'Ant-Man y la avispa': un saludable respiro

En el contexto del cine de superhéroes, en el que todo es mejor cuanto más grande, la existencia de un héroe que encuentra su fuerza en la pequeñez es un contrapunto necesario. De hecho, el encanto de la 'saga Ant-Man' está en que no posee ni la urgencia ni las pretensiones de otras entregas de Marvel; se agradece, dicho de otro modo, una película de superhéroes en la que ni un solo edificio es destruido ni la destrucción del planeta es una amenaza.

Por lo demás, 'Ant-Man y la Avispa' es más divertida, e ingeniosa y excitante que 'Ant-Man' (2015). En esta ocasión el director Peyton Reed se muestra más cómodo equilibrando humor absurdo, 'slapstick' y sentimentalismo de índole familiar con una sucesión de secuencias de acción tan aparatosas como creativamente hilarantes que sacan máximo partido visual de los cambios constantes de tamaño y escala.

En su conjunto, la nueva película avanza con tanta agilidad que apenas da tiempo a percibir tanto la poca sustancia que poseen los personajes como la arbitrariedad que aqueja todo cuanto les sucede -de la que, por otra parte, la película misma se muestra saludablemente autoconsciente-. El hombre hormiga mismo, en concreto, es poco más que un gag andante, y pese a que esa intrascendencia hasta cierto punto resulta apropiada en un superhéroe que ni por asomo es tan icónico como Capitán America o Iron Man, por otro le impide establecer verdadera química con la heroína que comparte título con él. A ello contribuye una peripecia argumental innecesariamente enrevesada, cuyo clímax llega a simultanear cuatro o cinco subtramas paralelas. Eso no impide, en cualquier caso, que 'Ant-Man y la Avispa' permanezca liviana y relajada, en ningún momento menos disfrutable por el hecho de ser inmediatamente olvidable. Todo lo contrario: otorga a los fans de Marvel la oportunidad perfecta de tomar aire antes de que llegue la nueva y aún más mastodóntica secuela de Vengadores.