Crítica de libros

Crítica de 'El libro vacío / Los años falsos' de Josefina Vicens: la escritora que crea sus precursores

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La autora mexicana, admirada por Juan Rulfo, solo escribió estas dos novelas, pero en ellas tensó como nadie los límites de la escritura

Josefina

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Anna Maria Iglesia

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“Híjole, y ahora qué hago; tengo que escribir escribiendo”, comentó Josefina Vicens (Tabasco, 1911 - Ciudad de México, 1988), cuando su primera novela, 'El libro vacío', fue reconocida con el premio Xavier Villaurrutia. Vicens era una absoluta desconocida para un jurado al que le pasó por alto la originalidad de aquel manuscrito, que había despertado también la admiración de Juan Rulfo: “Es magnífico: una verdadera novela. Simple y concentrada, a un tiempo llena de secreta piedad e inflexible y rigurosa”. La autora mexicana lo escribió con 47 años y tardó otros 28 en publicar su segundo título, 'Los años falsos'.

Le bastaron dos libros a Vicens para convertirse no solo en una 'rara avis' de la literatura en castellano, sino y sobre todo en una autora cuya escritura nos conduce “a un lugar propio, personalísimo, intransitado”, en palabras de Sara Mesa, que firma el prólogo de esta nueva edición. 'El libro vacío' inscribe a Vicens en una constelación de autores unidos por la preocupación por la escritura, por el sentido y los límites de la palabra: desde el Flaubert que se interrogaba sobre la posibilidad de escribir sobre la nada hasta el Barthes de 'El grado cero de la escritura', pasando por el Mario Levrero de 'El discurso vacío' y por el Maurice Blanchot de 'El espacio literario'.

Con su primera novela, Vicens crea sus precursores, como diría Borges; no sabemos si Levrero leyó a Vicens y tampoco qué leyó Vicens. Lo que sí sabemos es que estamos delante de una autora preocupada por el lenguaje y que se interroga sobre por qué escribir y, al mismo tiempo, sobre los límites de la escritura: “Hablo de angustia, de atracción, de abismo, pero estas palabras no reflejan lo que quiero decir; son burdas, burdas aproximaciones. Lo que quiero decir es otra cosa”, escribe José García, el protagonista de 'El libro vacío', un hombre que no puede no escribir, pero no sabe ni qué escribir ni cómo escribir. García no llega a ser un verdadero Bartleby, pues es incapaz de renunciar a la escritura: “Yo no quiero escribir. Pero quiero notar que no escribo y quiero que los demás lo noten también”, apunta García en su cuaderno, donde anota sus reflexiones sobre la escritura, en busca de hallar algo que pueda ser salvado entre todas esas palabras, pero no lo hay. Su escritura es un fracaso: no solo no consigue abandonarla, sino que tampoco logra su propósito, el de inventar, y escapar del yo. No logra hallar un sentido entre esos apuntes, pero no desiste. Por esto, el momento de dejar de escribir se pospone constantemente y su escritura se vuelve una espera de algo que no llega. Es, parafraseando a Vicens, la dolorosa espera del “uno mismo”.

Esto es lo que une 'El libro vacío' con 'Los años falsos', donde nos encontramos a un joven que, a la muerte de su padre, debe reemplazarlo y convertirse en el cabeza de una familia formada por la madre viuda y una hermana. Las dos mujeres están completamente relegadas al espacio doméstico, mientras que el hijo sigue los pasos de ese padre hasta el punto de desaparecer, de perder su identidad. 'Los años falsos' es una dura crítica a los roles de género, al relegamiento de la mujer,  al relato entorno a la masculinidad y al conformismo, como lo es también 'El libro vacío': la imposibilidad de abandonar la escritura es una pelea contra la aceptación de una realidad que, sin embargo, termina imponiéndose. Ambas novelas están así más hermanadas de lo que a priori podría pensarse. Vicens no necesitó de muchas páginas para construir una obra coherente, compleja y que recorre caminos para nada trillados. 

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