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'Winnipeg': el poema más bello de Pablo Neruda

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Eduardo de Vicente

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Corre el año 1939 y, tras la derrota republicana, el cónsul chileno para la inmigración española, el poeta Pablo Neruda, organiza el viaje de un barco francés, el Winnipeg, con dirección a Chile para que miles de refugiados españoles, que subsistían en campos que no reunían ni siquiera las mínimas condiciones higiénicas, pudieran iniciar una nueva vida. Finalmente, más de 2.000 personas subieron a bordo en agosto de 1939 desde Trompeloup-Pauillac con destino a Valparaíso. Una vez allí muchos de ellos contribuyeron a la prosperidad del país que los acogió y pudieron llevar una vida digna más allá de los fusiles y la represión, o al menos así fue hasta que en Chile otro golpe de estado volvió a sacudir a la población. Pero el recuerdo de aquel bello gesto de los chilenos no puede quedar sepultado por el peso de la historia y debe ser contemplado como un ejemplo de cómo deben actuar los pueblos en situaciones límite. 

“Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema que hoy recuerdo, el Winnipeg, no podrá borrarlo nadie”, afirmaba el escritor. El año pasado, el Palau Robert organizó una exposición sobre este viaje y, ahora, el Teatre Akadèmia, dentro de la programación De Grec a Grec ofrece una emocionante, original y meritoria adaptación teatral de esos hechosWinnipeg, que podrá verse solo hasta el 18 de octubre y vale la pena descubrirlo porque es uno de esos montajes que deja huella, se te mete en el corazón y te impacta.

Una cámara, canciones y lápices

Al entrar en la sala vemos cómo una de las actrices va repasando todos los elementos que hay en el escenario con una cámara y los vemos ampliados en una pantalla. Algunos de ellos tienen una pequeña explicación. Hay un tarro con arena, un vaso, una pipa, una caja con fotografías, lápices, etcétera. Es como una pequeña exposición que podemos visitar al final de la función. Todos ellos están sobre unas placas blancas a modo de mesas o sillas y, al fondo, cuatro micrófonos, una mesa de mezclas y unos auriculares.

Los actores van apareciendo, prueban micros y calientan voces. Laia Alberch (coautora del musical Pornopop) nos explica que nos va a contar la historia de su abuela, Eulàlia, que estaba obsesionada con los lápices de colores. Edu Tudela, con su potente voz, ya nos parece indicar que será el cantante principal y se arranca con Los cuatro muleros, tema popular recogido por García Lorca. Pero se le unen sus compañeros y modifican la letra para presentarse entre ellos creando un inicio distendido muy distinto del tono general que presidirá la función.

La huída y el campo de refugiados

Nos sitúan, estamos en el año 1939, tras los bombardeos sobre Barcelona. Laia Alberch se convierte en su abuela, una niña inocente que comenta con su prima (Laura María González) sus ideas sobre los Reyes Magos mientras se escuchan por la radio las proclamas fascistas. Su padre (Martí Salvat), un ingeniero, ha tomado la decisión de huir con ella a Francia y cruzar la frontera a pie. Los ecos se utilizan para mostrar la angustia de esa huida y se ilustra musicalmente con cantos de añoranza como Dolça Catalunya.

El siguiente tramo se ocupa de su estancia en el campo de refugiados y los actores se desdoblan en diversos personajes para narrar brevemente sus dramáticas historias. En Francia se encontrarán con el rechazo de unos y la solidaridad de otros; una desgarrada versión de La Marsellesa, lo representa. Utilizan un método muy ingenioso para mostrar la lluvia y también recurren a canciones en euskera, gallego y castellano para ejemplificar los diferentes acentos que se dieron cita allí.

La llegada y la segunda lectura

La noticia de que se está organizando el citado viaje a Chile acaba con la tristeza y La Internacional suena como un grito de esperanza. La entrada de los pasajeros al barco está llena de emoción. Por el camino, los protagonistas tropezarán con Neruda y serán recibidos en su destino por el ministro de Sanidad, un tal Salvador Allende, para concluir asegurando que tienen una deuda con ese país y con el poeta y nos piden que no olvidemos lo que hicieron por ellos.

No hace falta ser un genio para interpretar una segunda lectura de la obra relacionándola con la situación actual en el Mediterráneo, con los campos  en los que se amontonan refugiados africanos ante la mirada prepotente de una Europa sin corazón. Han pasado 80 años y no ha cambiado el mundo, al contrario, aún es más insensible y lo que hicieron Neruda y los suyos es un ejemplo, pero también una excepción.

Un carrusel de emociones

Winnipeg es una obra valiente, sincera y conmovedora que pretende hacer justicia. La manera de mostrarlo es igualmente original con la cámara, que se convierte en un quinto personaje para mostrarnos infinidad de detalles en primer plano, que si no serían imperceptibles desde nuestra butaca. Las canciones, en su mayoría populares, nos sitúan en el contexto histórico y hay una en especial que es mágica interpretada junto a una caja de música, mientras, el espacio sonoro contribuye a crear una atmósfera envolvente. En tan solo una hora vivimos un carrusel de emociones y nos unimos a ellos en su petición de que se valore lo que hicieron. “Home lliure, recorda-ho!”