CRÍTICA DE CINE

'Cats': Un fascinante desastre

Nando Salvà

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Cuando el trailer de 'Cats' empezó a ser objeto de 'memes' y demás burlas 'online' tras ver la luz el pasado mes de julio, pareció razonable suponer que eran reacciones exageradas, y que la película en sí no sería tan terrible. Las apariencias, sin embargo, no siempre engañan. Basada en el legendario montaje teatral que Andrew Lloyd Webber urdió hace casi cuatro décadas -es un misterio cómo un show tan bizarro y plagado de canciones tan mediocres logró erigierse en tamaño icono-, la película esencialmente narra una competición musical entre gatos suicidas; durante dos horas, una sucesión de mininos cantan estribillos para contarnos quiénes son pero aun así no nos ofrecen más que la más básica información al respecto. Y, como ya hizo en su adaptación teatral previa, 'Los miserables' (2012), el director Tom Hooper lo rueda con una cámara que no deja de moverse.

En su mayoría, asimismo, esas escenas están envueltas de una oscuridad y una niebla que en todo caso no logran disimular las texturas plásticas de los decorados ni el inquietante aspecto de los personajes, creaciones inquietantemente humanoides con rostro de actores más o menos conocidos, orejas de felino y cuerpos llenos de pelo digital que cantan y bailan y ronronean. La densa capa de efectos visuales que los envuelve impide distinguir qué están haciendo realmente; tanto las coreografías como las canciones están frenéticamente despiezadas, por lo que toda sensación de movimiento se pierde.

'Cats' nos muestra a Sir Ian McKellen lamiendo leche de un bol, y un coro de cucarachas con cara humana que bailotean, y a Judi Dench diciéndole a la cámara que "los gatos no son perros", y a Idris Elba cantando -Dios santo- y muchas otras sorpresas, a cual más siniestra. Y el resultado es tan extraño que tiene más sentido considerarlo un experimento de vanguardia que un 'blockbuster' de Hollywood. Eso, claro, la convierte en una película casi admirable, pero de ningún modo significa que sea soportable.