Entrevista

Tilda Swinton: "Algunas películas llegan a poseerme"

Crítica de 'La hija eterna', el melodrama gótico de Joanna Hogg con Tilda Swinton

Nuevas voces para el terror más alucinante y experimental, por Desirée de Fez

Walter Hill: "El cine ha muerto; ya nadie va excepto para ver ‘Vengadores’ o ‘Avatar'"

La actriz estrena 'La hija eterna'

Tilda Swinton, en el festival de Cannes de 2022.

Tilda Swinton, en el festival de Cannes de 2022. / EFE / GUILLAUME HORCAJUELO

Nando Salvà

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tilda Swinton es una de las actrices más camaleónicas que existen, y su gusto por transformar su apariencia para la cámara tal vez solo sea igualado por su inclinación a dar vida a más de un personaje en una misma película; en una llegó a encarnar a tres y, en otra, a cuatro. Ambas facetas de su arte quedan en evidencia en ‘La hija eterna’, tercera ficción consecutiva que rueda para su amiga Joanna Hogg después de las aclamadas ‘The Souvenir’ (2019) y ‘The Souvenir. Part II’ (2021), junto a las que compone algo parecido a una trilogía basada en la vida de la directora. Tomando como premisa argumental las breves vacaciones que una madre y una hija -ambas interpretadas por Swinton- pasan en un viejo hotel galés, y adoptando elementos propios del cine de fantasmas, la película ofrece una reflexión tan honda que duele sobre el vínculo misterioso e indestructible que toda mujer mantiene para siempre con su progenitora.  

Usted protagonizó tanto la primera película de Joanna Hogg, el cortometraje ‘Caprice’ (1986), como las tres más recientes. Durante tres décadas, en cambio, no trabajaron juntas. ¿Cómo se explica eso? 

Nuestras vidas profesionales tomaron caminos distintos, no hay más. Joanna es, de largo, mi amiga más duradera. Cuando nos conocimos en la escuela yo tenía 10 años y ella tenía 11, y ninguna de las dos era feliz allí. En seguida comprendimos que éramos almas gemelas. Apartadas del resto de niñas, nos pasábamos el día observando y comentando lo que sucedía a nuestro alrededor, convirtiéndolo en historias y, por tanto, imaginando películas. Podría decirse que nos hemos pasado cinco décadas trabajando en las películas que hacemos ahora. 

‘La hija eterna’ es una obra muy personal para Hogg. ¿También para usted?

Mucho. Joanna y yo llevamos hablando de nuestras madres y nuestra relación con ellas desde que nos conocimos, y hacer la película ha sido francamente terapéutico. Nos empujó a lugares muy recónditos del alma, nos lanzamos de forma muy deliberada hacia ellos. Desde el momento en el que le sugerí a ella que debía encargarme yo misma de interpretar a ambas protagonistas, la película dejó de ser el retrato de una madre y una hija para convertierse en algo mucho más profundo, y místico y doloroso. Algunas películas llegan a poseerme, y esta logró hacerlo de forma especialmente intensa.

Perder a mi madre hizo que me sintiera vacía del todo, y muy perdida; mi brújula interior dejó de funcionar

Usted perdió a su madre hace poco más de una década. ¿Cómo recuerda su proceso de duelo?

Perderla hizo que me sintiera vacía del todo, y muy perdida; mi brújula interior dejó de funcionar. Tardé mucho en rehacerme. En los meses inmediatamente posteriores a su muerte, me sorprendí a mí misma usando de forma refleja frases que ella usaría y vistiéndome como ella, a veces incluso usando su ropa; también trataba de capturar el timbre de su voz, y de usar palabras que solo ella usaría. Era mi manera de mantenerla conmigo, de hacer que se reencarnara en mí, y me permitió conectar con ella más de lo que jamás lo había logrado cuando estaba viva. 

¿Cree usted en los fantasmas?

Por supuesto, estoy convencida de que están entre nosotros, porque somos nosotras quienes los creamos, y creo que interactuar con ellos es terapéutico. Uno de los principales causantes del dolor por la pérdida de un ser querido es la creencia de que debemos terminar la relación con esa persona, pero eso no es necesario. Podemos seguir conversando con ella. Yo me siento muy cómoda entre fantasmas. He logrado abrazar la idea de su existencia y sus manifestaciones allá adonde voy.

Además de Hogg, hay otros muchos cineastas que, después de rodar con usted una vez, quisieron repetir: Derek Jarman, Jim Jarmusch, Wes Anderson, Bong Joon-ho, Luca Guadagnino... ¿Qué cree que les da?

Suelo propiciar amistades con los cineastas que me gustan; esas amistades dan lugar a cenas y conversaciones, y de esas conversaciones a veces surgen películas. Yo veo mi relación con esos cineastas como el tronco del árbol, y las películas que hacemos son las hojas. Crecen de forma natural y luego se caen, pero el tronco permanece. Trabajar con amigos invita a tomar riesgos, a adentrarse en buena compañía en terrenos desconocidos. Mi trayectoria siempre se ha basado en la amistad, desde el principio.

Me siento muy cómoda entre fantasmas

Han pasado 37 años desde que rodó ‘Caravaggio’ (1986) para Jarman, que se convirtió en un mentor para usted. ¿Cómo recuerda aquellos inicios?

Por entonces, mi intencion era hacer únicamente una película. Me encanta ver a alguien en pantalla por primera vez, porque lo que yo busco en las películas son personas, no actores. Y, si eres un intérprete, la mejor forma de evitar que la gente te vea a ti en lugar de ver a tu personaje es aparecer tan solo en una película. Te ven, te descubren y te disfrutan, y luego tú desapareces antes de que esa relación se estropee. Obviamente, no cumplí mi objetivo y seguí rodando sin parar. Supongo que es una más de mis derrotas.

A menudo me siento una fracasada, con todas las letras

¿Hay más?

A menudo me siento una fracasada, con todas las letras. Mi vocación era ser poeta y la abandoné prácticamente antes de empezar. Y luego empecé a actuar y desde el principio fui consciente de ser un fraude. No tenía ambición, ni disciplina, todo lo que quería era rodearme de amigos. Una y otra vez me convencía a mí misma de abandonar la profesión, pero eso tampoco lo he conseguido. En fin.

¿Cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse a contar historias, de una manera u otra?

Mi abuela era una gran narradora. Solía contarnos cuentos a mi hermano y a mí cuando éramos niños, y tenía un don para ir añadiéndoles detalles cada vez que los contaba. Así nunca nos aburríamos; podría habernos leído la guía telefónica y aun así nos habría embelesado. Y, como nos las contaba justo antes de acostarnos, aquellas historias nos daban acceso a sueños maravillosos. Gracias a ella, aprendí a ver a través de las palabras, y supongo que eso influyó en muchas de mis elecciones futuras.

TEMAS