Asalto techno en Montjuïc

Aphex Twin hace historia en el Sónar con una 'rave' enciclopédica

El músico y ‘dj’ británico ofreció un abrumador repaso a los estilos electrónicos practicados en sus tres décadas de carrera como guiño de complicidad al 30º aniversario del festival, en una jornada en la que destacaron también el techno festivo de The Blessed Madonna, el montaje 3D de Max Cooper y el extremo ruidismo de Ryoji Ikeda

Aphex Twin en Sonarclub

Aphex Twin en Sonarclub / JORDI OTIX

Jordi Bianciotto

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Este año no hay en el Sónar una atracción pop para todos los públicos, a lo Duran Duran o Pet Shop Boys (grupos que desfilaron en otras ediciones), pero ha ido quedando claro que el festival no las necesita, que puede fortificarse sin apuros en torno a su propia marca y a un despliegue de figuras salidas, en buena parte, de la electrónica más nuclear. Y así, un artista seguramente ajeno al gran público, como es Aphex Twin, gran gurú del techno (y cercanías), y enciclopedia andante, se ve domando a las masas, cual estrella del rock de estadios, en ‘sets’ atómicos como el que este viernes ofreció en el recinto de Fira Gran Via L’Hospitalet, abriendo la parcela nocturna de este 30º Sónar.

Abundante público, ocupando todos los escenarios, en esta segunda jornada del festival (a la espera de que este sábado se den las cifras de asistencia). Y un nombre fetiche de la afición, Aphex Twin, el alias del británico Richard David James, recordándonos que lleva en esto (profesionalmente) tantos años como el Sónar (dos más, para ser precisos). De eso fue su abrumador ‘show’, de repasar, en modo ametralladora y con amplio margen para la improvisación, sus aportaciones a la música electrónica desde los tiempos de su bautismal y muy influyente ‘Selected ambient works 85-92’ (lanzado en 1992 y que recogía temas creados cuando tenía 14 años) hasta la actualidad.

El cubo psicodélico

Sesión imperativa, con detonaciones iniciales que nos advirtieron del trayecto poco dialogante que estaba por venir. Aphex Twin hizo del concierto una ‘rave’ con la que no dejar títere con cabeza a costa de la textura techno más invasiva y la invocación más aparatosa de la clásica IDM, con pasajes de breakbeat perfectamente ensamblados, caprichos de drum’n’bass, ramalazos industriales… El artista, operando desde un cubículo-jaula, debajo de un enorme cubo convertido en psicodélico artefacto audiovisual. Se supone que lo suyo es música de baile inteligente, o cerebral, pero en el Sónar fue sobre todo un aquelarre, una celebración física para mayor gloria de ese logo icónico, la A abstracta que tanto significados puede sugerir.

Antes del rito catártico de Aphex Twin, en las franjas diurnas, el ‘village’ de Fira Montjuïc acogió, como es costumbre, las sesiones más extrovertidas y/o ligeras de la jornada, y ahí se llevó la palma The Blessed Madonna, con su infeccioso combinado de techno, house y otras especias. Y con su sentido del espectáculo: tropa de gogós, bailarines y saltimbanquis digna del desfile del Orgullo LGTBI, todo ello bajo el lema de ‘we still believe’. Y un homenaje a Laurent Garnier (que debía actuar este sábado y suspendió la gira por motivos de salud) a golpe de uno de sus hitos, ‘The man with the red face’.

Voz entre sombras

Situado a las antípodas de tanta algarabía, el pase del dúo barcelonés Desert, con esa suerte folk digital, o electrónica con espectros de la canción popular, vaporoso y con contrastes abruptos, que lleva ya una década elaborando, aunque sus obras más determinantes son las recientes (el álbum ‘Caos sota el cel’, 2022). Voz insinuante y de esquiva puesta en escena, la de Cristina Checa, agazapada en el suelo y fundiéndose entre las sombras para cantar, como remate del pase, una sentida adaptación de ‘Me n’aniré de casa’, una de las primerísimas composiciones de Maria del Mar Bonet.

Pero el Sónar trae siempre un baile de extremos, y ahí, la experiencia más desafiante (e hiriente) para los sentidos fue la del japonés Ryoji Ikeda, sin piedad en el manejo de sus ‘ultratonics’ (así se titula su disco de 2022). Algo así como una evolución de la estética del error tecnológico (el ‘glitch’) basada en la poco cordial idea de disparar sin piedad toda clase de crujidos, ruidos industriales y graves gruesos con un robótico soporte audiovisual.

La experimentación electrónica, menos criminal, se manifestó también con Lorenzo Senni y esa inclinación suya por crear una especie de trance sin trance, un estado hipnótico disruptivo y sin épica. Afín a los propósitos de su recordado ‘Rave voyeur’, un tema en el que se presentaba como turista de las ‘raves’ y que vio la luz por la puerta grande: el sello Warp. Otras actuaciones mencionables: Amor Satur con su trepidante ‘cyberdelia’ (y sus ‘samples’ de Whitney Houston) y el espectáculo en 3D de ese biólogo computacional llamado Max Cooper, con imágenes macro (del cosmos) y micro (protozoos) envueltas en músicas con vestigios del minimalismo del siglo XX. Tomemos aire. El Sónar culmina este sábado su cargadita 30ª edición.

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