CRÍTICA DE LIBROS

Crítica de 'Tejer la oscuridad': distopía del allá-entonces

El escritor mexicano Emiliano Monge redobla su apuesta de narrar lo inenarrable en esta novela

Emiliano Monge

Emiliano Monge

Ricardo Baixeras

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No resuena en 'Tejer la oscuridad' la distopía del coronavirus como un eco del presente. La voz que trata de pergeñar este libro es más bien un salto al vacío en la carrera de Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) que redobla la apuesta por narrar lo inenarrable.

Porque sólo así se puede entender que haya querido diseñar un edificio tan sutil y complejo. He aquí un texto coral acumulando 80 narradores que dan cuenta de un historia anudada, tejida y retejida en múltiples secuencias, con la firme voluntad de trascender el tiempo más que el espacio, y dotadas todas ellas de una cadencia que sostiene la inminencia de un futuro dirigiéndose hacia el pasado. Es el tiempo roto e inverso de unos niños huérfanos tratando de huir de un hospicio infernal y el de sus descendientes fundando una civilización, no en la luz, sino en la pura negritud, representada aquí por la ausencia de los dioses. 

La memoria, lo que no puede ser olvidado y tiene que fijarse en las voces singulares que buscan afanosamente el plural que a todos contiene, es la piedra angular de esta novela. Por eso los narradores escriben en un “libro vuelto carne”. Y por eso se habla aquí como en un coro indistinto de voces después de la catástrofe en un eterno exilio que atraviesa como hierro candente el lenguaje. No importa tanto quién habla, sino que se hable, que se urda esa voz común, sea esta con la visibilidad de una prosa deslumbrante o con el verso entrecortado de la poesía. a lo largo y ancho del libro marcar el lenguaje con la nitidez del instante, unir “otra vez el tiempo”, habitar el “allá-entonces” meciendo una voz común, en un tiempo compartido desde un solo cuerpo. El estallido de la luz en medio de la oscuridad. Colosal. 

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