NAZISMO Y LITERATURA

Nazis de novela

Eichmann, escribiendo cartas en su celda de la prisión israelí, en 1961.

Eichmann, escribiendo cartas en su celda de la prisión israelí, en 1961. / periodico

Anna Abella

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En su novela ‘El desafortunado’ (Seix Barral), el nieto argentino de una superviviente de Auschwitz Ariel Magnus (1975) describe con ‘lindezas’ como estas al criminal nazi Adolf Eichmann, el arquitecto del Holocausto responsable de las deportaciones en masa de judíos: “Un mediocre que llegó lejos. Un tarado bastante vivo. Un acomplejado con sed de venganza. Un antisemita de manual, aunque sin instrucciones de uso. Un fanático vencido por el egoísmo. Un asesino tímido. Un desafortunado al que la suerte acompañó demasiado tiempo”. Para Magnus meterse en su piel “fue espantoso”, confiesa. 

Más habitual es encontrar novelas sobre héroes y víctimas del nazismo pero no tanto títulos que desde la ficción se acerquen a los perpetradores o tomen el punto de vista de ‘los malos’, como hicieron con brillante resultado Jonathan Littell en ‘Las benévolas’ o en 'Lo seco y lo húmedo', Olivier Guez en ‘La desaparición de Josef Mengele’, siguiendo la pista del prófugo Ángel de la Muerte. Ahora, la novedad de Magnus coincide con ‘Stella’ (Salamandra / Angle), del periodista alemán Takis Würger (1985), sobre una joven judía, conocida como ‘el veneno rubio’, que delató a más de 300 judíos a la Gestapo durante la guerra. 

Humanizar al repugnante Eichmann

“Como escritor –continúa Magnus cuenta por teléfono recién llegado a Berlín desde su Buenos Aires natal- era un desafío necesario acercarme desde la ficción, donde el lector se mueve por empatía, a una figura tan repugnante y explicar algo que ya han intentado explicar la psicología, la sociología, la historia o la crónica periodística. Reivindico la ficción porque logra humanizarlo y permite romper la distancia, aproximarse a él en situaciones íntimas, con su mujer y sus hijos, lo que provoca que el lector sienta rechazo y asco”.

Magnus se centra en los años en que Eichmann estuvo escondido en Argentina (donde Perón acogió a todos los criminales nazis huidos que se lo pidieron mientras preparaban el Cuarto Reich) antes de que el Mossad le secuestrara en 1960 y le llevara a juicio en Israel, donde fue condenado a morir en la horca. “No encontré ninguna novela sobre él durante ese tiempo, que fue el de la reflexión y el de un arrepentimiento que nunca tuvo. La ficción va más allá del relato heroico de cómo fue atrapado, el que todos queremos escuchar, del triunfo del bien contra el mal”. Aunque opina que “nunca entenderemos porqué hizo lo que hizo”, la novela intenta dar pistas sobre “cómo vive alguien con su familia tras haberlo hecho, cómo piensa en las fosas cuando va a una playa y ve cuerpos semidesnudos, cómo borra esos recuerdos y cómo es capaz de justificarse, mostrando así la lógica deshumanizada del nazismo”. 

Para Magnus, cuyo padre (hijo de judíos emigrados de Alemania en 1937) vivió en el mismo barrio bonaerense en la misma época que Eichmann, este supuso un desafío porque “no era alguien tan perverso como Mengele”. “No todos los nazis eran psicópatas. Eichmann era gris, un tipo normal con ese condimento de burócrata que intentó justificar el horror intelectualmente. Eso nos hace ver qué hay de monstruoso en nosotros”. 

La abuela materna de Magnus acabó en Theresienstadt y Auschwitz, donde aseguraba que fue Mengele quien envió a su madre a la cámara de gas. Para ella, recuerda su nieto, “lo peor eran los judíos que colaboraban con los nazis, como los capos. Decía que en los campos eran los parias”. 

Víctimas y perpetradores

Y sobre una judía que delató a 300 de los suyos, la joven Stella Goldschlag (1922-1994), trata la segunda novela de Würger, cuyo bisabuelo fue asesinado por el nazismo, víctima en 1941 del Aktion T4, el programa del régimen de Hitler de eutanasia para discapacitados. Pero en su familia, asume el reportero alemán, “también hay muchos colaboradores y perpetradores. Por ello tenemos la responsabilidad de recordar los crímenes que cometieron estas personas y asegurarnos de que nunca más vuelvan a ocurrir”.

‘Stella’ (Salamandra / Angle) se ha convertido en un fenómeno editorial en Alemania e Italia pero ha generado también críticas y una viva polémica precisamente por haber novelado sobre un tema tan sensible como el Holocausto, a pesar de que haya decenas de ejemplos anteriores, muchos de discutible calidad. Würger lleva al lector a conocer a esta mujer real a través de un imaginario joven suizo rico que al tiempo que vive una historia de amor con ella va descubriendo su doble juego.  

Dilema moral

No quiere entrar Würger a responder a los críticos. “Mi novela es una novela. Es una historia basada en hechos históricos pero no es una historia real –puntualiza por ‘e-mail’-. No había material en el que pudiera haber basado un libro de no ficción. Pero quería explorar el dilema tan complejo al que se enfrentó Stella Goldschlag. ¿Ver a tus padres asesinados o colaborar con los nazis?”. Es el mismo dilema moral que aborda el joven que se enamora de ella en la ficción: «No sé si está mal delatar a una persona para salvar la vida. No sé si está bien delatar a una persona para salvar a otra». 

Goldschlag siguió ayudando a la Gestapo hasta el fin de la guerra, incluso cuando sus padres ya habían muerto en los campos, y se manifestó antisemita. La razón que le llevó a Würger a escribir su historia fue también el preguntarse qué habría hecho él en su lugar. “No hay una respuesta correcta o incorrecta a la pregunta –opina-. Cada lector tiene que afrontarlo y afrontarlo a su manera”.

Memorias, testimonios, expedientes judidiales...

Tanto Magnus como Würger se documentaron exhaustivamente. El argentino recurrió a los interrogatorios del juicio y a autores como Hannah Arendt, Harry Mulish, Bettina Stangneth o la citada novela de Guez sobre Mengele, quien se escondió también un tiempo en Buenos Aires. A través de ‘El desafortunado’ puede reconstruirse la vida de Eichmann sin faltar a la verdad y seguir parte de sus pensamientos, extraídos de las memorias que el propio criminal nazi escribió en la cárcel. Pero el periodista alemán lo tenía más difícil pues hay muchas más incógnitas en la vida de Stella Goldschlag, que cumplió 10 años de prisión tras ser juzgada en 1946. Se basó sobre todo en la biografía que escribió un antiguo compañero de escuela huido en 1937, Peter Wyden, pero también en “miles de expedientes judiciales y testimonios”, fragmentos de los cuales entrecruza en la novela junto con acontecimientos reales coetáneos. 

Goldschlag se suicidó en 1994 tirándose por la ventana. “No sé por qué lo hizo, nadie lo sabe. Ella fue y sigue siendo un enigma para el mundo y  tal vez lo fue para ella misma. En una entrevista que dio poco antes de su muerte no mostró ningún remordimiento, sino que se presentó como una víctima de las circunstancias”. 

Cuando quedan ya tan pocas víctimas del nazismo con vida, Würger apela a la necesidad de mantener la memoria de lo ocurrido y legarla a las nuevas generaciones. Coincide Magnus. “No soy tan optimista en pensar que no se repetirá pero creo que debemos mantener la memoria para darnos cuenta cuando se vaya a repetir”. 

El escurridizo ‘ratón blanco’ 

En esta ‘rentrée’ las novelas de Magnus y Würger han coincidido con otra que sigue las pautas más habituales de reivindicación de un personaje histórico. Se trata de ‘Liberación’ (Planeta), firmada por Imogen Kealey, seudónimo bajo el que se ocultan el escritor y productor estadounidense Darby Kealey y la novelista británica Imogen Robertson. 

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