LO QUE NO SABÍAS DE...

El director Víctor Matellano nos explica las anécdotas de 'Regresa el Cepa'

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Eduardo de Vicente

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Esta semana se estrena Regresa El Cepa, un documental muy interesante que pretende analizar desde diversas perspectivas el caso de El crimen de Cuenca,la polémica película de Pilar Miró. La historia, para quien no la recuerde, contaba las penurias que sufrieron dos pastores que fueron acusados de asesinar a un vecino, El Cepa (Guillermo Montesinos). Fueron encarcelados preventivamente y torturados hasta que confesaron el crimen. Pero, para sorpresa de todos, años después apareció el presunto difunto, que estaba vivo. La trama estaba basada en unos hechos reales que ocurrieron a principios del siglo XX.

Pero lo peor llegó después del rodaje, ya que iba a estrenarse en 1979, pero fue prohibida su exhibición y fue secuestrada durante largo tiempo por la autoridad militar que, incluso, pretendía llevar a un proceso militar a Pilar Miró por injurias a la Guardia Civil. Fue un auténtico escándalo ya que, en esos momentos, la incipiente transición democrática estaba inmersa en el debate de las torturas a ETA y resultó muy inoportuna para el poder. El documental contiene declaraciones de los actores, el equipo de rodaje, críticos e historiadores e incluso algunos políticos que intentan, 40 años después, analizar lo sucedido. El director, Víctor Matellano, un especialista en el género del terror nos explica las curiosidades de este filme que acaba dando incluso más miedo que sus habituales películas de ficción ya que esta se basa en la realidad.

-El origen del documental. “Hace cuatro años estábamos rodando Guillermo Montesinos y yo el wéstern Parada en el infierno cuando le pregunté: “Oye, Cepa, ¿has vuelto a los lugares de rodaje de la película de Pilar Miró?” y se me ocurrió que podría regresar a esos espacios y reencontrarse con aquellos vecinos. Así surgió lo que sería una reflexión sobre la creación de una película tan mítica 40 años después. Entonces yo sabía que había tenido un desarrollo tormentoso, pero no tanto como lo que descubrí cuando trabajé el guion con Emeterio Diez Puertas y Antonio Durán”.

-Recuerdos que emocionan. El crimen de Cuenca habla sobre los derechos humanos, sobre la justicia, sobre el poder, sobre la tortura. Un momento muy potente del rodaje fue cuando Diego Galán (el director del Festival de Cine de San Sebastián) y Assumpta Serna nos hablaron sobre la proyección de la película en Buenos Aires, con las Abuelas de Mayo presentes. Cómo lloraban, rabiaban, se desmoronaban aquellas mujeres en la proyección… Y aquello fue tan impactante, que tuve que parar el rodaje para que Diego respirase y secase sus lágrimas, “¡Coño, yo que no me suelo emocionar…!”, me decía. Cuando rodamos la entrevista de Diego Galán, él estaba muy sensible y, poco después, falleció. Es una gran pérdida, por eso le hemos dedicado la película”.

-La censura sigue viva. “He reflexionado mucho en este tiempo sobre la censura, sobre la libertad de expresión, sobre respetar una obra cinematográfica. Lo que me decidió del todo a contarlo fue que me censurasen a mí. Mi último largometraje de ficción, Parada en el infierno fue mutilado en Alemania. Cinco minutos de violencia, precisamente necesarios para denunciar la violencia, Parada en el infiernofueron cortados. Las obras quedan sin sentido. Me dolió, y lo vi tan claro tan claro, que dije, hay que denunciar lo que le pasó a Pilar. Es el momento de ser contado”.

-Caminando entre tumbas. “Pilar rodó en los escenarios reales del llamado Caso Grimaldos, el de la desaparición del Cepa y la acusación de los pastores. Y yo ruedo, 40 años después en esos escenarios reales y cinematográficos. Uno de los lugares que más nos impresionaron fueron los sótanos de la fonda de Belmonte, uno de los lugares donde estuvieron detenidos, y probablemente sufrieron de todo. Y el cementerio viejo de Osa de la Vega, ya en desuso, donde les hicieron cavar buscado un cuerpo inexistente, escena que recrea después allí mismo Pilar. El camposanto estaba aparentemente “vacío” pero nos encontramos un cartel en la puerta que avisaba al recién llegado que si creía tener un difunto en el terreno, lo “reclamase en el Ayuntamiento”. Así que hice caminar a Guillermo sin saber qué pisaba entre la maleza. Cosas de los pueblos…”

-El macabro reencuentro del reparto. “Otro momento importante fue juntar a buena parte del equipo de El crimen de Cuenca en los sótanos donde se rodaron las partes más duras, lo que se suponía que era la famosa Celda del Lorito, y que no era otra cosa que los depósitos de joyas de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. Allí Héctor Alterio, José Manuel Cervino, Francisco Casares, Sol Carnicero, Hans Burmann, Paquita Nuñez. Miguel Angel Diez… me contaron mil y una anécdotas. Ese rodaje de Pilar Miró abrió la puerta de más filmaciones en el lugar, como Nacional III de Berlanga, u otras secuencias de torturas, en este caso en coña, las de Qué tía, la Cía de Mariano Ozores con Esteso y Pajares”.

-Un espectador sorpresa. “Allí, los actores y técnicos me hablaron de cómo iluminaron tan angosto espacio, de cómo hicieron los efectos más sangrientos, y de cómo Pilar Miró no quería trucos en la secuencia en que cuelgan a Cervino con una cuerdecita anudada a su miembro, con el consiguiente estado de nervios de todos… Algunas de las anécdotas, se quedaron en la sala de montaje del documental. Por ejemplo, Antón García Abril, el compositor musical de la película, nos contó que al entrar a oscuras en la sala en la que se proyectaba de forma privada y secreta la película, se sentó encima de un señor que resultó ser… Felipe González”.  

-Ayer y ¿hoy? “Es sorprenderte pensar que, con la Constitución recién aprobada, se pudiese parar el estreno de El crimen de Cuenca, que se pudiese plantear secuestrarla, que un juez militar pudiese montar un consejo de guerra a su directora… Y es que los jueces, los militares, los policías, los funcionarios, seguían siendo los mismos, con sus diferentes sensibilidades, en aquellos primeros meses de democracia… Uno no se acuesta franquista y se levanta demócrata por la mañana, así, a las primeras de cambio, está claro… Un día deciden, “hala, esta película no se ve”. Y se la sustituye por Polvos mágicos con Alfredo Landa, y listo. Esa era nuestra querida España. Que en algunos aspectos es parecida a esta actual, hemos evolucionado pero no sé si del todo…

-Una directora incómoda. “Fueron a por Pilar. Está claro. Era mujer, descendiente de militares, inteligente, independiente, sabía mandar, cabezona, socialista. Lo tenía todo para aquellos poderes fácticos. “¿Por qué no me procesa a mí…?”, preguntó Alfredo Matas, el productor, a su señoría militar. “No, ella es la responsable…”. Podían haberle caído seis años. Si el 23-F hubiese triunfado le podría haber pasado cualquier cosa”.

-El poder del cine. “El crimen de Cuenca supone el gran poder del cine. Cambió las normas de autorización cinematográfica, cambió el código de justicia militar. Una simple película. El cine es poder”.

-Un “reparto” muy completo. “Para mí era muy importante contar con entrevistados que intervinieron o estuvieron cerca del proceso de creación, del judicial y de la prohibición de El crimen de Cuenca, así como analistas que desde la perspectiva de hoy opinaran sobre el caso real, la película y sus circunstancias. Por ejemplo, tanto a nivel de responsabilidad del Ministerio de Cultura como de la Dirección General de Cine hemos llegado a las más altas personalidades, ya que quienes no aparecen, ministros y otros cargos, han fallecido ya. Hemos conseguido muchos nombres gracias a que soy especialmente persistente, y a la gran ayuda de Sol Carnicero, pero eso no quita que algún que otro político de la época nos haya hecho la cobra…

-La pregunta maldita. “Durante el rodaje me preguntaron en una emisora "¿Cree usted que podría ocurrirle lo mismo con el documental...? ¿Tiene usted miedo...?" Y, ahí caí en la cuenta de que me podía pasar algo parecido… y sentí un escalofrío.”