EL LIBRO DE LA SEMANA
Irene Solà, una escritora de los 90
La joven autora, que ganó el premio Documenta por su novela 'Els dics', se revela como un sólido talento
Vicenç Pagès Jordà
Escritor y crítico literario
Vicenç Pagès Jordà
Cuando en el 2008 Víctor Garcia Tur (Barcelona, 1981) ganó el premio Documenta con 'Twistanschauung', escribí un artículo titulado 'Un escritor de los 80', donde saludaba lo que para mí era el primer representante literariamente sólido de una nueva hornada. Diez años después, Irene Solà (Malla, 1990) ha ganado el mismo premio con la misma edad, 27 años, y me siento tentado a volver a empezar de la misma manera, es decir, dándole la bienvenida al primer escritor de esta década que merece, a mi parecer, un aplauso que no nace del paternalismo sino de la exigencia.
'Els dics' retrata una familia de cinco miembros que viven en una casa de campo, o mejor dicho, dibuja la red que los envuelve, especialmente a las dos hijas (algunos 'also starring', como el adolescente Ivan o el padre Ballador, son magníficos). Cuando se acaba la novela, hemos acompañado a estos personajes en unos años cruciales de aprendizaje. En cuanto a los capítulos, dan saltos adelante y atrás, hay giros, meandros y desplazamientos laterales. Si mantenemos el símil de la autora en el título, habría que añadir que la energía no se desborda, sino que se mantiene bajo el control artístico.
El entorno rural no se presenta como una Toscana paradisiaca ni como un espacio intrínsecamente dramático (pese a algún brote de violencia ‘hillbilly’), sino a la manera de un escenario peculiar, que propicia unas determinadas relaciones humanas. No se profundiza en las relaciones laborales ni familiares, sino que predomina el ocio, es decir, el verano. Ahora que hemos sobreexplotado literariamente la ciudad, el campo se convierte en una tendencia universal, pese a las especificidades propias de cada región. En 'Els dics' encontramos motes familiares, leyendas, jeeps, escopetas y brujas, pero sobre todo, animales, muchos animales, propiciando cada uno un cierto clima narrativo: un gato doméstico, una garduña nocturna, un estornino herido, unos jabalís furiosos, un siluro expiatorio , una vaca despeñada, un corzo cazado. Los animales atacan, acompañan, se vengan y mueren, sin demasiada simbología. También sirven para proveer malos olores muy bien descritos, como la que producen los animales muertos que recoge el camión de la carroña.
Mientras tanto, los humanos crecen, se aparean, viajan al extranjero, se reencuentran, se separan; como en la mayoría de las novelas, solo que aquí lo hacen con un aire de Osona. Un de los aciertos del libro es la armonía entre los hechos y la lengua en la que son narrados. Como signo de los tiempos o de la autora, 'Els dics' incorpora metaficción en forma de cuentos escritos para uno de los personajes, que nos permiten acceder a cuentos infantiles, a relatos fantásticos, a un cuento de zombis, a un viaje lisérgico. Podría ser una manera autojustificativa de incluir material espurio, pero de hecho ayudan a dibujar los perfiles de los personajes.
Como otros narradores –especialmente, narradoras- actuales, Irene Solà proviene del mundo del arte y de la poesía, pero se muestra capaz de explicar historias más allá de la autoficción. Por mucho que el libro incluya fotografías de los personajes principales, da la impresión de que la autora tiene más imaginación de la que parece. Me gusta certificar que prescinde de la ironía, un recurso endémico que afortunadamente todavía no es obligatorio. En fin: Els dics retrata un mundo propio que resulta comprensible e incluso, próximo, a un lector de otra generación. En este sentido, veo razones para el optimismo.
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