Crítica de cine

'Joyland', un retrato del deseo reprimido en Pakistán

Una escena del film 'Joyland'

Una escena del film 'Joyland' / Surtsey Films/ACN

Nando Salvà

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La ópera prima del pakistaní Saim Sadiq ofrece una meditación amarga y melancólica sobre el amor, el género y la sexualidad en una sociedad que intenta a trompicones alejarse del oscurantismo, y lo hace contemplando una familia lastrada por la tradición y atrapada en una red de secretos, mentiras, presiones y prejuicios; en su centro, concretamente, se sitúa un joven señalado por su supuesta falta de hombría que se enamora de la artista transgénero para la que ha entrado a trabajar como bailarín de apoyo.

La relación que se desarrolla entre ambos está tan llena de humor y ternura, e ilustra tan bien el choque entre la realidad de las personas y los delirios de la religión y el patriarcado, que la película pierde algo de fuelle cada vez que abre plano para prestar atención a otros personajes.

En todo momento, en cualquier caso, Sadiq se muestra particularmente hábil a la hora de dotar las escenas de la languidez y el tiempo necesarios para que las identidades y deseos reprimidos emerjan a su ritmo natural, para que las interacciones, los objetos y los diálogos revelen su significancia, para que el relato vaya equilibrando comedia y tragedia y entretanto acumule poder para conmover sin necesidad de recurrir para ello a tácticas melodramáticas convencionales, y basándose en cambio en una profunda empatía por las zozobras que afligen a sus protagonistas.

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