Crítica de cine
'Zoé y Tempestad': un almibarado drama hípico y familiar
Es una película de buenos sentimientos en la que los aspectos más ariscos quedan relegados a un segundo plano
![Un fotograma de la película 'Zoé y Tempestad', de Christian Duguay](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/7e3fe210-7ec8-463f-9975-ea9572611625_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Un fotograma de la película 'Zoé y Tempestad', de Christian Duguay / EPC
![Quim Casas](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/74ea7dd1-c4d0-4b33-bf06-cbb516da5662_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
![Quim Casas](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/74ea7dd1-c4d0-4b33-bf06-cbb516da5662_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Al director canadiense Christian Duguay, responsable de ‘Zoé y Tempestad’, deben de gustarle bastante los caballos. En 2013 ya realizó ‘Jappeloup. De padre a hijo’, sobre la historia real de un joven francés que abandonó la abogacía para dedicarse a su pasión, el salto de obstáculos con caballos, y acabó compitiendo en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. ‘Zoé y Tempestad’ se abre con un doble parto en un mismo escenario, el de una mujer y el de un caballo. Ella da a luz a Zoé. El caballo a un potro de carreras. La unión entre la pequeña y el animal resultará más que evidente. Es el único mundo que conoce Zoé, ya que su padre entrena caballos y compite en las carreras. Su infancia y juventud se desarrolla entre corrales, caballerizas y carreras.
El filme fluye en la dirección esperada, familiar y almibarada pese a unas cuantas tragedias personales y corales que inundan el relato sin magullarlo demasiado. Es una película de buenos sentimientos en la que los aspectos más ariscos –la competencia en el mundo equino, el triunfo por encima de cualquier circunstancia, las fortunas que se gastan en la cría de caballos de carreras– quedan relegados a un segundo plano. Se impone la superación personal, después de un accidente trágico, y el afecto y comprensión entre Zoé, que a mitad del metraje ya es una adolescente, y el caballo Tempestad. Un drama hípico sin ningún atisbo de rugosidad.
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