LA CONNIVENCIA DE LA SOCIEDAD ALEMANA CON EL TERCER REICH

Científicos nazis: sin ética ni empatía

Martí Domínguez denuncia la complicidad del mundo académico en los programas eugenésicos de Hitler en 'L'esperit del temps', recién premiada como la Mejor novela en catalán del 2019

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Anna Abella

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“La cultura y la educación no son un antídoto contra la barbarie y el crimen. Yo creo en la ciencia como eje del conocimiento y el progreso de los pueblos, en la cultura como gran conquista de la humanidad, pero no es suficiente: deben ir acompañadas de ética, empatía y amor al prójimo. Los nazis eran capaces de enviar a la gente a las cámaras de gas al son de la música de Bach. Eso es el fracaso de la cultura”, asevera el escritor valenciano Martí Domínguez (1966), que acaba de recibir el premio a la Mejor novela en catalán del 2019 que concede Òmnium cultural por ‘L’esperit del temps’ (Proa), que Destino acaba de editar en castellano.

El protagonista es un médico austriaco preso en un campo de concentración ruso, donde confiesa en clave de memorias su participación en la maquinaria de Hitler seleccionando a niños que podían ser considerados arios dentro del programa de eugenesia nazi, destinado a asegurar “la pureza de la raza aria”. Él y tantos otros científicos reales -“como Hans Asperger, o los que aparecen en la novela, la pedagoga Hildegard Hetzer o el filósofo Kurt Stavenhagen”- tras la guerra camuflaron su pasado nazi y siguieron ejerciendo con total impunidad en universidades y centros médicos. 

"Los científicos nazis seleccionaban a niños del Este susceptibles de ser germanizados. Eran secuestrados a punta de pistola"

“El nazismo necesitaba una justificación científica al extermino de las razas que consideraba inferiores y lo halló en el mundo académico alemán, que lo respaldó masivamente, muy pocos se opusieron. El propio Thomas Mann no escribió nada en contra hasta que se exilió”, señala Domínguez, además de periodista, doctor en Biología y director de la revista de investigación ‘Mètode’. Como recuerda ‘L’esperit del temps’, médicos y científicos se implicaron en el proyecto Lebensborn: “Amantes de los SS y niñas y chicas de las Juventudes Hitlerianas se dejaron embarazar por SS y los bebés eran donados a familias nazis. Se hormonaba a las jóvenes para que quedaran embarazadas antes -destaca-. También implicaba el secuestro de niños a punta de pistola en los territorios del Este (Polònia, Bielorússia, Ucraïna…), se calcula que unos 200.000, que por su aspecto podían ser germanizados. Y favorecieron la bigamia con mujeres para convertirlas en reproductoras y así repoblar y arianizar el Este conquistado. Sí, era como <strong>‘El cuento de la criada’</strong>”. Y, añade, “el individuo y sus espermatozoides pertenecían al Estado”.

"¿Donde están los límites de la biotecnología actual? Puede crear ciudadanos de primera, mejorados genéticamente, y de segunda"

El autor de ‘El retorn de Voltaire’ (Premi Pla 2007) y ‘L’assassí que estimava els llibres’ no evita traer el debate de la eugenesia y la eutanasia a los actuales avances biotecnológicos y genéticos. “Hoy, por ejemplo, ¿la sanidad privada de Estados Unidos se negaría a modificar los genes del hijo de unos padres ricos para evitarle una enfermedad rara? ¿Dónde están los límites? ¿Por qué no evitar también la obesidad o el enanismo…? Todo lleva a pensar en ciudadanos de primera y de segunda. ¿Dejarás que tu hijo se case con una mujer que no ha sido mejorada genéticamente?”, se pregunta. 

Para Domínguez, es “el mundo científico, que es el que tiene el conocimiento, quien debe informar a la sociedad. Porque a la sociedad actual no le interesa la ciencia ni la cultura, tampoco a los gobiernos, que no las fomentan. Parece que prefieren que la gente solo consuma esos debates obscenos de la televisión llenos de violencia verbal por parte de gente que no tiene ningún valor ni interés intelectual”.

"Las subastas de bienes de judíos estaban a la orden del día y los alemanes pensaban: 'si no me aprovecho yo lo hará otro'. Hubo connivencia y cinismo en toda la sociedad"

“Médicos, científicos… todos participaron en esa espiral pensando que lo hacían por la patria, que les prometía un proyecto superior y grandioso, aunque tras la guerra pusieran como excusa que cumplían órdenes. Quisieron creer que con los juicios de Núremberg ya habían pagado y para seguir viviendo adoptaron la amnesia colectiva", opina.

“En la sociedad alemana había connivencia, cinismo y voluntad de medrar. Las subastas de bienes de los judíos, sus casas, su ropa, sus bibliotecas… estaban a la orden del día -continúa-. Y pensaban ‘si no me aprovecho yo lo hará otro’, como explicaba en ‘Los amnésicos’ Géraldine Schwarz, cuyo abuelo había comprado a precio de saldo el negocio de un judío”. 

Para combatir el auge de la extrema derecha se muestra tajante. “No se puede tomar a risa el nazismo ni parodiarlo, como es el caso de la película ‘Jojo Rabbit’. Porque no podemos tener la seguridad de que no se repetirá. Los nazis no eran locos, eran hombres y mujeres normales”.