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Crítica de 'Retorno a Seúl': una heroica odisea interior

Nando Salvà

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A partir de un pequeño núcleo temático, ‘Retorno a Seúl’ adquiere trascendencia a medida que transita del drama familiar al estudio psicológico para convertirse después en una misteriosa investigación sobre el sentido de identidad y pertenencia. Es, pues, tan impredecible y seductora como su heroína, que fue adoptada por una pareja francesa nada más nacer y que, de visita en su Corea natal décadas después, emprende una búsqueda de sus padres biológicos que no tarda en revelarse como el inicio de un convulso viaje de autodescubrimiento. La joven es una contradicción andante; se muestra alternadamente introspectiva y desinhibida, coqueta y amenazante, resoluta y desvalida, y esa volubilidad -que la actriz Park Ji-min retrata con facilidad apabullante- le sirve de escudo frente a quienes traten de conocerla o, según su lógica, de herirla. 

Mientras avanza a través de saltos en el tiempo, la película sugiere que para su protagonista, y para aquellos que sufren desplazamientos similares -como el director Davy Chou, nacido en Francia poco después de que sus padres huyeran de Camboya-, la desconexión del mundo es una herida que nunca sana. Y lo hace derrochando melancolía pero evitando sentimentalismos, sin recurrir a grandes discursos ni giros climáticos, y basándose en la observación detallada y matizada para demostrar con brillantez que nuestras percepciones de lo que somos, lo que queremos ser y lo que evitamos ser permanecen siempre en tránsito.