CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Quincy': retrato sin distancia

Rashida Jones, hija del célebre compositor, arreglista y productor, codirige un afectuoso documental biográfico

Quincy Jones y Will Smith, en el documental 'Quincy'

Quincy Jones y Will Smith, en el documental 'Quincy' / periodico

Juan Manuel Freire

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Es posible resumir en un par de horas la vida y obra de Quincy Jones, el mítico compositor, arreglista, productor (entre mil obras maestras) de 'Thriller', activista humanitario y padre de siete hijos con cinco mujeres diferentes, entre ellas Peggy Lipton y Nastassja Kinski? Suena complicado. Pero una de las hijas que Jones tuvo con Lipton, la actriz metida a documentalista Rashida Jones, se ha atrevido a intentarlo en 'Quincy', relato biográfico desdoblado naturalmente en recorrido por la evolución de la música negra y las relaciones de raza en EEUU.

El propio Jones recuerda, a sus 85 años, cómo vislumbró una posibilidad de escape de su vida miserable en el South Side de Chicago cuando topó con el piano. Después, quiso dominar otros instrumentos, y a los 14 tocaba la trompeta con un Ray Charles también adolescente. El desfile de méritos es infinito. Jones fue arreglista de muchos grandes del jazz y el R&B; estudió con Nadia Boulanger en París; brilló como orquestador de Sinatra; compuso decenas de grandes bandas sonoras; apoyó a Martin Luther King Jr. en la lucha por los derechos civiles afroamericanos; impulsó la carrera en solitario de Michael Jackson; triunfó como productor de cine ('El color púrpura') y televisión ('El príncipe de Bel Air'), fundó la revista dedicada al hip hop y R&B 'Vibe'… Una actividad imparable que le pasó factura en la salud y el amor. Lo que peor le ha salido en la vida, reconoce al final, es el matrimonio, aunque con Lipton duró catorce años.  

Siendo Rashida Jones codirectora y coguionista, era de prever que 'Quincy' iba a ser sobre todo un homenaje de una hija a su padre. Durante gran parte del metraje vemos a Quincy visitar sitios, recoger premios, soplar velas de cumpleaños, intercambiar abrazos y piropos con otros famosos o producir y presentar galas (la espina vertebral narrativa es la preparación de una gran velada, televisada por ABC, en honor de la inauguración del National Museum Of African American History & Culture).

Hay espacio para algunos apuntes (auto)críticos, sobre todo relativos a sus pobres cualidades como esposo y padre, pero son pequeñas notas discordantes en una sinfonía a ratos soporífera de (comprensibles) ternura y amor. La entrevista publicada en la revista 'New York' a principios de año era, desde luego, más entretenida, más reveladora; en la película no se habla de su relación con Ivanka Trump ni sale el nombre de Marlon Brando cuando se menciona a Marvin Gaye.