Crónica de teatro

'A casa', la guerra infinita

Vicky Peña recupera en La Gleva hasta el 30 de junio uno de sus papeles más celebrados, ahora con el aliciente de la distancia corta.

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Manuel Pérez i Muñoz

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Siempre se vuelve a los grandes textos con expectación. En teatro, además del riesgo de la caducidad estética, la palabra debe mantenerse combativa, punzante al presente. La pequeña sala La Gleva de Gràcia ha recuperado junto al director de la pieza, Mario Gas, la primera parte de 'Homebody/Kabul', el monólogo 'A casa' que con todo tipo de premios encumbró aún más a su intérprete, Vicky Peña. Más de una década después de pasar por el Romea y pasados cinco años del estreno en el Lliure de esta versión fragmentada, el revulsivo sigue manteniendo sus propiedades.

De nuevo el salón de esa casa londinense donde una mujer confusa por un cóctel de antidepresivos habla y habla sin parar. Su mente va hilvanando capas de opresiva cotidianidad con las ensoñaciones de un Afganistán mítico, la representación histórica de una amarillenta guía de viajes. Ni su privilegiada educación, ni su pedantería, ni la fragilidad hipócrita de sus lazos sociales la podrán alejar de un deseo que no para de crecer en su mente, un anhelo con diversas formas pero una sola respuesta, Kabul.

Peña construye un personaje matizado, elevado hasta el detalle último, que mira a los ojos al espectador

Escrito antes del 11-S pero estrenado después, el visionario texto de Tony Kushner sigue serpenteando ágil por los meandros de un mundo globalizado y neocolonial, un río que conecta unas guerras con otras, que resurge para regar con su denuncia dramas siempre actuales como el de los refugiados. De su descodificación en presente sale airosa una lectura de género, con ese personaje arrinconado y menospreciado, una mujer que incuba una rebeldía ciega a fuerza de contrastar el "nosotros" y "ellos", entre un Occidente deshumanizado y un Oriente desconocido y, por tanto, fácil de transformar en un enemigo en el que reflejarse.

La precisión del detalle

Vicky Peña abrió la temporada en el Lliure diluida en el Kushner de gran formato de 'Àngels a Amèrica'. Ahora la cierra volviendo al autor y a su papel insignia, rescatando sensaciones pero también añadiendo matices. El aforo reducido de la sala prácticamente anula la distancia con el espectador, permite trabajar de forma más precisa y descartar grandilocuencias. El resultado es un personaje matizado, elevado hasta el detalle último, que mira a los ojos al espectador e incluso se realza con unas notas inéditas de fresca ironía. La traducción de la obra de la propia actriz merece capítulo a parte por su sonoridad y la plástica imaginación del lenguaje. Tanto si ya se ha visto el montaje como si no, merece la pena acercarse a La Gleva y asaltar la primera fila para presenciar la unión exacta entre texto, personaje y actriz.

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