El Visa Pour L'Image da visibilidad a las crisis humanitarias del planeta

El festival Visa Pour L’Image de este año está marcado por la crisis humanitaria. La higiene sanitaria en India, los problemas de las superproducciones alimenticias, la delincuencia en Papua Nueva Guinea, el éxodo de Rohingya… decenas de historias desconocidas que encuentran su hogar entre las calles de ciudad de Perpiñán. Las numerosas exposiciones, proyecciones vespertinas, talleres y coloquios serán la excusa perfecta para adentrarse en grandes historias como las que cuentan los infantes refugiados de Olivier Jobard.

Los asistentes tendrán la oportunidad de pasear entre colecciones con temáticas que van desde la gandora del premio Visa D’Or Humanitario, Veronique de Viguerie, y su relato sobre la catástrofe humanitaria de Yemen, hasta el trabajo de George Steinmetz, prolífico fotógrafo del National Geographic, cuya historia nos explica que hay detrás de la agricultura intensiva. También hay lugar para retrospectivas, como la de los 30 años del festival, y para recuperar momentos históricos, como la huelga de hambre de Bobby Sands por la independencia de Irlanda, retratada por Yan Morvan.

España tendrá tres representantes en esta ocasión. Por un lado, Luis Tato, con su exposición sobre las elecciones en Kenia; Catalina Martín-Chico y su trabajo sobre antiguas militantes de las FARC; y Miquel Dewever-Plana, que presenta un relato honesto sobre las minas de Potosí en Bolivia.

Detrás de una buena historia

En un mundo en el que lo instantáneo cada vez ocupa más espacio, donde cualquiera con un smartphone y conexión a internet puede relatar una historia, ¿por qué sigue habiendo espacio para la fotografía y el fotoperiodismo?, “Las imágenes tienen una capacidad comunicativa contundente e incuestionable” afirma Luis Tato, ganador del premio Rémi Ochlik, y continua “no requieren traducción ni interpretación”. Sin duda, la imagen tiene un “poder de comunicación mucho más inmediato”. Samuel Bollendorff conoce muy bien este poder, y en su viaje por casi todo el mundo, describe una tierra moribunda a través de instantáneas con una gran potencia visual.

El fotoperiodista debe sumergirse en el trabajo de campo, obligado a someterse, en ocasiones, a una presión extrema. “Cubrir las elecciones en Kenia no fue un trabajo fácil” explica Tato, “las protestas llegaron a ser bastante violentas en días y zonas determinadas”. La habilidad para saber captar momentos exactos en situaciones complicadas se crea a través de conjugar un espíritu viajero con la necesidad de dar a conocer historias olvidadas: “siento la necesidad de contar historias que no han sido contadas” explica Catalina Martín-Chico, ganadora del premio Canon Female.

A veces, decidir qué historias merecen ser contadas y cuáles no, puede ser un hecho determinante. No hace mucho, el presidente Quim Torra se abalanzó sobre el director del Visa Pour L’Image, Jean-François Leroy, por rechazar exponer fotografías sobre el 1-O, ya que según él no había nada interesante más allá de fotos de manifestaciones. La posición del festival es firme, no solo se trata de fotografías, si no de formas de construir relatos.

Fotoperiodismo y mujeres

“Seguimos siendo una minoría, en los premios, en los festivales, en las revistas, pero no en las escuelas de fotografías”, explica Martín-Chico. El fotoperiodismo es una actividad marcada por una brecha de género que, poco a poco, parece solucionarse. Este año, Canon (patrocinador oficial del evento), convocará una mesa redonda presidida por Hilary Roberts, conservadora del Imperial War Museum de Londres, con el nombre de ‘In Search of Balance’. La fotoperiodista española también formará parte de esa mesa redonda, junto a Ilvy Njiokiktjien, ganadora del premio a la mejor fotoperiodista de Canon en 2017.