UN TÁNDEM DE CULTO DE LA MÚSICA DE VANGUARDIA

Robert Wyatt y Alfreda Benge: "Ya somos como una misma persona"

El músico británico, ya retirado, publica en vinilo la antología 'His greatest misses' y delega las tareas mediáticas en su esposa y compañera desde hace casi 50 años

Robert Wyatt y Alfreda Benge

Robert Wyatt y Alfreda Benge

Jordi Bianciotto

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Alfreda Benge, la ilustradora, letrista y esposa de Robert Wyatt, recibe la llamada de Barcelona y una cosa lleva a la otra. El que fuera batería de Soft Machine pasó con ella un par de “largos inviernos de los años 80”, en Castelldefels, recuerda, en el apartamento inmortalizado en la portada del álbum ‘Dondestan’ (1991). Interesados por la cultura de la inmigración andaluza, se engancharon a Radio Tele Taxi. “Incluso fuimos a una manifestación para que no la cerraran”, revela ella. “Aprendimos algo de español oyendo aquellas canciones flamencas: ‘Dónde vas, cariño, dónde vas...’”, canturrea desde su domicilio en Louth, al este de Inglaterra, invocando el rumbero ‘hit’ de Los Chichos.

Quedan lejos aquellos tiempos en que Wyatt todavía podía afrontar un viaje. El músico, postrado en la silla de ruedas desde aquel accidente de 1973, está ahora “más disminuido que antes, con sus hombros muy deteriorados”, explica Alfreda, Alfie, que asume ahora los compromisos con la prensa. Toca hablar de la edición, por primera vez en vinilo, de la antología ‘His greatest misses’, lanzada originalmente en Japón en el 2004. “Una buena introducción a la obra de Robert”, estima. ¿Se siente extraña hablando por su marido? “No estoy muy acostumbrada”, confiesa. “Pero conozco la mayoría de sus respuestas”.

Una música liberadora

Al fin y al cabo, sus caminos confluyeron hace mucho. “Llevamos casi 50 años pasando las 24 horas del día juntos, y al final acabas convirtiéndote en una misma persona”, razona Alfie, que se recuerda trabajando en el cine, como editora de ‘Amenaza en la sombra’ (Nicholas Roeg), mientras Wyatt comenzaba a componer para su álbum más reconocido, ‘Rock bottom’. Poco después, la caída del cuarto piso le condujo a una estancia de tres meses en el hospital de la que salió anclado a una nueva realidad. “Pero seguir componiendo música, sin distracciones ni nada mejor que hacer, fue liberador para él”, estima ella. “Se dedicó a elegir minuciosamente cada músico y a definir la atmósfera de cada canción del disco, y pudo hacerlo sin preocuparse de las giras y los viajes. En los ‘tours’ hay que tocar las canciones igual que en el disco, porque eso es lo que la gente espera, y él se libró de eso”.

En ‘His greatest misses’ no faltan ni la versión de ‘I’m a believer’, de Neil Diamond, que llevó a Wyatt al ‘hit parade’ (“un éxito pequeño, alcanzó el puesto veintitantos”, rebaja Alfie) ni su magnético ‘Shipbuilding’, de Elvis Costello y Clive Langer. “Lo hicieron para él”, apunta. “A Robert siempre le han preocupado más los acordes de una canción que su voz, que trata como un instrumento más, y aquí su interpretación llegó a la gente”. En ‘Arauco’, de Violeta Parra, tenemos una de sus incursiones en el castellano. “Estaban pasando muchas cosas en Latinoamérica en esa época, y él cantó a Violeta por solidaridad”.

La edición del disco en vinilo, ¿aspira a un público nuevo, joven? “No lo sé, eso es tan personal... Hay gente que adora la música de Robert, y otra que no la entiende”, medita. Este otoño ha visto también la luz un libro firmado por ambos, ‘Side by side’, con letras, poemas e ilustraciones, y da la impresión de que el legado se va cerrando. “¡Pronto cumpliré 80 años! Robert tiene solo 75, es un crío”, bromea. “Pero sí, ya somos mayores y nos sentimos cansados”.

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