Crítica de libros
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Anna Maria Iglesia
Periodista
“La tierra era el veneno necesario para viajar hasta el cuerpo de María y yo tenía que llegar”, afirma Cometierra, la protagonista de la excelente primera novela de Dolores Reyes. La tierra es el veneno, el medio y la herramienta para conocer el paradero de todas aquellas mujeres víctimas de feminicidios quedados impunes y cuyos cuerpos violentados fueron desechados en la tierra. Comer esa tierra, la que una vez pisaron esas mujeres o en la que sus cuerpos yacen, le permite a la protagonista de Reyes saber qué les pasó, conocer la identidad aquel que les quitó la vida. En la tierra está inscrita la violencia de un territorio, el dolor de quienes la habitan y el silencio de la impunidad. Todo está en la tierra. Lo sabe también muy bien Ana Gregoria, una de las protagonistas de 'La mano que cura', la primera novela de la colombiana Lina María Parra Ochoa: “Me comí muchas frutas y semillas, y arranqué raíces y también me las comí, y de todo entendí un poco, sola siempre, sin decir palabras, pero las palabras me aparecían en la mente como si me las hablara alguien en la oreja. Así aprendí que son los poderes”. Como el don de Cometierra, los poderes de Ana Gregoria no están exentos de dolor y, como en el caso de la protagonista de Reyes, sus poderes son, en ocasiones, también una forma de veneno. Por este motivo, Ana Gregoria protege a Soledad, la niña de quien es maestra y que también posee esos mismos poderes: “No se demoraron mucho en encontrar los tres cuerpos, pero la maestra ya no quiso que Soledad vieras esas cosas y la mandó a esperar lejos”. Mientras protege a la niña, Ana Gregoria se enfrenta al dolor más profundo: “Tuvo que aguantarse las ganas de llorar cuando el sobrero negro de su amiga, ya casi deshecho por el tiempo, pero solo le dio un puño al suelo de tierra de la pura rabia. Las tres cabezas estaban juntas. Los habían sepultado en fila”.
La novela se inicia cuando ya ha pasado mucho tiempo de todo esto. Ana Gregoria es una mujer anciana como también lo es Soledad, que acaba de quedarse viuda. Es precisamente la muerte de su marido lo que hace que su hija Lina, poseedora también de esos poderes, si bien no ha tomado conciencia de ellos, vaya a visitar a la anciana “bruja”. Es el primer paso para descubrir verdaderamente quién es ella y para reconstruir parte de ella historia familiar. ¿Qué queda cuando todo se disemina? Queda lo que fue y queda lo que será. Lina se enfrenta así a un destino escrito que solo puede asumir y a una herencia que no puede rechazar.
Parra Ochoa nos adentra en un mundo donde la magia, los conjuros y las creencias populares forman parte de la cotidianidad, son una manera de mirar el mundo. No se oponen a la razón, sino conviven con ella, se entremezclan y se complementan. Parra Ochoa, asimismo, reivindica la figura de la “bruja”, esa mujer que, históricamente, ha sido condenada por unos dones que escapan de toda forma de control. Y lo hace en la misma línea de Mónica Ojeda en Las voladoras, en clave feminista: a pesar de los desprecios o los señalamientos, Ana Gregoria ofrece sus poderes y lo hace para ayudar a otras mujeres, para mirar allí donde otros no mirar, para sacar a relucir cuerpos olvidados… De ahí que Ana Gregoria nos remita tanto a la protagonista del relato 'Sangre coagulada' de Ojeda como a Cometierra, la protagonista de Reyes. La suya, la de Ana Gregoria, como la de Soledad y, finalmente, la de Lina es la mano que cura. Una novela llena de belleza y dolor, una novela de mujeres que cuidan, protegen y miran a los ojos transmitiendo un secreto, el de los poderes, el de la resistencia.
'La mano que cura'
Autora:
Lina María Parra Ochoa
Editorial:
Tránsito
256 páginas. 19,50 euros
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