LA GRAN CITA MUSICAL

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Fever Ray, durante su concierto en el Sónar, la madrugada del viernes al sábado

Fever Ray, durante su concierto en el Sónar, la madrugada del viernes al sábado / Martini Ariel / Sónar

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

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Allá por 2013, casi una década antes de los debates sobre el 'Motomami world tour', aquel célebre dúo synthpop sueco llamado The Knife causó división en el Primavera Sound con su concierto en defensa de, el título del disco ya avisaba, 'Shaking the habitual' ('Sacudiendo lo habitual'): cualquier idea de autenticidad musical saltaba por la ventana y bailarines e iluminación cobraban protagonismo. 

Aquel grupo es historia, pero su cincuenta por ciento, Karin Dreijer, sigue manteniendo viva su llama musical e intelectual con el proyecto personal Fever Ray, que en la madrugada del viernes al sábado pudimos ver en vivo en el escenario SonarPub. Sin llegar a la teatralidad extrema de la que hablábamos, los conciertos de presentación de 'Radical romantics', disco de disección bailable del amor, son pura fantasía, tanto por lo que vemos en escena como por el sonido que emerge de la misma. 

De entrada, Dreijer aparece en escena no con ropa de calle, sino como la especie de rata de oficina medio zombi que protagoniza el vídeo de 'What they call us', también corte de apertura tras una breve intro. Conocida (o mejor, conocide) por modular su voz en formas a veces andróginas, a veces extraterrestres, Dreijer se hace acompañar por dos coristas que ayudan a recrear los timbres vocales más inasibles, además de servir de apoyo en lentas coreografías propias de un 'show' de variedades soñado por Lynch. Dos artistas excelentes, Romarna Campbell y Minna Koivisto, persona no binaria, se encargan respectivamente de la percusión y la parte más electrónica, incluyendo el disparo de 'samples' en directo. 

En un principio, ni siquiera la fascinante dramaturgia ni canciones como 'New utensils' o 'When I grow up' sirvieron para que buena parte del público dejara de hablar o incluso dar la espalda al escenario. Pero, al parecer, poco a poco la mayoría de los asistentes empezaron a darse cuenta de lo que se estaban perdiendo, y cuando Dreijer y su banda nada habitual empezaron a subrayar el elemento bailable con 'To the moon and back', aquello fue cogiendo forma de fiesta respetuosa. 'Shiver', esa remezcla de 'I'm not done' o, sobre todo, el drama 'trance' de 'Carbon dioxide' nos llevaron de viaje a la luna sin opción de retorno

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