Crítica de libros

Crítica de 'Escuela de escritura', de Mercedes Abad: crimen y castigo

La autora barcelonesa construye una 'nouvelle' perfecta sobre la enigmática relación de una autora que conduce un taller de escritura y su alumna

BARCELONA 02/04/07 ENTREVISTA CONTRA A MERCEDES ABAD FOTO ALBERT BERTRAN

BARCELONA 02/04/07 ENTREVISTA CONTRA A MERCEDES ABAD FOTO ALBERT BERTRAN / ALBERT BERTRAN

Ricardo Baixeras

Ricardo Baixeras

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“No estoy en la cárcel, sino frente a una hilera de columbarios en un cementerio junto al mar. Qué distinta esta visita de todas las anteriores. Hoy tengo un propósito diferente, una cita.” El personaje que pronuncia estas palabras al inicio de ‘Escuela de escritura’ está ante la tumba de Pat, una alumna de la escuela de escritura donde ella es profesora. Ambas  acabaron construyendo un mundo de complicidades en torno a  la lectura y la escritura. Habían recitado miles de veces poemas de Baudelaire; ahora le lee capítulos de ‘Matar un ruiseñor’ al lado de su tumba. La que está en el cementerio es también novelista y sabe “que el dolor nunca se ve del todo libre del placer. Que son difusos los límites. Y que hay quien se instala en los remordimientos y el dolor como en un crucero de lujo.” Sus pensamientos sobre Pat le activan el recuerdo proustiano del primer libro del que hablaron: ‘Crimen y castigo’ de Dostoievski: seguramente porque hay crímenes de muchos tipos, pero los castigos tienen a menudo la misma forma. Está en el cementerio esperando a que alguien haga su aparición. Es una novelista en boga por ‘Las cenizas de mamá’, “que va camino de ser una de las sensaciones literarias de la temporada, uno de esos libros que todos quieren leer” aunque confiesa que “el éxito también supone un peligro para mí.” 

A partir de este escueto hilo inicial Mercedes Abad (Barcelona, 1961) pone en marcha una maquinaria en torno a unos personajes en busca de un manuscrito, quizá no perdido en una botella, pero sí generando una lucha de egos, acciones y reacciones que delimitan imaginariamente el terreno moral de sus vidas: ¿qué es un autor?¿Qué significados podemos aplicarle, literalmente, a las últimas palabras de un muerto?¿Es un copista una figura más del mundo de la literatura?

Estamos ante una novela corta diría que técnicamente perfecta gracias a sus resortes internos. Es obligado, ya lo sabemos, que no sea un texto excesivamente largo, a medio camino entre el cuento y la novela, pero no es esa dimensión la que marca el carácter de ‘nouvelle’ de este libro, sino aquello que, en sus clases sobre Juan Carlos Onetti, Ricardo Piglia llamó el hueco o enigma alrededor del cual orbita aquí toda la trama. Un enigma que crece en toda su amplitud y se desarrolla como la corriente de un río que arrasa con todo y que por motivos evidentes no desvelaré pero que queda, en más de un sentido, irresoluble al cerrar el libro. Deleuze y Guattari en ‘Mil mesetas’ hacen ver que en este tipo de textos crece la pregunta en torno a qué ha ocurrido y no tanto en torno a lo que ocurrirá. Pues sí: esa es la clave secreta de este libro. Lo que ha ocurrido es el enigma que Pat se lleva a la tumba, casi como si fuera el oráculo de Delfos dejando las dudas en el aire mortecino del cementerio que preside el inicio y el final como si se quisiera indicar que no hay cierre posible para esta historia o que el círculo se erige en la metáfora exacta de la rueda de la vida. 

Abad ha sabido imprimir una tensión capital a su libro engarzando los acontecimientos de un pasado que el lector percibe como si fuera un presente reticular, dotándolos a ambos de  un ritmo trepidante. 

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