RELIQUIA CINEMATOGRÁFICA

'Éxtasis': el primer orgasmo femenino del cine no pornográfico

La Mostra de Venecia recupera el filme de 1934 que marcó para siempre la vida de la actriz Hedy Kiesler, más tarde Hedy Lamarr

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Nando Salvà

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Indecente y moralmente peligrosa. Intolerable, inmoral y lasciva. Una aberración. Son algunos de los calificativos que el drama erótico 'Éxtasis' recibió al ver la luz. Dirigida por el checo Gustav Machaty, fue la primera película no pornográfica en mostrar no solo un desnudo integral sino también la imagen de una mujer en pleno orgasmo. En 1934 se proyectó en la Mostra de Venecia por primera vez, entre cantidades parejas de abucheos y aplausos; ahora, 85 años después, ha vuelto al certamen italiano convenientemente restaurada.

Su protagonista, la actriz Hedy Kiesler -que posteriormente se vería obligada a adoptar un nuevo nombre, Hedy Lamarr, para distanciarse del papel-, interpretaba a una joven casada con un hombre maduro que además es impotente. Un día, mientras se baña desnuda en un lago, su caballo echa a cabalgar con su ropa sobre el costillar. Mientras persigue corriendo al animal, la muchacha se topa con un joven al que luego se lleva a la cama. La escena de sexo posterior, bastante modosa según los estándares actuales, combina el plano de su mano que roza una alfombra y el de las perlas de su collar que se desperdigan mientras se las arranca del cuello con la imagen de su rostro que se contorsiona a causa del éxtasis del momento. La secuencia, por supuesto, acaba con un pitillo.

El paso de 'Éxtasis' por Venecia provocó las protestas de numerosos colectivos religiosos e incluso del Papa, que publicó una denuncia en el periódico del Vaticano. Varios países prohibieron su estreno durante años. Hubo quienes celebraron a la actriz como una pionera de la sexualidad femenina, y seguramente eso mismo ha intentado también la Mostra al proyectar la película estos días. Sin embargo, es una decisión cuestionable. Hoy sabemos que fue engañada para interpretar el personaje y que, ya rebautizada Lamarr e instalada en Estados Unidos, le fue imposible sacudirse de encima la imagen de ella que aquel papel había creado. Durante casi toda su vida -en concreto, hasta que colaboró en la invención de una tecnología que permitía a los misiles esquivar la detección de los radares-, todo lo que se tomó de en serio de ella fue su cuerpo.