CANCIONERO DE ALTOS VUELOS

Germán Salto, piloto de aerolínea y enganchado a “la droga de la música”

El músico madrileño, comandante de vuelos comerciales, propone un refinado rock orquestal en su álbum homónimo, que presenta este viernes en el Altaveu, de Sant Boi, festival que recupera la plena normalidad tras el bienio pandémico

El cantante Germán Salto.

El cantante Germán Salto. / Alfredo Arias

Jordi Bianciotto

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Su profesión es volar alrededor del planeta, a Tokio o a Montevideo, pero Germán Salto reserva todo el tiempo que puede a la música, porque “no hay nada en la vida comparable a la sensación de haber hecho una canción que te parece bonita”, cuenta desde Nueva York, su escala de estos días, horas antes de dirigirse a Barcelona y de aterrizar en el festival Altaveu, que lo acoge este viernes. Su trayecto trae ‘bonus track’. “El vuelo de hoy me hace ilusión, porque traemos a Rafa Nadal de vuelta”.

Las credenciales de este madrileño imponen: crecido en una saga familiar de pilotos aéreos, sobrino del teniente general Javier Salto, Jefe del Estado Mayor del Aire, y sobrino nieto de Miguel Delibes, se abrió paso como piloto de mercancías con veintipocos años y actualmente opera en Iberia. “En largo radio”, apunta. “Estoy medio mes volando, y el otro medio, tocando o intentándolo”. De esa pulsión artística salen las canciones de sus tres álbumes, los dos acreditados al grupo Salto, con temas en inglés, y el más reciente, titulado con su nombre y apellido, donde adopta el castellano. Una obra que ha llamado la atención por su mezcla de refinamiento melódico, con arreglos de cuerda y metales, en contacto con las aristas propias del rock’n’roll.

Sonido de etiqueta

Se le ha llegado a presentar como “el Burt Bacharach español”, enunciado que le da cierto apuro. En realidad, lo suyo no tiende al ‘easy listening’, sino más bien a un rock con traje de etiqueta, con sus guitarras maceradas y su granulado órgano Hammond. ¿Un imaginario un poco antiguo, después de todo? “Yo quiero creer que no, pero me lo dicen mucho, así que será verdad”, suspira Salto, amigo de la grabación digital y desinteresado en “sonar añejo”, si bien admite que sus fuentes del saber vienen de otra era. Como los mismos Beatles o los Beach Boys, de quienes destaca no solo el clásico ‘Pet sounds’ (1966) sino también obras como ‘Surf’s up’ (1971), “con la figura no muy valorada de Bruce Johnston, autor de la maravillosa ‘Disney girls’, un tema a la altura de Brian Wilson”.

Al trasladar esos referentes a su cancionero en castellano, observa un acercamiento inevitable a lo que en otros tiempos hicieron creadores como Juan y Junior o Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. “Porque todos nos fijamos en esos referentes estadounidenses y británicos, como Juan Carlos Calderón en sus arreglos para Cecilia”, razona. Podemos apreciarlo en esa exquisitez llamada ‘No’, un tema con doble fondo, “con una primera estrofa cursi” que puede despistar, ya que luego “cuenta una relación de amor a través de todas sus etapas, y en cada estrofa la historia se va estropeando un poco hasta la despedida”.

Las músicas son suyas, las letras las comparte con cómplices como Santi Campos y el también batería Gabi Planas, y en materia instrumental le arropan miembros de Morgan. Componer no es para él un acto mágico, subraya. “Cuando un músico presume de que las melodías van a él como caballos salvajes, es que es un genio, como Paul McCartney, o un autor malísimo”, reflexiona. “Lo mío sale del esfuerzo, de sentarme a solas con la guitarra”. Pero la música es, al fin y al cabo, “una droga y una necesidad”, deja claro Germán Salto, que se presenta, arropado por cinco músicos, en un Altaveu que retoma el pulso este fin de semana, tras el bienio pandémico, con conciertos como los de Lagartija Nick (‘Homenaje a la generación del 27’), Marcel Bagés y David Soler, The New Raemon, Gracià Pedro (ex-Bremen), La Ludwig Band o Júlia Colom.

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