EN BARCELONA HASTA EL 24 DE MAYO

Ni faraones ni dioses en una exposición del Antiguo Egipto

El Museu Egipci rescata figuras de la nobleza y la clase media a través de sus títulos y profesiones

Cartonaje de la Dama de la Casa llamada Djedmontuiuesankh, en la muestra del Egipci.

Cartonaje de la Dama de la Casa llamada Djedmontuiuesankh, en la muestra del Egipci. / periodico

Anna Abella

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Cierto, la exposición que este martes inaugura el Museu Egipci, 'Mujeres y hombres del Antiguo Egipto', “no va de faraones ni de dioses sino de gente corriente”, como avanzaba el coleccionista y empresario Jordi Clos, al frente de la fundación arqueológica que lleva su nombre. Pero una de las 50 piezas de su colección que la integran, o mejor dicho, la persona que encarna una de esas piezas, sí logró trascender la línea que convierte a un humano en un dios. Es una pequeña estatua de bronce que muestra, de cuerpo entero y sentado, a Imhotep, “aquel que viene en paz”, un arquitecto y escultor que vivió durante el reinado del faraón Dyesert (hacia 2620 a.C), que además de canciller y consejero fue administrador del Gran Palacio y Gran Sacerdote de Heliópolis y a quien se le atribuye haber implantado la piedra como material constructivo a escala monumental y el diseño y construcción del primer complejo funerario piramidal, coronado con la pirámide escalonada. Tal fue su huella que más de dos mil años después, en el 500 a.C, fue ascendido a la categoría de dios.  

Pero el resto de las 50 piezas –estelas, relieves, pinturas, estatuas-, algunas inéditas, que rodean al célebre Imhotep en la muestra del Egipci (que podrá visitarse hasta el 24 de mayo) sí son de seres totalmente terrenales y representan a personas cercanas al poder y a la familia real, con el suficiente nivel económico como para permitirse ser inmortalizadas en piedra. Hay concubinas, sacerdotes y sacerdotisas, escribas, flautistas, portadores de ofrendas, militares, funcionarios, tesoreros..., muchos nobles y de lo que hoy llamaríamos clase media, que con su actividad cotidiana dan fe del funcionamiento de la antigua civilización del Nilo a lo largo de 3.000 años. “Unos son anónimos, otros están identificados con su nombre, sus títulos o sus profesiones”, explica el conservador del museo Luis Manuel Gonzálvez.

De ellos destaca el colorido y esbelto cartonaje de Dyedmontuiuesanj (945-715 a.C.), quien ostentaba el título de Dama de la Casa, “uno de los más comunes entre las mujeres nobles”, apunta el egiptólogo. Era esposa de Pamiu (el gato) y entre sus responsabilidades figuraba desde el control de las actividades domésticas, como la cocina, la elaboración de pan  y cerveza, hasta el cuidado de los animales, la producción artesanal o el almacenamiento de grano. 

Hombres y mujeres tenían los mismos derechos, podían estar al servicio del Estado o de los templos, como funcionarios o sacerdotes. Entre las figuras femeninas destaca una sacerdotisa con un cargo al que poquísimas mujeres llegaban, el de supervisora del templo funerario de Keops, Meritites (“amada por su padre”), que comparte una estela funeraria de piedra calcárea (o falsa puerta por la que el difunto accedía al mundo de los muertos) con su hijo Juenptah (“el dios Ptah le protege”), alguien muy cercano al faraón y que fue carnicero real. De otras sacerdotisas -“algunas eran muy influyentes”, señala Gonzálvez-,  no nos ha llegado su nombre, como los de dos jóvenes identificadas al servicio del dios Amón en una pintura mural (1550-1307 aC.), que lucen cinta blanca en la frente y ajustado vestido del mismo color que deja al aire uno de sus pechos. 

También al servicio de Amón estaba Amenhotep, vigilante de los almacenes del dios e inspector de sus jardines, que en una estatua aparece arrodillado y sosteniendo dos estelas con himnos. Otra figura de piedra inmortaliza al escriba Huy (1307-1196 aC.); es una pieza que hizo esculpir para su recuerdo uno de sus hijos y que constata que su hermano Iny tiene la misma y cotizada profesión: «En una sociedad tan burocratizada y con un elevado índice de analfabatismo, los escribas eran fundamentales», resalta el egiptólogo. Incluso los de más baja posición se consideraban privilegiados.