La gira del año

Así serán los conciertos de Rosalía en el Palau Sant Jordi

La puesta en escena de ‘Motomami’ llega a Barcelona envuelta en un aura de fenómeno global y lanzando un desafío a los esquemas del espectáculo pop

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Jordi Bianciotto

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La caravana ‘Motomami’ recala en Barcelona con su halo de fenómeno rupturista y su debate infinito, se diría que amenazando al orden tradicional del pop. Hechos impepinables: estamos ante una de las giras más ambiciosas nunca realizadas por un cantante español, con citas en grandes auditorios y pabellones de Europa y las Américas, y corresponderá al público barcelonés alzar el pulgar (o no) ante la doble convocatoria de este fin de semana, sendos conciertos (sábado y domingo) en el Palau Sant Jordi, cuyas entradas (17.960 por pase) se agotaron en su día en cuestión de minutos.

Un concierto, o quizá más apropiadamente, un espectáculo, que rompe algunos esquemas y plantea desafíos. Repasamos sus claves.

El disco mejor valorado de 2022

La base del ‘show’ la ponen las 16 canciones del tercer álbum de Rosalía, ‘Motomami’, lanzado el pasado marzo. En contraste con el grosor conceptual de ‘El mal querer’ (2018), este presenta un aspecto más diverso y troceado, si bien, en su cascada de estribillos en ‘neolengua’ latina, sus insinuaciones sexuales (algunas, muy directas: ‘Hentai’) y sus tramas de juguetería electrónica se deslizan claves místicas y pensamientos en torno a la fama y el aislamiento de la estrella pop.

En el plano musical, Rosalía gravita menos en torno al flamenco que a las pulsiones latinas tropicales, si bien hay trazos jondos (‘Bulería’) y copleros (la cima que cierra el disco: ‘Sakura’). Las tramas reguetoneras se multiplican en torno a un canon pop con minimalismo y vanguardia, pero no faltan guiños al bolero (el orquestal ‘Delirio de grandeza’, original cubano que Justo Betancourt grabó en 1968) y, menciones, en ‘La combi Versace’, a figuras influyentes de la salsa como la Fania, Tito Puente y Willie Colón.

Al disco le han llovido los elogios, y se equivocará quien piense que eso es cosa de la prensa española: ‘Motomami’ es el disco mejor valorado, en lo que llevamos de año, en Metacritic (94 puntos sobre 100), portal que mide la valoración crítica de los discos en el conjunto de la prensa estadounidense y británica.

 Bailarines sí, banda no

Ha prendido estos días el debate en torno a la ausencia de músicos en escena en esta gira. O casi: solo en algunas canciones interviene, apartado de la vista del público, el teclista conocido simplemente como Llorenç, músico con el que Rosalía compartió proyectos años atrás, en tiempos pre-‘Los Ángeles’, junto al guitarrista Marc López. Como ha hecho notar la cantante en Twitter, ella misma es una música, y además de cantar, toca la guitarra eléctrica (un modelo clásico, la Gibson Les Paul) en ‘Dolerme’, y unas notas de piano en ‘Hentai’.

Pero la puesta en escena prioriza las dinámicas de Rosalía con los ocho bailarines, todos masculinos, otro aspecto que ha levantado reproches: ¿por qué no incluir mujeres, en línea con el empoderamiento que desliza ‘Motomami’? Cuerpo de danza que juega con cierta imagen andrógina y que depara números sencillos pero chocantes, como cuando se une a Rosalía, todos montando en patinete, en ‘Chicken teriyaki’.

En formato 'TikTok'

A mitad del primer tema de la noche, ‘Saoko’, se cuela en el escenario un cámara con aparatoso utillaje que, a diferencia del rol habitual en los macroconciertos, no opera tratando de pasar inadvertido, sino metiéndose entre las coreografías y persiguiendo primeros planos de Rosalía. Sus imágenes se reproducen en sendas pantallas verticales, a un lado y otro del escenario, que evocan las de los móviles.

Rosalía, con las pantallas verticales a su espalda, en el concierto de 'Motomami' que ofreció en Almería

Carlos Barba / EFE

Todo ello nos habla un ‘show’ de la era Tik Tok, donde no solo las canciones son breves y avanzan encadenadas, sino que la artista actúa pensando en comunicar a través de la pantalla, el canal por el cual accede a los fans. La cámara no es un utensilio que se debe esconder, sino que se muestra y acaba incluso yendo de mano en mano entre los bailarines. Un modo de concebir el espectáculo que, de nuevo, ha generado críticas al cuestionar si resulta cabal pagar 107,50 euros por una entrada de pista para toparse con un cámara, que tapa a veces la visión, y con una cantante que parece tener solo ojos para él. Pero, en el mundo de Rosalía, la canción es un artefacto audiovisual, indisociable de las pantallas.

Un escenario desnudo

Frente a los montajes con desniveles, plataformas hidráulicas, pasarelas, grúas, podios y vuelos sin motor, el de ‘Motomami’ luce espartano: una superficie lisa, desnuda, con tan solo una larga lámina que, como una alfombra, cubre la franja central del escenario hasta su borde, sobre la cual pueden explayarse Rosalía y su ‘troupe’ danzante. La protagonista, en lugar de lucir unos modelos fijos para cada noche, cambia de vestimenta de un concierto a otro (de rojo, azul o blanco), prescinde de ‘atrezzos’ extravagantes y de largas uñas, y opta por un estilismo claro con guiños colegiales y de la estética anime.

Otra acusación vertida estos días a Rosalía es su supuesto olvido del público de carne y hueso que pobla los recintos, si bien se acerca a pista y gradas en varios momentos, como en ‘La noche de anoche’, que entrega al canto popular.

28 hitos (y tres estrenos)

Las canciones de ‘Motomami’ ya no son las últimas producidas por Rosalía, que estrena en los conciertos otros tres temas, encajados en la segunda mitad del ‘set’ y que todavía no se han publicado. ‘Modus operandi’ sorprendente, dado que las piezas ya son pasto de viralización sin esperar a su versión grabada.

La primera y más prometedora, de la que Rosalía ha colgado un fragmento en Tik Tok, responde por ‘Despechá’ (tras descartar, por sugerencia del público del Wizink Center, el título original de ‘Lao a lao’). Reproduce una invasiva trama de merengue con un estribillo muy marcado y un mensaje de manumisión tras haber encajado un desengaño sentimental: “Baby no me llame’ / Que yo estoy ocupa’ olvidando tus male’ / Ya decidí que esta noche se sale / con toa’ mis motomami’, con toa’ mis gyale’”. En ‘Despechá’, Rosalía saca a bailar a un grupo de asistentes (hasta una veintena).

Se prevé que suenen también otras dos canciones inéditas, la balada ‘Aislamiento’ y un número más agitado, ‘Dinero y libertad’, donde diserta en torno a la fortuna material y la búsqueda del amor. El concierto incluye mucho más material, hasta un total de 31 temas en hora y media tirando a supersónica, incluyendo cuatro repescas de ‘El mal querer’, los duetos con Tokischa, The Weeknd y Travis Scott, y guiños a hitos del reguetón como ‘Papichulo’ y ‘Gasolina’. 

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