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Un homenaje al barco que llevó 2.000 refugiados españoles a Chile

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Eduardo de Vicente

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Gente que huye despavorida de su tierra, hombres, mujeres y niños que lo dejan todo para intentar hallar un futuro mejor más allá de su país. Escapan de una guerra, de la miseria, del hambre, de la persecución política. Arriesgan sus vidas en un trayecto hacia lo desconocido sin garantía alguna de éxito. Cuando todo parece perdido, en el último momento, aparece un barco que puede suponer su salvación. No, no estamos hablando de los emigrantes africanos y el Open Arms (aunque también) sino de los republicanos españoles y el Winnipeg.

Esta es una historia tan increíble que parece de película si no fuera porque fue real y porque, casi un siglo después, el drama se repite en parecidas circunstancias. Tras la derrota republicana, miles de refugiados consiguieron escapar en un barco francés con dirección a Chile para iniciar una nueva vida. En este esperanzador viaje tuvo un papel muy relevante el cónsul chileno para la inmigración española, el poeta Pablo Neruda, que hizo frente a presiones de todo tipo pero al final se salió con la suya y consiguió su propósito de darles una oportunidad. Todo un ejemplo.

80 años de un viaje esperanzador

Para conmemorar el 80 aniversario de esa travesía, el Palau Robert ofrece estos días una pequeña exposición en la sala 4 (Cotxeres) titulada Els viatgers del Winnipeg que consta de cinco plafones que repasan los detalles de lo ocurrido y un audiovisual. Todos ellos cuentan de fondo con pinturas o fotografías difuminadas que recrean los movimientos de los refugiados y son acompañadas por multitud de datos. Se clausurará el 1 de septiembre, así que queda menos de una semana para descubrirla.

En el primero se recuerda cómo Neruda se convirtió en cónsul y destaca la imagen del escritor y una frase suya entrecomillada: “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema que hoy recuerdo, el Winnipeg, no podrá borrarlo nadie”. También se repasan los argumentos con los que defendió el traslado: “los refugiados españoles son técnicos que harán mucho bien a mi patria y las industrias los absorberán provechosamente”. Y se explican las circunstancias que rodearon el viaje resaltando que el Winnipeg era un barco comprado a Francia por el gobierno republicano y que zarpó con más de 2.000 personas a bordo en agosto de 1939 desde Trompeloup-Pauillac con destino a Valparaíso. Se trataba de personas que habían huido al país vecino y subsistían en campos que no reunían ni siquiera las mínimas condiciones higiénicas.

La vida cotidiana a bordo del Winnipeg

El segundo apartado cuenta la historia del barco y, en una pantalla, van recordándose los nombres de todos los viajeros, también nos explican que Neruda tuvo el privilegio de escoger personalmente un centenar de plazas seleccionadas. El recorte del diario España democrática encabeza la tercera sección. “Ya partió el Winnipeg” indica el titular que también destaca que “Es el barco de la solidaridad americana” y que “viaja en él una colonia de huerfanitos españoles que se establecerá en Chile”. Es un retrato de la situación diaria a bordo en el que destacan los conciertos que una joven pianista, Diana Pey, ofrecía para amenizar el viaje o el nacimiento en el mar de un orfeón vasco. También se muestra un gran mapa donde puede verse el trayecto que realizó la nave.

La inserción social de los recién llegados ocupa el siguiente plafón. En un documental se muestran datos acerca de las profesiones que ejercieron acompañadas por fotos de la época. Se detienen en tres casos concretos: los de Modest Parera (Martorell, 1910), escritor que obtuvo el Premio de Literatura de Valparaíso y presidió la Asociación Chilena de Escritores, Roser Bru (Barcelona, 1923), una importante artista del siglo XX que dedicó su trabajo a denunciar las injusticias, las torturas y el dolor de la guerra, y José Balmes (Montesquiu, 1927), hijo de un alcalde republicano que se convertiría en colaborador gráfico de Neruda y aportaría las imágenes, por ejemplo, de su Canto General. El golpe de estado en Chile le llevó nuevamente al exilio y, cuando falleció, la presidenta Bachelet decretó el duelo nacional. A este personaje está dedicado el audiovisual Balmes, el doble exilio de la pintura (89 minutos) que se ofrece al final de la muestra.

Los artistas y otros nombres importantes

El último grupo se dedica al Café Miraflores, que fue el punto de encuentro de los refugiados en Santiago. Por allí pasaron artistas como Rafael Alberti, León Felipe, Ferrater Mora, Xavi Benguerel o Joan Oliver. Y algunos de ellos están representados por unas caricaturas de Santiago Ontañón (el escenógrafo de la Xirgu) y Antonio Romera. Se destaca la influencia de los nuevos habitantes en la industria pesquera, la manufactura, los muebles o el sector editorial, así como se menciona que la pianista, Diana Pey, se convirtió en una gran concertista y sus hermanos, Víctor y Raúl, serían los ingenieros que construyeron el puerto de Arica y en quienes se inspiró la escritora Isabel Allende para su novela Largo pétalo de mar. 

Finalmente se citan otros nombres importantes como el de la actriz Montserrat Julió, que recuperó la obra de Joan Oliver, el tenor Joan Arnot, la pintora Ebe Bellange, la poeta Montse Abelló, Claudia Pascual, que sería ministra de Bachelet o los responsables del Centro Catalán, punto de encuentro en el exilio. Unas frases de Para nacer he nacido nos despiden: “Venían de la derrota, de la angustia… fue un trabajo de devoción y desesperación… Yo decretaba el último sí o el último no. Pero yo soy más sí que no, de modo que siempre dije sí”. 

Una larga lista de ilustres refugiados que contribuyeron a la prosperidad del país que los acogió y pudieron llevar una vida digna más allá de los fusiles y la represión, o al menos así fue hasta que en Chile otro golpe de estado volvió a sacudir a la población. Pero el recuerdo de aquel bello gesto de los chilenos no puede quedar sepultado por el peso de la historia y debe ser contemplado como un ejemplo de cómo deben actuar los pueblos en situaciones límite. Compañero Neruda, por desgracia, el mundo vuelve a necesitar a alguien como tú.