NOVEDAD EDITORIAL

Una novela histórica en la que los asnos hablan

Daniel Kehlmann emula a Umberto Eco en 'Tyll', todo un fenómeno literario en Alemania

Daniel Kelhmann en el Institut Goethe de Barcelona.

Daniel Kelhmann en el Institut Goethe de Barcelona. / periodico

Elena Hevia

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Desde los tiempos de ‘El perfume’, aquella flor de un día de Patrick Süskind, que no llegaba a las mesas de novedades una novela escrita en alemán a la que acompañaran cientos de miles de lectores. La buena noticia es que su autor, Daniel Kehlmann, no lo ha hecho una vez sino dos. Logró esa hazaña (aunque aquí no tuviera tanto eco) hace 15 años con ‘La medición del mundo’, la historia de los destinos cruzados de dos grandes personajes de la Ilustración alemana, el príncipe de los matemáticos Carl Friedrich Gauss y el gran naturalista Alexander Von Humbold, concebida como una fantasía histórica ligera y divertida con un ojo puesto en el realismo mágico. Y ha vuelto a revalidar lectores (por lo menos en Alemania) con 'Tyll' (Literatura Random House), un entretenido fresco histórico ambientado en el siglo XVII, cuando todavía no había llegado a las capas populares la luz de la Ilustración y el corazón de Europa se desangraba en la guerra de los 30 años.

Además de sus obras históricas, Kehlmann ha escrito otras muchas contemporáneas, una de las cuales, la novela breve ‘Deberías irte de aquí’, que Literatura Random House publicará próximamente, será una producción de terror hollywoodiense con Amanda Seyfried y Kevin Bacon, algo que a Kehlmann, confiesa en su reciente visita a Barcelona, le tiene entre sorprendido y divertido.

‘Tyll’, con muchos puntos de contacto con las novelas históricas de Umberto Eco, está basado en un personaje legendario del folclore alemán, Tyll Ulenspiegel, un bufón vagabundo, un pícaro equiparable a nuestro Lazarillo de Tormes.  Ante todo esta es una novela de aventuras con mucho potencial para atrapar al lector. “La escribí como una gran red de vidas entrecruzadas, multitud de personajes, algunos recurrentes, otros no, en cuyas vidas entra Tyll Ulenspiegel en un momento u otro”. Tyll ha acabado siendo popular entre los niños alemanes y holandeses porque su figura se ha dulcificado bastante en los cuentos infantiles, pero originalmente este bufón era más bien un ser antisocial, capaz de las mayores villanías solo por el gusto de hacerlas. Este, el primigenio, es el personaje utilizado por el autor, que lo compara, sin problema, con los populares payasos diabólicos estilo ‘It’.

Lo que hace ‘Tyll’ es retratar con particular gracia y un idioma moderno a unos personajes que muy bien podrían aparecer en un cuadro de Brueghel, perdidos en un paisaje donde la violencia y la magia están a la orden del día. Allí un asno puede hablar y alguien puede salvar la vida gracias a un conjuro. “Como persona estoy francamente contento de no haber vivido en aquella época -afirma Kehlmann- pero como escritor la considero riquísimo. Todo estaba marcado por la religión y por la superstición. El ateísmo entonces no era una opción, no existía ese paradigma porque no era, como es hoy en día, una decisión emocional o intelectual”.

Hoy como ayer

No fue muy consciente de los paralelismos que pueden trazarse entre aquella época y el presente hasta que terminó la novela. Pero sí percibe ahora que el conflicto en Siria tiene a su parecer no pocos semejanzas con la guerra de los 30 años. “En ambos conflictos es muy difícil evaluar qué papel tienen las religiones y en ambos los contendientes se dan cuenta de que no hay forma de ganar la guerra pero detenerla sería mucho más costoso”. Hay también otro parecido mucho más sutil y es que las guerras del siglo XVII eran una consecuencia tardía de la invención de la imprenta. “Porque de golpe toda Europa se llenó de panfletos y octavillas, propaganda que los ciudadanos no tenían tiempo para manejar y digerir, algo parecido a lo que ocurre hoy con la digitalización, un medio tan poderoso que necesitamos tiempo para comprenderlo”.

Una de las cosas que hay que precisar de ‘Tyll’, que viene avalada por Ian McEwan y Jeffrey Eugenides –de hecho más que una novela alemana parece anglosajona- es que nada tiene que ver con esas novelas reflexivas que normalmente asociamos con las letras germánicas. “Yo solía decir que la literatura alemana no me interesaba tanto. Y es cierto que siempre he mirado hacia el norte y el sur de América, porque allí la narración sigue contando y eso es algo que Alemania perdió después de la segunda guerra mundial”.