LOS DISCOS DE LA SEMANA

Crítica de 'American head', de The Flaming Lips: en un acogedor universo paralelo

The Flaming Lips, en una imagen promocional de 'American head'

The Flaming Lips, en una imagen promocional de 'American head' / periodico

Jordi Bianciotto / Juan Manuel Freire / Ignasi Fortuny / Roger Roca

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Hace poco más de un año que The Flaming Lips nos maravillaban con aquella historia del rey descabezado cuya mente conectaba con una conciencia universal, plasmada en el álbum ‘King’s mouth’, y el grupo ya pone en circulación su presto relevo. Un álbum un poco menos fantasioso que aquel. Pero solo un poco: ‘American head’ especula con la idea de unos The Flaming Lips depositados en los primeros años 70, como la tropa de cantautores folk que mira al cosmos desde una Oklahoma sumida en un estado mental pos-hippie.

Todo parte del día en que Wayne Coyne, poco después de la muerte de Tom Petty, en el 2017, vio el documental sobre sus andanzas ‘Runnin’ down a dream’, que alude a su poco publicitada experiencia con la banda seminal Mudcrutch, casi 50 años atrás. Formación esta que pasó un tiempo retozando en Tulsa, Oklahoma, antes de asentarse en Los Ángeles. Coyne imaginó a partir de ahí un viaje a aquel mundo lejano, envuelto en la melancolía por las primeras veces, allá donde un día él fue niño y adolescente.

Memoria desenterrada

El fruto es ‘American head’, un álbum en el que confluyen la insinuación autobiográfica y la abstracción, las raíces asentadas en territorio conocido y los puntos de fuga astrales, bajo la recuperada batuta del productor Dave Fridmann, cómplice en los trabajos más celebrados de la banda, como el referencial ‘The soft bulletin’ (1999). El pórtico, ‘Will you return / When you come down’, nos pone en situación con un ‘tempo’ recogido, guitarras planeadoras y una dulce y evocadora melodía. Apunta a un recorrido de épica contenida, rico en secuencias algodonosas, medios tiempos y pasajes abiertos a la ensoñación lisérgica, con altos extremos como ‘At the movies on Quaaludes’, de bucólico trayecto y punteada por el piano.

Se insinúan ecos trovadorescos en piezas como ‘Mother, I’ve taken LSD’ (qué entrañable confesión filio-maternal), y la asimilación de las baladas al piano de un Neil Young en otra composición que interpela al cordón umbilical más íntimo, ‘Mother, please don’t be sad’. Coyne, con un hilo de voz infantil, teletransportándose hasta un yo muy antiguo y muy tierno.

Y The Flaming Lips, delante de un espejo mágico que recorre el tiempo para acabar topándose con el fin de la quimera: ahí está la furia acusatoria de ‘Assassins of youth’ y las alusiones a la muerte del tramo final. Pero ‘American head’ no dialoga con la tiniebla, ni con la colisión planetaria, sino con planos celestiales apaciguadores, como los que se desprenden de ese ‘God and the policeman’, con la voz amiga de Kacey Musgraves, y de la pieza de cierre, ‘My religion is you’, canción refugio para culminar un viaje en el tiempo que puede hacernos estos días un poco más acogedores. Jordi Bianciotto


OTROS DISCOS DE LA SEMANA

Juan Crek, el que fuera largo cómplice del recién desaparecido Víctor Nubla en Macromassa, y el último productor del dúo, Andrés Noarde, confluyen en este nuevo vehículo al servicio de una música imprevisible, con burbujeo electrónico, surrealismo con insinuaciones irónicas, voces del otro lado y reconstrucción total del canon de canción. Ya sea mediante tenebrosos ‘riffs’ de guitarra, texturas de saxo y tetera, o un inquietante minimalismo de cámara, nada perturba su “intrincado plan”. J. B.

Como el 'Folklore' de Taylor Swift, el cuarto álbum de la canadiense Hannah Georgas es un tributo a la melancolía producido por Aaron Dessner, de The National, pero seguramente no recibirá ni la mitad de atención. Una lástima: es una lección magistral de cómo construir melodías, o cómo mezclar lo eléctrico y lo electrónico, o cómo lograr la pena máxima sin tirar de efectismos. Todo hits, hits alicaídos, pero hits. Intenten no hundirse dulcemente con algo como 'Dreams'. Juan Manuel Freire

Nombre de la semana en la escena por su inclusión en el cartel de la edición europea del festival Rolling Loud, Leïti Sene afianza sus cualidades como estrella emergente y deslumbrante a cada paso que da el barcelonés. Esta ‘mixtape’ de tan solo 6 temas, publicada meses atrás, es una manera de confirmar todo eso. Las canciones nacen y transcurren de manera natural, lo que denota talento. Leïti, también actor y bailarín, es tan prometedor como algunas de sus noches borrosas hechas canciones. Ignasi Fortuny

La incansable cantante, multiinstrumentista y productora Georgia Anne Muldrow -¡20 álbumes en los últimos 15 años!- se viste de Jyoti, un nombre artístico que le regaló Alice Coltrane, para dar forma a un disco que es un caldero donde bullen tradición, presente y futuro de las músicas negras norteamericanas. Recortados y revueltos, aquí hay jazz, electrónica, gospel, hip hop, soul, funk… En su contra: una por una, las piezas parecen más retales que canciones completas. En su defensa: en conjunto embriaga, en el mejor sentido. Roger Roca

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