Novedad editorial
Mario Cuenca Sandoval dibuja una España distópica gobernada por Vox
El escritor imagina una historia alternativa y distópica con muchos puntos en común con las dictaduras latinoamericanas
Elena Hevia
Periodista
Los escritores suelen tener la rara habilidad de actuar como catalizadores de su tiempo. De ahí que la pulsión distópica, pensar en futuros posibles no demasiado agradables, sea uno de los ingredientes de la literatura actual. Ya que somos incapaces de imaginarnos un futuro amable, ahí están los autores para dar forma y sustancia a nuestros miedos. Un ejemplo, y muy sobresaliente, es el de Mario Cuenca Sandoval, que acaba de publicar una ficción sobre un posible ascenso de la extrema derecha en España.
'Lux' (Seix Barral), se llama la novela, y no va del jabón que usan "9 de cada 10 estrellas de cine", sino de un partido monosilábico xenófobo, homófobo y antifeminista (¿les suena?) que, según la ficción, durante unos años se instala en el Gobierno de España. Un neofascismo, en fin, con sus desaparecidos y muchos más elementos de las dictaduras latinoamericanas. El narrador es un profesor de 40 años que paulatinamente se ha ido deslizando por la pendiente de ese ideario. Un hombre que además rechaza su verdadera identidad al esconder su atracción por otros hombres.
"En este tipo de novelas, el protagonista suele ser el estereotipo de alguien inculto y manipulable -dice Cuenca Sandoval-, pero en mi novela Marcelo es todo lo contrario: alguien formado, con una educación exquisita y buenos modales que por una serie de desgracias abraza esta idea mientras que al país, pero en este caso gracias a una catástrofe, le ocurre algo parecido".
La catástrofe la conocemos bien. Es una pandemia que el autor imaginó, proféticamente, en 2015, buscando un fuerte detonante para la inseguridad y el miedo ciudadanos. "Cuando me puse a imaginarla pensé en una epidemia, algo que me sonaba a ciencia ficción y no acababa de convencerme. Pero la realidad es tozuda y al final me dio tiempo a actualizar ese discurso en la ficción durante los primeros meses del covid".
Política de sentimientos
La novela empieza parafraseando a Céline: "Al principio no fue el verbo sino la emoción". Dando a entender que la gasolina de los populismos son los sentimientos. Que la emoción está impregnando la totalidad de la política: "Hace mucho tiempo que los partidos tradicionales hacen guiños populistas. Es evidente que el PP no se va a oponer al matrimonio homosexual o a la ley de violencia de género pero sí hace alusiones a ideas de colectivos más radicales para ganarse su simpatía. No es muy distinto de lo que hacía Trump con colectivos paramilitares, sin llegar a mencionarlos expresamente".
De esa forma de hacer no se salva ni la derecha ni la izquierda, según Cuenca Sandoval: "Ambas sostienen que el pueblo son ellos y que este modelo de democracia no nos representa. Nos dicen: 'Nosotros no somos políticos profesionales sino ciudadanos preocupados por nuestro país'. Otra cosa es que la extrema derecha y la extrema izquierda no son equiparables: la primera busca el retroceso de ciertos derechos y la segunda propone ampliarlos. Compararlas no es justo".
El neofascismo desde dentro
Quizá el gran reto del libro sea la propuesta de contar esta historia en primera persona desde la cabeza de Marcelo: "Durante el proceso de escritura no he intentado censurarme, por lo menos durante el proceso creativo. Una voz me decía, por supuesto, que me estaba exponiendo demasiado, pero participar en el debate público supone exponerse. Vivimos en un país tan polarizado que criticar algo hace que automáticamente te coloquen en el otro extremo".
Concebida como una larguísima carta dirigida por el contradictorio Marcelo a la madre de un desaparecido, la novela provoca que no confiemos demasiado en este personaje excéntrico y perturbado, un poco al estilo de los héroes torturados de Dostoievski. "El personaje repite una y otra vez, muchos años después de que hayan pasado los hechos, que en absoluto escribe desde la culpa. Pero no deja de buscar numerosos pretextos para justificar esta confesión. Así que espero que el lector se pregunte que si no escribe desde la culpa, ¿qué sentido tiene esta confesión?".
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