Crítica

'Encara hi ha algú al bosc', una obra de contrastes

Un sólido equipo acerca las atrocidades de la guerra en Bosnia y Herzegovina con una potente obra de teatro-documento

Una imatge de l espectacle  Encara hi ha algu al bosc  (horitzontal) Oriol Casanovas   Cultura i conflicte ACN

Una imatge de l espectacle Encara hi ha algu al bosc (horitzontal) Oriol Casanovas Cultura i conflicte ACN / Oriol Casanovas

Marta Cervera

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Más allá de reflejar las atrocidades ocurridas en la guerra de la ex-Yugoslavia, 'Encara hi ha algú al bosc' lleva al público a reflexionar sobre la actitud de Europa ante el conflicto y sobre la necesidad de las víctimas a vivir con dignidad. El montaje dirigido por Joan Arqué, con dramaturgia de Anna Maria Ricart, atrapa al espectador con una propuesta cambiante jugando al contraste, mezclando el terror del conflicto en los Balcanes con referencias a la Barcelona olímpica.

Miles de mujeres fueron violadas y obligadas a tener hijos no deseados que todavía necesitan respuestas. Unos y otros necesitan ser escuchados y que se haga justicia. Teatro-documento, proyecciones, humor negro y música en directo se combinan en este montaje, cuya estructura permite ir regulando la tensión. El impacto y la crudeza llegan sin enseñar ninguna agresión física, todo se transmite con la palabra y los recuerdos de supervivientes encarnadas por una solvente Ariadna Gil y una convincente Montse Esteve junto a una polivalente Judit Farrés.

La actitud de sus personajes, su manera de hablar y sus recuerdos bastan para revivir aquel infierno que los culpables intentan enterrar o negar como muestra uno de los condenados por el Tribunal Internacional Penal para la antigua Yugoslavia, interpretado por Òscar Muñoz. Él, como Farrés, se desdobla en varios personajes, el del periodista y amigo del fotógrafo Jordi Pujol Puente, fallecido en Sarajevo.

'Encara hi ha algú al bosc' retrata la hipocresía de Europa -chocante número coral y musical crítico con el papel de los cascos azules y la creación de redes de tráfico de mujeres y niños- y denuncia la herida abierta en un país donde las mujeres tienen como vecinos a sus violadores. Una obra dura donde se palpa el miedo de las víctimas y su necesidad de no caer en el olvido. A ratos impacta, otras indigna pero sobre todo, obliga a pensar.

Curiosamente el montaje coincide en la cartelera con otras dos piezas centradas en conflictos bélicos: 'La guerra no té rostre de dona', creada a partir de textos de la Nobel de Literatura Svetlana Aleksiévich en la Biblioteca de Catalunya y 'Testimoni de guerra', una pieza de Pau Carrió inspirada en el premiado fotógrafo Kevin Carter, que se estrena en la Sala Tallers del TNC la próxima semana.