Crítica de libros
'Santander, 1936', de Álvaro Pombo: dialéctica ilustrada
Una novela autobiográfica en la que el autor de 'El metro de platino iridiado' retrata su historia familiar como reverberación de un conflicto bélico a punto de estallar
Ricardo Baixeras
Crítico literario
Doctor en Humanidades (Teoría de la Literatura y Literatura Comparada). Autor de 'Tres tristes tigres y la poética de Guillermo Cabrera Infante' (Universidad de Valladolid)
España a las puertas de la catástrofe. Un país envuelto en el sudario que será sangrante o no será. Unos ciudadanos que todavía no saben que sus vidas quedarán marcadas por el fuego enemigo de sus propios hermanos, amigos o vecinos. Unas familias bien venidas a menos. Una ciudad dibujada como el centro melancólico de un presente que huele a piel y a pólvora. Con estos mimbres Álvaro Pombo (Santander, 1939) ha escrito 'Santander, 1936' una novela singularmente autobiográfica, anclada en una honda intimidad revelada, cuanto necesariamente política y, por tanto, se diría que histórica. Porque el friso que presenta Pombo en esta poderosa ficción es la de su familia, tanto la de Cayo Pombo Ybarra como la de su hijo Álvaro Pombo Celler, Alvarito. Orbitan en torno a estos dos personajes Ana Caller Donesteve, la madre de Alvarito, alejada en París del mundanal ruido que está a punto de estallar, Gabriel María, el hermano de Cayo, que "vive en un vivero de deslumbrantes cargos", Elena, la criada de los Pombo y figura colosal que cuida de la familia y llora lo que aquí nadie se atreve a llorar, y Wences, el maestro con quien Alvarito vivirá las penas y sus últimas horas a bordo del buque-prisión 'Alfonso Pérez'.
En el tratamiento de la historia como novela, Pombo revela las raíces de su poética jugando dialécticamente a confrontar el afuera y el adentro, la derecha y la izquierda, el amor y el desamor, la interioridad y la exterioridad porque escribir esta historia se asemeja a narrar una historia, la de la los Pombo. Narrada una narradas todas. Por eso Cayo acaba por convertirse para el hijo "en una interioridad pura [...] Una interioridad pura es un recinto que sirve de fundamento, pero que, en cierto modo, no se objetiva, es la emocionada subjetividad propia, transferida al fundamento, a la casa". De tal manera que la novela establece una línea argumental que no es sino esa dialéctica ilustrada confrontando también en la escritura de quien narra la fuerza de una oralidad que aquí resulta prodigiosa a la hora de abrir el telón de un mundo que el lector ya no podrá vivir sino como propio.
'Santander, 1936' avanza sin freno hacia el pasado como el ángel de la historia de Walter Benjamin para bucear en los entresijos de un tiempo cargado de ilusiones y de derrotas, un tiempo forjado en una lectura intimista (la guerra vista como "una experiencia interior") de un país partido en dos y desbocado hacia la derrota incluso de aquellos que vencieron. Una novela donde "nadie es nadie" y en la que al "amor se llega en lo sombrío". Una novela que si es histórica también entonces es filosófica, teológica y moral. Pero sobre todo profundamente humana en el retrato íntimo de un padre que se sabe querido por un hijo que se sabe escuchado por un padre a pesar de que viven en mundos muy distintos. Es precisamente en la grieta que se abre entre uno y otro, en el retrato veraz de las dos Españas, en la diferencia que sostiene la igualdad donde crece este libro como un raro privilegio de quienes no estuvimos ahí.
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