Festival de cine de Berlín
‘Call Jane’, o cómo banalizar la lucha feminista
La película de Phyllis Nagy no explora los riesgos legales o médicos afrontados por el Jane Collective y tampoco evidencia interés alguno en el debate moral y ético que rodea al aborto
Nando Salvà
En los años previos a la despenalización del aborto en Estados Unidos en 1973, una organización llamada Jane Collective se dedicó de forma clandestina a asistir a mujeres que necesitaban interrumpir su embarazo. Las voluntarias del colectivo ofrecían asesoramiento y organizaban intervenciones quirúrgicas, y llegaron a posibilitar unos 12.000 abortos. Seguro que las dificultades que superaron para ello fueron mucho más peligrosas y traumáticas de lo que parecen en 'Call Jane', la ficción basada en ellas que este domingo ha sido presentada a concurso en la Berlinale.
Dada la preocupante fuerza que el movimiento antiabortista está ganando en buena parte del mundo, es un momento particularmente adecuado para recordar las arduas luchas en pos de los derechos reproductivos femeninos que tuvieron lugar décadas atrás. Pero la primera película como directora de la guionista Phyllis Nagy se muestra incapaz de ofrecer más que un puñado de buenas intenciones que sin duda resultan cultural y políticamente valiosas pero no aportan nada a nivel dramático. 'Call Jane' transcurre completamente aislada del mundo real. No explora los riesgos legales o médicos afrontados por el Jane Collective y tampoco evidencia interés alguno en el debate moral y ético que rodea al aborto; en lugar de eso, prefiere poner el foco en el periplo de un ama de casa suburbana que se convierte en activista, y en lo difícil que le resulta ocultárselo a su marido y su hija. Convencida de que su asunto central habla por sí solo, no se molesta en abordarlo de forma persuasiva.
Filmes superficiales
Similar superficialidad e imprecisión se detecta en las otras tres películas aspirantes al Oso de Oro presentadas este domingo. La francesa 'Les passagers de la nuit' se sitúa en los 80 para observar a una madre separada que trata de rehacer su vida y preparar a sus hijos para la edad adulta y, entretanto, en ningún momento logra explicarnos dónde radica el interés narrativo de su periplo; 'That kind of summer’, del canadiense Denis Côté, retrata un programa de rehabilitación para muchachas adictas al sexo, y entretanto parece preocuparse más por resultar provocadora -al menos para aquellos que se sonrojen al ver a una joven que se recorta el vello púbico- que por decir algo que no sea lo más obvio acerca de las adicciones; y la alemana 'AEIOU - A quick alphabet of love' resulta tan estúpida que mientras contempla el romance entre una actriz venida a menos y un joven problemático se hace difícil imaginar en qué deberían estar pensando no solo los responsables del certamen al programarla sino también quienes invirtieron su dinero para producirla.
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