CRÓNICA

Luz Casal, sentimiento y chulería en Porta Ferrada

La cantante impuso su ley viajando del bolero al rock'n'roll y combinando sus clásicos con las canciones de su último disco, 'Que corra el aire'

7707

7707 / periodico

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Luz Casal conecta con el público a través de sus éxitos repartidos por varias décadas, de la mezcla de emotividad y chulería con que da vida a cada estrofa y de su don para imprimir carácter a canciones de estilos muy diversos, del bolero sentido al rock’n’roll más tontorrón. Sus conciertos tienen muchos pliegues internos, y no es que se adapten a cada circunstancia, sino que es ella quien establece los términos y crea el campo de atracción con la audiencia, también en la veraniega levedad de un festival como el de Porta Ferrada, donde actuó este martes.

No es fácil, con tanto quiebro estilístico, construir un recital lógico que fluya con naturalidad, y Luz se las apañó para lograrlo desde su salida a escena con un ‘Lo eres todo’ a corazón abierto, arropada tan solo por el pianista, el gerundense Josep Maria Baldomà, ‘Baldo’, antes de la incorporación sus otros cuatro músicos. A diferencia del año pasado en el Liceu, cuando su último disco, ‘Que corra el aire’, sonó íntegro y de un tirón, esta vez dosificó las nuevas canciones, tres al principio (el suave ‘crescendo’ de ‘Volver a comenzar’) y otras tres cerca del tramo final, incluyendo ahí la aventurada ‘Morna’, con vistas a Cabo Verde, y ‘Amores’, de Mari Trini. A la cantante murciana, fallecida hace diez años, le dio las gracias "por haber abierto algunos caminos".

Saliendo del "agujerillo"

Concierto con muchas capas y modos anímicos, si bien hay un carril que a través del tiempo conecta un antiguo bolero como ‘No, no y no’, que cantaban Los Panchos, con su popular ‘No me importa nada’ (que dedicó "a les dones"), a través de lo que podríamos llamar un escepticismo femenino ante el teatro de la seducción. Esa actitud de mujer fuerte, no impresionable ante la fantasmada, la ha hecho irresistible ante una audiencia que ve en ella a un símbolo. Pero Luz no esquiva la exposición de fragilidad: las canciones de su disco latino ‘Pasión’ (2009) le ayudaron en su día, confesó, a "salir del agujerillo" en el que había caído tras su "percance de salud, el segundo" (alusión al reincidente cáncer).

Hay canciones que difícilmente pueden faltar en sus conciertos, y no solo los ‘hits’ más canónicos, también temas de fondo como ‘Entre mis recuerdos’ y ‘Besaré el suelo’, que sacaron lo mejor de sus autores, Albert Hammond y Carlos Goñi, y que en Porta Ferrada recorrió Luz con alta implicación, paladeando y estrujando cada sílaba como ella sabe. Luz vestida de rojo y envuelta en una boa de plumas en ‘Un año de amor’, celebrado ‘momento Almodóvar’ en alianza con ‘Piensa en mí’.

Y, pasándose al negro minifaldero, al ataque con la diversión rocanrolera de ‘Pedazo de cielo’, ‘Loca’ y ‘Rufino’ (su amiguito "libertino, divino y superficial"), cabellera sacudida en remolino y la sonrisa pícara de los 21. En contraste, Luz añadió un último bis con ‘Es por ti’, su adaptación de ‘Boig per tu’, de Sau, con parte del estribillo en catalán, prefiriendo quizá que no nos fuéramos a dormir con su imagen más frívola en la retina sino con la más sentimental.