CRÍTICA DE CLÁSICA

Javier Perianes, dotado y sensible en el Auditori

El pianista andaluz regresó a la OBC dirigido por Simone Young

Simone Young, en un ensayo con la OBC en el Auditori

Simone Young, en un ensayo con la OBC en el Auditori / periodico

Pablo Meléndez-Haddad

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La temporada de la OBC continuó con su nuevo abono de los jueves en el Auditori con un programa de gran raigambre romántica, contando además en el podio con una de las batutas más destacadas de su generación, la australiana Simone Young. Teniendo en cuenta su prestigio, la primera parte del concierto no resultó todo lo bueno que se hubiera querido, incluso teniendo en cuenta un público algo desorientado pero muy agradecido y cariñoso que le aplaudió al final de cada movimiento de ambas obras.

Abrió el programa una extrovertida versión de la poco divulgada 'Sinfonía Nº 6 en Do mayor, D 589' de Schubert, conocida como ‘La pequeña’ y que se programa muy poco, en la que se apreciaron ideas netamente clásicas e incluso italianizantes en el lenguaje. La poca experiencia de la orquesta ante esta obra fue quizás la razón de ese cierto nerviosismo tanto en la madera como en la cuerda reflejado no solo en la cara de enfado de la maestra, sino también en entradas no siempre aseadas, aunque la afinación nunca se resintiera, como tampoco la unidad y la coherencia.

Todo remontó, afortunadamente, en el delicioso 'Andante', para encaminarse ya con total soltura e incluso con garra creativa, en un final de gran línea, elegancia y pericia. A pesar del sabor agridulce que quedó en el ambiente, se agradece que se interpreten obras que muestran caras desconocidas de ciertos compositores como es el caso del sinfonista Schubert, autor del que solo se programa su música de cámara y, por supuesto, algunos de sus más de 600 ‘Lieder’.

El plato fuerte de la velada fue, sin duda, el 'Concierto para piano y orquesta N° 2 en Si bemol mayor, Op. 83' de Brahms, con un pletórico Javier Perianes ante el teclado. El músico andaluz mostró una vez más su espléndido estado de forma, dominando todas las aristas de esta obra maestra, una de las más complejas para todo intérprete. Un sonido envolvente, sin descuidar nunca las voces ni la línea melódica, puso el sello Perianes a un discurso dotado y sensible, muy bien arropado por una Simone Young mucho más feliz que en la primera parte.

Su trabajo en esta obra fue especialmente arduo, ya que el diálogo entre el concertista no es solo con el conjunto, sino con diferentes solistas, especialmente con el violonchelo, impecable en el 'Andante’. La directora consiguió, por fin, un sonido aterciopelado y brillante, mientras Perianes fraseaba con un gusto exquisito, solventando los escollos sin problemas, dueño de una musicalidad virtuosa y emotiva.