Entrevista | Hanno Sauer Filósofo, profesor de ética en la Universidad de Utrecht

Hanno Sauer, filósofo: "Solo hacen falta 10.000 fascistas bien organizados para que se repita el Holocausto”

Hanno Sauer.

Hanno Sauer. / ELISA PRODÖHL

Barcelona

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¿Cómo decidimos qué es bueno y qué es malo? ¿Hemos pensado siempre igual? El filósofo alemán Hanno Sauer (1983), profesor de ética en la Universidad de Utrecht, recorre cinco millones de años de historia de la moral en el ensayo 'La invención del bien y del mal' (Paidós), donde disecciona cómo se han ido sofisticando los conceptos del bien, el mal, el castigo y el altruismo a lo largo de los siglos gracias, entre otras cosas, al bienestar, la cooperación humana y la religión. El progreso, alerta, no es lineal y la sociedad de hoy ha regresado a un ‘ellos y nosotros’ peligroso. 

En su ensayo habla del “sobrecalentamiento moral” de la sociedad.

Tendemos a demonizar al otro y a fingir que todos los que no están de acuerdo con nosotros son estúpidos o malvados, y no creo que ese sea un buen enfoque. El resurgir del tribalismo político hace que hoy, por ejemplo, si conoces la opinión sobre inmigración de alguien que vive en Estados Unidos, puedas adivinar la que tiene sobre el aborto, pese a que son temas completamente distintos. 

Usted critica duramente el “furor moral” de la llamada generación woke, aunque el idealismo siempre ha pecado de cierta ingenuidad. Los jóvenes del Mayo del 68 reclamaban de la playa bajo los adoquines y nadie se burlaba de ellos, ¿se juzga demasiado a los jóvenes ansiosos de hoy?

El idealismo y la ansiedad son lo mismo. Vivimos en una sociedad que se construyó sobre la promesa de ser libres e iguales pero vemos en todas partes que no lo somos: gente que no puede llevar la vida que querría, que no tiene medios económicos. Es fácil sentirse desesperado, frustrado y pesimista. La discriminación, la explotación y la desigualdad son la norma en la historia de la humanidad y en nuestra época.

Pero está bien querer cambiar el mundo, ¿no?

La paradoja del movimiento woke es que ataca frontalmente la única sociedad que ha hecho un verdadero intento, aunque insuficiente, de querer subsanar todos los defectos que critica tan duramente. En su versión extrema, es un trastorno autoinmune de la sociedad.

¿El progreso es lento por definición?

No siempre. El vendaje de pies en Asia existió durante 1.000 años y desapareció rápidamente en solo un par de años. Los derechos de los homosexuales se consiguieron con bastante rapidez, aunque ojalá se hubieran conquistado antes. La dialéctica entre el idealismo y la imperfección del mundo siempre ha existido. Creo que en el futuro veremos a una generación, la que está a punto de nacer, que será muy poco idealista. Serán resignados, derrotistas y tendrán una gran desconexión política.

¿Por qué?

Por reacción a sus progenitores. De la misma forma que los padres hippies tienden a no tener hijos hippies, sino más conservadores.

Afirma que cuanto más sofisticada es una sociedad, más difícil es cambiarla. 

Así es. Europa es una sociedad compleja y enorme, de 500 millones de personas. La libertad y el tamaño hace que todo sea más complicado que si viviéramos en una sociedad pequeña de un millón de habitantes, con un rey que decidiera por todos. La libertad, la prosperidad y la seguridad de las que disfrutamos son muy difíciles de diseñar. Nadie sabe muy bien qué hace funcionar las sociedades. Por eso cuando hemos intentado replicar el modelo en otras partes hemos fracasado. Podemos intentar hacer pequeños cambios que serán lentos, pero rediseñar la sociedad de manera que esta satisfaga nuestros ideales morales es simplemente imposible. 

Durante siglos, recuerda en el libro, no hubo fiesta sin crueldad. ¿El castigo define a una sociedad?

Sí, Nietzsche tiene esa cita famosa y un poco oscura que dice que ‘ver sufrir a alguien está bien, pero hacer sufrir a alguien es genial’. Bromas al margen, hay algo de verdad en esa cita dentro de todos nosotros. Durante siglos, el ser humano ha practicado formas de castigo extremadamente crueles: descuartizaciones públicas, torturas de todo tipo... En las sociedades más prósperas y pluralistas el castigo duro es menos frecuente. También porque cada vez hay menos cosas prohibidas. Antes se castigaba el beber alcohol, el blasfemar, cometer adulterio, ser homosexual...

Pese a su enorme fragilidad, la cooperación humana es clave, ¿no?

El éxito del ser humano se debe a que ha sido capaz de cooperar en grupos grandes. Más de 50 chimpancés no pueden convivir y el máximo en una manada de lobos es de 10. Pero nosotros fuimos ampliando la escala de la cooperación pese a que cuantas más personas tiene un grupo, mayor será el potencial de lucha, de conflicto e inestabilidad. Una de las claves es que fuimos asesinando a los individuos más agresivos para que no pudieran transmitir sus genes. Somos descendientes de los más amables. 

En su ensayo cita algunos de los momentos de mayor maldad de la humanidad, como la matanza de My Lai. Si el mal es banal, tal y como dijo Hannah Arendt, ¿podría repetirse el Holocausto?

Los seres humanos no son ni puramente buenos ni malos, dependemos de circunstancias externas. Es lo que nos lleva a ser avaros en un mercadillo si vamos acompañados de amigos y tremendamente generosos con un desconocido. Los mecanismos que llevaron al Holocausto siguen funcionando. No hay garantía de que eso no vuelva a suceder, pero nos estamos esforzando colectivamente para que eso sea cada vez menos probable. 

¿Qué tendría que suceder?

Todo lo que necesitas es un movimiento de un millar de personas que estén bien organizadas, sean los suficientemente violentas y logren tomar el control de las principales instituciones. Si tuvieras un movimiento fascista realmente comprometido de 10.000 personas, podría darse en cualquier parte del mundo. Porque nuestra psicología funciona de esa manera: es mucho más fácil organizar a 10.000 personas en torno a una ideología realmente fanática que que otros 50 millones se organicen contra ellos. Es lo que ocurrió en la Alemania nazi. El resto de la sociedad era más grande y poderosa, pero mucho más individualizada y desorganizada. 

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