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'Juguem a la veritat': una comedia que se ríe de las infidelidades conyugales

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Eduardo de Vicente

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La infidelidad y los celos que de ella se derivan pueden llevar a la ruptura de una pareja. Decirse las verdades no siempre resulta conveniente, a veces casi es mejor ignorar algunas cosas. De todo ello habla con mucho humor Juguem a la veritat, adaptación catalana de una obra del francés Eric Assous con la que obtuvo el premio Molière y que fue el guionista de películas como Pequeños desórdenes amorosos La chica de París. El Teatre Gaudí estrena estos días esta comedia sobre la sinceridad dirigida por el veterano Ricard Borrás y protagonizada por Lolo Herrero, Iraida Sardà y Marius Hernández, tres habituales de las series catalanas de televisión.

El escenario está cubierto por una moqueta verde que representa el jardín de una casa. El mobiliario es mínimo. Tan solo una mesita, dos sillas y un pequeño mueble con vasos y botellas. Suena un tema poco conocido de Antonio Machín (Parejas, la cara B de un single difícil de encontrar) sobre las parejas a lo largo de la historia (que luego se revelará irónico) mientras aparece el matrimonio protagonista Joana (Sardà) y Pere (Herrero), ambos vestidos de blanco. Se sientan y empiezan a hacer un solitario con las cartas, cada uno por su lado. Es entonces cuando ella destapa la caja de truenos al proponerle a su pareja que pasen cuentas y se confiesen sus respectivas infidelidades.

Una comedia que plantea muchas preguntas

Antes de revelar el secreto acuerdan concederse luego una amnistía general y empieza un monumental enredo que nos hace plantearnos preguntas continuamente. La primera… ¿qué es más grave haber puesto los cuernos muchas veces con personas diferentes o solo con una? Pero aún hay más… ¿es lo mismo una relación esporádica que una que dura varios meses? ¿y si tu pareja conoce a tu amante? ¿y si lo han hecho en tu propia casa “violando el espacio íntimo”? ¿y si finalizada la relación se vuelven a ver? ¿quién acabó la relación? ¿tenían pareja cuándo tuvieron ese encuentro?

Como puede comprobarse, el tema es bastante más complejo que conocer cuántas infidelidades se han cometido o dar una cifra y ahí es dónde empieza a complicarse el asunto, ya que Pere es víctima de los celos con un punto machista y sospecha que el amante de su mujer no es otro que su mejor amigo Manel (Hernandez), por lo que decide invitarlo a comer para intentar averiguarlo. Se apagan las luces y suena ¿Y cómo es él? de Jose Luis Perales como preámbulo a la segunda parte.

Todo estalla en el tercer acto

En la misma se reencuentran los compañeros y Pere somete a Manel a un interrogatorio de primer grado mediante múltiples preguntas con trampa. El contraste entre ambos es evidente. El primero es un tipo de éxito que siempre ha tenido suerte y dinero en la vida, el segundo es exageradamente modesto y, en ese momento, está sin pareja y sin trabajo. La aparición de Joana acaba empeorando aún más las cosas cuando cuestiona (un poco en la línea de Cuando Harry encontró a Sally) si los hombres son conscientes de que las mujeres pueden fingir placer.

El pasodoble Rocío, ay mi Rocío (nombre de la exesposa de Manel) abre el tercer acto donde, como era previsible, hay alguna que otra sorpresa, los equívocos son cada vez mayores (con las consiguientes carcajadas que provoca) y todo saltará por los aires hasta llevar a un desenlace tan empoderado como enigmático. Los actores se despiden del público bailando el mencionado Parejas mientras los espectadores les saludan con una sonrisa. Es una comedia agradable, aparentemente intrascendente, pero que también nos hace pensar si existe un catálogo o un barómetro de las infidelidades y si vale la pena ser sincero y correr el riesgo de hacer trizas una relación más o menos estable. ¿Jugamos a la verdad o es preferible vivir en la ignorancia?