Leyenda del rock
Jethro Tull, fiel a sus propias leyes en Porta Ferrada
El grupo de Ian Anderson se mostró incombustible en Sant Feliu de Guíxols combinando sus clásicos con el material de sus dos últimos álbumes, ‘The zealot game’ y ‘RökFlöte’
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Ian Anderson no tenía más que 28 años cuando escribió aquello de ‘Too old to rock’n’roll: too young to die!’, en el lejano 1976, y en realidad no debía preocuparse tanto: hace tiempo que el rock dejó de ser una música asociada al imaginario juvenil (y poco le falta para que simbolice casi lo contrario). Pasadas las décadas, Jethro Tull pervive, fiel a su lógica y a sus venerables claves sonoras, y en las últimas temporadas luce incluso crecido merced a estos dos álbumes lanzados uno tras otro, ‘The zealot game’ (2022) y ‘RökFlöte’ (2023), que salpicaron el repertorio de este martes en el Festival de la Porta Ferrada, en Sant Feliu de Guíxols.
Un Jethro Tull, ciertamente, circunscrito ya sin disimulo a los designios del señor Anderson. Al fin y al cabo, la disolución (breve) de 2012 resultó ser la manera del cantante-flautista de quitarse de encima a su cómplice más duradero y reconocible, el guitarrista Martin Barre. Pero, contando ahora con músicos de semi-nueva planta (en Sant Feliu cursó baja por covid el teclista John O’Hara, cuyas pistas sonaron pregrabadas), Jethro Tull sigue siendo Jethro Tull, con las canciones de Anderson, las nuevas, las antiguas y las muy antiguas, caso de las que abrieron la noche, encabezadas por ‘Nothing is easy’, de 1969.
La flauta mágica
Ahí estuvo el catálogo que un día ancló a Jethro Tull en un suelo movedizo hecho de vestigios de rhythm’n’blues y ‘riffs’ rockeros, abierto al desarrollo psicodélico-prog y el florido apunte folk (aunque, en esta gira, la guitarra acústica brilla por su ausencia). Todo ello, con cierta propensión al arreglo tirando a alambicado y con la flauta como icono, integrada ya en esos temas lejanos: los bucólicos ‘With you there to help me’ y ‘We used to know’, y en medio, el zarpazo guitarrero de ‘Sweet dream’, muy hard rock (y donde se evidenció el rebajado poderío vocal de Anderson).
Los temas de factura moderna, que fueron cuatro, conectaron con la genética del grupo: de ‘Hammer on hammer’, con vistas a la mitología nórdica, al regreso a los sonidos de sintetizador de ‘Mrs. Tibbets’. Temas con los que Jethro Tull nos confirmó, por enésima vez, que le importa un pimiento sonar o no moderno, y que evoluciona según su propia ley.
Y permitiéndose retocar el repertorio y rescatar piezas poco obvias, para satisfacer a los fans hardcore, como las dos elegidas del álbum ‘Stormwatch’ (1979). Junto a ellas, dignos viajes a los clásicos amenizaron las dos partes del concierto (45 minutos cada una, pausa mediante). Sin menciones esta vez para los temas del álbum ‘Thick as a brick’, pero sí para ‘Songs from the wood’ y las totémicas ‘Aqualung’ (muy transformada, demasiado) y ‘Locomotive breath’, testimonios de una era en que la rareza de Jethro Tull movía montañas.
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