó. En su segundo trabajo juntos, ‘La última reina’, Bendimerad sigue estando frente a la cámara, pero pasa también al otro lado codirigiendo el filme con Ounouri. Quizás necesitasen aunar fuerzas, ya que esta ambiciosa coproducción entre Argelia, Taiwán y Francia reconstruye una época pretérita, cuenta con varios escenarios, extras y secuencias de batalla más o menos espectaculares.

 Pero, en el fondo, se trata de un relato intimista sobre ambiciones, complots, fidelidades y traiciones. Bendimerad encarna a la última reina del título, Zephira, en la Argelia de 1516. Al arrancar la acción, el pirata Barbarroja libera Argel del yugo español, pero después engaña y asesina al rey argelino y conspira para hacerse con el control del país. Pero no cuenta con la convicción de una de las dos esposas del rey muerto, Zephira, quien planta cara a Barbarroja, procura alianzas y no duda en manipular también para salvar tanto a su país como a su hijo. Un fresco histórico que se debate constantemente entre sus aires de gran producción y su carácter de manifiesto político y reivindicativo con lectura feminista actual. Un debate que las imágenes nunca acaban de zanjar.